Comentario al Evangelio de la Solemnidad de Pentecostés Ojea: “El Espíritu mismo es el que crea la diversidad, la diversidad es rica, es necesaria”
“El Espíritu Santo, el amor de Dios se derrama en el corazón de la Iglesia y crea la misma Iglesia”
“El mal espíritu, llamado ‘diablo’ en la tradición bíblica, significa división, es el que separa, el que rompe la unidad, es el mal”
“Que el Señor nos conceda recibir el Espíritu Santo como pueblo, trabajando por la unidad en medio de la diversidad”
“Que el Señor nos conceda recibir el Espíritu Santo como pueblo, trabajando por la unidad en medio de la diversidad”
Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en América Latina y Caribe
En la solemnidad de Pentecostés, el obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Mons. Oscar Ojea, comenzó su reflexión diciendo que “el Espíritu Santo, el amor de Dios se derrama en el corazón de la Iglesia y crea la misma Iglesia”. Analizando las lecturas, destacó que “tanto la lectura de los Hechos, como la lectura del Evangelio, vemos algo común: en el libro de los Hechos se nos habla de un pueblo nuevo, en el Evangelio Jesús aparece a los apóstoles para darles un corazón nuevo”.
Diversidad y unidad en el Espíritu
Para Ojea, “un pueblo nuevo, en primer lugar, porque es diverso, la diversidad de lenguas. Los extranjeros que habían acudido a Jerusalén hablaban diversas lenguas, portaban diferentes culturas. El Espíritu mismo es el que crea la diversidad, la diversidad es rica, es necesaria. Pero al mismo tiempo que el Espíritu crea la diversidad, crea la unidad, todos entienden de lo que se está hablando, aunque hablen distintas lenguas. El Espíritu es armonía, el Espíritu cuenta con la diversidad, pero al mismo tiempo une esa diversidad no en una uniformidad, sino en una armonía”.
Según el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, “La tentación es centrarse en la diversidad y oponerse a la unidad, es ‘cortarse solito’ con aquellos con quienes nos entendemos solamente, con aquellos con quienes tenemos afinidad y desentendernos del resto como si no existiera”. Para el obispo de San Isidro, “esto es una tentación del mal espíritu. El mal espíritu, llamado ‘diablo’ en la tradición bíblica, significa división, es el que separa, el que rompe la unidad, es el mal espíritu. Y el Espíritu Santo es el que hace la unidad, vuelvo a decir, no como uniformidad sino respetando la diversidad. Esta es una tarea importantísima en la Iglesia en la que debemos crecer, la estamos llevando adelante en el Sínodo, como podemos, pero tenemos que ahondarla”.
El Espíritu del perdón
En segundo lugar, Ojea resaltó que “en el Evangelio. Jesús se presenta, sopla sobre los apóstoles y les regala el Espíritu Santo. Según el Evangelio de San Juan, el perdón de los pecados es el Espíritu del perdón, es el perdón la forma como el Espíritu encuentra para cambiar esos corazones. Hemos sido perdonados por Jesús, todos, esos apóstoles que habían intentado seguirlo pero que lo habían abandonado reciben el perdón y este perdón es como el que construye los cimientos de una nueva casa para comenzar de nuevo. Este perdón nos impide anclarnos en el pasado y vivir solamente de nostalgia del pasado y lanzarnos hacia el futuro sabiendo que el Señor nos ama, que el amor de Dios es lo más importante de nuestra vida, nos sostiene, y el sentirnos perdonados nos da todo el impulso para poder crecer de verdad”.
Finalmente, pidió “que el Señor nos conceda recibir el Espíritu Santo como pueblo, trabajando por la unidad en medio de la diversidad, y el corazón nuevo de quien se siente perdonado y es capaz de poner un horizonte nuevo en su vida”.
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