El amigo José Luís Martín acaba de publicar 'La casa de la sombra' en Liber Factory El mus es más que un juego (en la España Vaciada)

El mus
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"El juego del mus, y más en los Seminarios de las diócesis ya 'vaciadas', o en indeclinable camino de serlo, tendría que ser reivindicada y practicada como “obra de Dios” y anticipo y expresión de convivencia sinodal"

"Pero en el organigrama del preciado tiempo auroral de la jubilación en el marco de la 'España Vaciada', los hombres también juegan a la petanca, las mujeres van a misa"

"Ellos y ellas también dedican el tiempo a leer, y algunos escriben.Este es el caso ejemplar del amigo José Luís Martín prolífico bibliógrafo, en cuyo horno de carbón familiar siempre se cuece y dora el pan candeal del título de alguno de sus libros"

"Al penúltimo lo ha bautizado con el sugerente título de LA CASA DE LA SOMBRA, editado por “Liber Factory”. Que es la casa- una más- de la España Vaciada, en la que se desarrolla y pervive la historia de Exuperancio Reyvivo y de Rosamunda Pulido, 'felices ahora y de contento llenos'"

Es de lamentar que en los Seminarios, extintos o por extinguir, a los vocacionados -que no vocacionadas todavía-, al sacerdocio, no se les haya enseñado a jugar al mus. La enseñanza de tal disciplina hubiera alcanzado niveles tan altos de aprovechamiento que el de otras, tanto pastoral, como ética y convivencialmente. El juego del mus, y más en los Seminarios de las diócesis ya “vaciadas”, o en indeclinable camino de serlo, tendría que ser reivindicada y practicada como “obra de Dios” y anticipo y expresión de convivencia sinodal.

Las razones que algunos alegan para justificar aseveración tan desconcertante y atípica, tienen en cuenta circunstancias como estas:

El juego del mus, por “juego” y por ”mus,” es -sería- marco familiar, amistoso y social , que acompañará durante largas etapas de la vida en la plenitud y en el gozo de la jubilación y del adiós terrenal. El muses escuela de vida. Es esperanza, a la vez que realidad de conocimientos propios y ajenos. Es encuentro. Es Iglesia en pequeño o capilla, con su capellán, y buena parte del Credo. El mus es convivencia. Silencio y conversación. En ocasiones -pérdidas- es también enemistad, pero pasajera, que contribuye aún más a fundamentar el desencuentro en encuentro.

La propia definición e historia señalan que el mus, de cuyo término hay constancia ya en el año 1745 en el “Diccionario Trilingüe” (vasco, castellano y latín), es todo un tratado de estilo de vida cívica y convivencial. Mientras que los vascos reclaman la procedencia del euskera del término ”mus”, con el significado de “mosca”, “morro” o “beso”, referentes a los gestos que emplean sus participantes en el juego, otros recurren a etimologías latinas idénticas a las de “musitar”, “callado”, y en oposición a hablar.

Al juego del mus lo regula un reglamento y este no es solo uno, sino plural, lo que le aporta elementos imprescindibles para vivirlo en la realidad con connotaciones cívicas, sociales, políticas y aún religiosas Extendido sobre todo por España, algunos países hispanoamericanos y el Sur de Francia, el juego del mus es plural, pero uno a la vez. En estos tiempos de excentricidades excesivamente independentistas en los mítines-sermones de los políticos que repiten sus consignas hasta provocar nauseabundas reacciones, reducir los espacios a ellos dedicados a jugar partidas de mus, resultaría más beneficioso para la causa, educador y con mayor rentabilidad de fiabilidad y de votos.

Y, por fin y sobre todo, que no falte el órdago, o “envite en el que se apuesta el juego completo que, si es aceptado, el jugador que lo lance ganaría el juego sin impartir los tantos que haya habido hasta el momento. “Tantos”, “indicaciones o señas”, jugadas como las del “tío Perete o Pedrete”, del “sastre”, de “Madrid”, “mus vivo o revuelto” y otras muchas, son de uso obligado en cualquier planteamiento del juego del mus, por elemental básico y fundamental que sea y se afronte en el aprendizaje de los lúdicos y entretenidos envites.

Pero en el organigrama del preciado tiempo auroral de la jubilación en el marco de la “España Vaciada”, los hombres también juegan a la petanca, si el tiempo y las fuerzas lo permiten, se apuntan a algún viaje del benéfico “Imserso” y hablan, por activa y por pasiva, de las pastillas-fármacos que se toman, y de los caprichos que les consienten a sus nietos. Las jubiladas suelen ir a misa o al rezo del Rosario, en los pueblos en los que todavía hay curas, antes o después de haber pasado por la peluquería o de haber tertulianizado con la boticaria. Como a los curas no se les enseñó a jugar al mus, ¡hay que ver lo que se pierden y lo que pierde su vocación pastoral!

No obstante, ellos y ellas, aunque en proporción limitada, por lo de la “vista cansada”, dedican parte del tiempo a leer, y cuando por profesión u oficio anterior, también a escribir. Este es el caso ejemplar del amigo José Luís Martín prolífico bibliógrafo, en cuyo horno de carbón familiar siempre se cuece y dora el pan candeal del título de alguno de sus libros. Al penúltimo lo ha bautizado con el sugerente título de LA CASA DE LA SOMBRA, editado por “Liber Factory”, con 310 páginas y el original y atractivo diseño de cubierta de su hijo Cote Martín Velasco.

LA CASA DE LA SOMBRA es la casa- una más- de la España Vaciada, en la que “se desarrolla y pervive la historia de Exuperancio Reyvivo y de Rosamunda Pulido, “felices ahora y de contento llenos”, con su administrador Antonio de Siroque y sin faltar a la cita diaria “don Primitivo el cura de San Genovino, tal y como informó de ello Romualdo el Literato, cronista de la Villa, de cuya existencia todavía hay constancia geográfica en el mapa patrio con el nombre itinerante de “Cascajal de los Desamparados”.

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