Irene López Alonso hace y rehace con su libro los mismos caminos recorridos por multitud de refugiados El niño de los guantes de colores

Refugiados
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En El camino de los refugiados, de Irene López Alonso, el estilo, la composición, las personas elegidas, circunstancias y anécdotas, observaciones y detalles, atestiguan la realidad y el verismo de las narraciones, con primoroso sentido y estilo periodístico, a la vez que histórico

“La narración transmite la dureza de las circunstancias de quienes, huyendo del horror, se encuentran con que Europa les da la espalda, pero la humanidad de los personajes, sus recuerdos, relaciones e historias de vida dejan lugar a la esperanza en medio del desamparo”

Si en la dinámica y ardorosa proyección de los valores que se consideran como esencialmente religiosos, los relacionados con el “refugio” y los refugiados, son esenciales de por sí, todo lo que contribuye a su promoción y proyección será acogido con presteza, piedad y eficacia. 

A la palabra “refugio” la cortejan en todos los idiomas, con amabilidad y terneza, términos tales como “acogida, amparo, protección, ayuda y consuelo”. De manera más cálida, a la vez que substantivamente religiosa, es decir, humana, la orienta y define el concepto “camino” que fue y es lo que facilitó y facilita desvelar, presentir e iniciar que algún día llegara a granar la esperanza.

La palabra “refugio” es tan divina como humana. Las demás, por litúrgicas que sean, con ritos, revelaciones, cánones y olor a incienso, son asépticos y hasta farisaicos. El “refugio” como actividad, es ejercicio propiamente cristiano. “Dar posada al peregrino” —todos lo somos o lo hemos sido— es obra de misericordia que actualizan las circunstancias de lugar y de tiempo.

Precisamente por la capacidad de imaginación, de disponibilidad y praxis en relación con los refugiados, es lo que distinguirá a buenos y no tanto, en el examen de los comportamientos éticvo-morales que demanda el compromiso con quienes se dicen pertenecer a la Iglesia.

Francisco es la voz que clama en el frío cementerio sin lápidas del Mediterráneo
Francisco es la voz que clama en el frío cementerio sin lápidas del Mediterráneo

Si en la dinámica y ardorosa proyección de los valores que se consideran como esencialmente religiosos, los relacionados con el “refugio” y los refugiados, son esenciales de por sí, todo lo que contribuye a su promoción y proyección será acogido con presteza, piedad y eficacia. 

Y es en este contexto integral en el que me llegó la posibilidad de leer-releer, el libro El camino de los refugiados, publicado por el Grupo Editorial Luís Vives en la colección “Laude”, con sus 110 páginas e ilustraciones de Juan Ramón Alonso. La autora del texto es Irene López Alonso, quien haciendo y rehaciendo los mismos caminos recorridos por multitud de refugiados, heridos sus pies y sus almas por las  desgracias propias y ajenas, dejan retazos  de sus harapos  en los reducidos  rincones que les quedan en sus hatillos, para que todavía quepa alguna brizna de esperanza.

El camino —“Vía Crucis— recorrido por Irene acompañando a los refugiados, tiene metas dramáticamente coincidentes con los capítulos del índice, intitulados “Presevo, La salida de Siria, Turquía, Mar Egeo, Lesbos, Atenas,  Idomeni y otra vez Presevo”.

El estilo, la composición, las personas elegidas, circunstancias y anécdotas, observaciones y detalles, atestiguan la realidad y el verismo de las narraciones, con primoroso sentido y estilo periodístico, a la vez que histórico. 

El camino de los refugiados

“La narración transmite la dureza de las circunstancias de quienes, huyendo del horror, se encuentran con que Europa les da la espalda, pero la humanidad de los personajes, sus recuerdos, relaciones e historias de vida dejan lugar a la esperanza en medio del desamparo”.

El capítulo de la página 85, dedicado a Idomeni, portea el subtítulo de “El niño de los guantes de colores”.

Primero, Religión Digital

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