Espina y la renovación cultural La antropología como discurso de sinodalidad desde la cuestión de Iberoamérica
A propósito de: Ángel-Baldomero Espina Barrio, La Antropología de Iberoamérica: pasado y presente Estudio socio-cultural y comparativo de los pueblos de Iberia y de Iberoamérica (símbolos, fiestas, mitos, encuentros y desencuentros), Salamanca: Real Academia Europea de Doctores-Ediciones Universidad de Salamanca, 2023, 304 pp.
"Se trata del discurso de ingreso del autor, profesor titular de Antropología Cultural en la Universidad de Salamanca, en la Real Academia Europea de Doctores"
"Estas páginas abigarradas son una narrativa autorizada y solvente de esta realidad, de este crecimiento, de este auge de la rama de saber de la que es renombrado especialista el autor (p.13)"
"Espina busca el consenso. Aboga por una renovación cultural. He aquí sus palabras: 'Una cultura nueva es necesaria, sí, y no sólo en Latinoamérica' … Este reto lo ha captado el autor en una palabra muy en boga: la sinodalidad"
"Estas páginas abigarradas son una narrativa autorizada y solvente de esta realidad, de este crecimiento, de este auge de la rama de saber de la que es renombrado especialista el autor (p.13)"
"Espina busca el consenso. Aboga por una renovación cultural. He aquí sus palabras: 'Una cultura nueva es necesaria, sí, y no sólo en Latinoamérica' … Este reto lo ha captado el autor en una palabra muy en boga: la sinodalidad"
| Macario Ofilada Mina
A propósito de: Ángel-Baldomero Espina Barrio, La Antropología de Iberoamérica: pasado y presente Estudio socio-cultural y comparativo de los pueblos de Iberia y de Iberoamérica (símbolos, fiestas, mitos, encuentros y desencuentros), Salamanca: Real Academia Europea de Doctores-Ediciones Universidad de Salamanca, 2023, 304 pp.
La publicación que estamos reseñando es el discurso de ingreso del autor, profesor titular de Antropología Cultural en la Universidad de Salamanca, en la Real Academia Europea de Doctores. Desde esta columna, de entrada, queremos hacerle llegar nuestros parabienes para un honor bien merecido. Veterano en estas lides, Ángel Espina es, además, desde la Madre Patria uno de los más grandes impulsadores para una renovada conciencia del estudio del hombre de los pueblos que ya forman parte de la gran familia de la Hispanidad. Su vocación la capta el prologuista con palabras acertadas: ‘Iberoamérica es un concepto que reivindicar con energía porque cada vez que incurrimos en el lapsus de decir América latina renunciamos a una tradición noble y multisecular’ (p. 10).
Espina puede enorgullecerse del crecimiento de su disciplina en el alma mater salmantina y lo expresa de esta manera: ‘La especialidad de «Antropología de Iberoamérica» en la Universidad de Salamanca sirvió de privilegiado «puente» académico entre los países latinoamericanos y Portugal, con el Estudio salmantino, institución que, en la última década del siglo xx, experimentó nuevamente un acusado proceso de internacionalización’ (p. 12).
Estas páginas abigarradas son una narrativa autorizada y solvente de esta realidad, de este crecimiento, de este auge de la rama de saber de la que es renombrado especialista el autor (p.13). El autor pone como clave la noción dela evolución (pp. 19 ss) en su afán de esclarecer el sentido no solo hermenéutico sino sobre todo de su disciplina, en medio de un mundo en constante estado de ebullición en que lo único constante y coherente es el cambio.
Anterior a la segunda mitad del siglo veinte, se resaltan las deficiencias epistemológicas pero a partir de lo que puede denominarse la modernidad de la antropología surge una tematización disciplinar, desde autores destacados como Rivet, Metraux, Lévi-Strauss, Sidney, Bertoni, etc., centrada en las variedades etnológicas ‘compartidas y no compartidas’ (p. 21), lo cual pone de manifiesto una disciplina necesariamente interdisciplinar a la que se acercó el profesor Espina Barrio desde su formación pedagógica, psicológica y finalmente filosófica (p. 22). Tal vez a todo ello se debe el afán de fundamentar epistemológicamente pero Espina ha querido acercarse al tema de su estudio. No solo ha querido acercarse desde lejos o desde ópticas puramente teóricas. Ha querido experimentarlo todo con su propia piel, por así decirlo.
De tal forma que su aproximación histórica (pp. 23ss), tan necesaria para este proceso de epistemologización, no solo resulta fiable o solvente sino que se desarrolla con tonos testimoniales, pues la palabra de Espina Barrio es la de un testigo no solo fidedigno sino sobre todo privilegiado.
Desde su condición de profesor en el alma mater salmantina, se enfrenta a titanes como De Vitoria, De las Casas, De Sahagún, etc. hasta llegar a la modernidad de la que se siente deudor y desde la que ha llevado a cabo sus propios planteamientos.
La lectura de este mosaico de diversos colores que representan a los diversos países o pueblos de América Latina deja patente que no se puede realizar ninguna lectura monolítica o unilateral. Todo ha de desembocarse en la diversidad, en la pluralidad, en las identidades y mestizajes, que corren el riesgo de tener falsedades y espejismos, como se pone de relieve en este mismo texto (pp. 117 ss). Las diversidades han hecho que se hayan creado incontables caminos, filones, sendas.
Espina aboga por un regreso a la ‘tradición’, una confluencia ‘metodológica’ a nuestro entender para estos incontables caminos, filones y sendas pero no para dar la marcha atrás sino para poder avanzar. De tal forma habrá que reconocer que nos encontramos en un cruce de 4 puntos cardinales, a saber, la europeidad, la mediterraneidad, la atlanticidad y la africanidad. Siempre existirá una rivalidad para el centro o para ocupar el eje central. Espina no ha querido desempeñar el papel aquí de deconstructor sino más bien de hermenéutica reconciliador. Esto queda patente sobre todo cuando habla de la interculturalidad (pp. 143 ss), un concepto, a mi entender, tan escurridizo pero necesario.
Claramente, Espina busca el consenso si bien se han constatado fracasos. Sobre este tema, no escatima las palabras de lamento que merecen oírse: ‘Pero estos consensos que acabo de explicar parece que en los últimos años se han roto parcialmente, y ello, a mi modo de ver, por la imposición de unas posturas más radicales que –con la disculpa de acometer una deseable descolonización de las culturas y los pensamientos y con la de la necesidad de combatir los males del colonialismo que, sin duda, son muchos y muy persistentes– sin embargo creo que de manera exagerada y a veces interesada, desechan el «grano junto con la paja», y entrañan los peligros de imponer unas visiones irreales; favorecer un empobrecimiento histórico y cultural, que no liberación; y, lo que es peor, crear desarraigos muy nocivos para grandes sectores de la población en sus países. Incluso a la postre generar contrareacciones de aquellos que se sientan perseguidos o despreciados’ (p. 144).
De ahí que el autor abogue por una renovación cultural. He aquí sus palabras: ‘Una cultura nueva es necesaria, sí, y no sólo en Latinoamérica. Una cultura que valore más las relaciones humanas, incluso las neo-familiares, que respete más la vida, la naturaleza, que sea menos consumista y que no genere tantas psicopatologías. Pero si de verdad esa nueva cultura quiere ser liberadora, debería ser veraz, lúcida, integrativa, libre de ideologías unitarias, emergente y espontáneamente autogenerada’ (p.146). El resultado da que pensar, incluso hasta ir más allá de la textualidad de los planteamientos de nuestro ínclito neoacadémico. Su discurso es más bien un reto.
"Si de verdad esa nueva cultura quiere ser liberadora, debería ser veraz, lúcida, integrativa, libre de ideologías unitarias, emergente y espontáneamente autogenerada"
Este reto lo ha captado el autor del Discurso de Contestación. Lo ha captado en una palabra tan en boga, sobre todo con el actual sumo pontífice: la sinodalidad. Tal vez Espina se haya centrado en una historia caracterizada por tensiones pero ahí está el reto de sus planteamientos. En el Discurso de Contestación, las culturas para poder seguir sobreviviendo y enriqueciendo(se) deben ser sinodales, deben ‘caminar juntos’. No cabe duda de que ‘estamos en una nueva etapa en la que de triunfar estos ideales sinodales, y no los derivados de los nacionalismos, supremacismos, revanchismos o fundamentalismos, podremos seguir caminando juntos perfeccionando y entrecruzando nuestras culturas y haciendo la vida del ser humano más agradable en esta Tierra’ (p.304).
Todo gran discurso queda corto. Todo gran discurso lanza retos. Todo gran discurso tiene que abrirse a otros discursos. Es este el caso de este gran discurso de Ángel Espina a quien felicitamos desde esta lejanía física de las islas Filipinas y a quien queremos hacer llegar nuestra cercanía de talante intelectual y cultural. En el Discurso de Constestación se le ha lanzado ya el reto de la sinodalidad que a nuestro modo de ver es propuesta de verdaderos caminos de confluencia que han de ser puntos de partida para abrazar nuevos horizontes pero juntos frente a los retos compartidos en esta era globalizada, privilegiada sí pero desgarrada también.
La cuestión del hombre y de los pueblos siempre llevan consigo las nociones de tensiones para poder definirse. Quizá ya sea hora de explorar nuevos caminos de definición, de epistemologización. La sinodalidad es la única salida para este callejón aparentemente sin salida pero que esconde tras de sí una larga y rica historia de búsqueda y conflictos.