En ese momento, Jesús se da cuenta de que todo el grupo tiene mucho miedo. VI Domingo de Pascua - Jn 14, 15-21. En la intimidad con Jesús, el secreto de los encantados

VI Domingo de Pascua - Jn 14, 15-21. En la intimidad con Jesús, el secreto de los encantados
VI Domingo de Pascua - Jn 14, 15-21. En la intimidad con Jesús, el secreto de los encantados

  "En el texto evangélico que leímos el domingo pasado, Jesús les recomienda que no se dejen vencer por el miedo y les asegura que vendrá a acompañarles en su camino pascual".

"Pero para Jesús, el Paráclito es como otra forma de continuar su presencia en el grupo. Ahora será una presencia permanente".

"Hoy estamos llamados a hacer esta experiencia y reconocer al Señor Resucitado presente en nuestras relaciones de amistad y en la entrega de nuestros compañeros de camino de nuestros grupos y comunidades".

           En este Sexto Domingo de Pascua, el Evangelio leído por las comunidades (Jn 14,15- 21) continúa las afectuosas palabras que, según el Cuarto Evangelio, Jesús dirigió a los discípulos en la cena, antes de partir hacia el huerto donde sería arrestado y, desde allí, llevado a la tortura y a la muerte. En ese momento, Jesús se da cuenta de que todo el grupo tiene mucho miedo. Para estos hombres y mujeres, venidos todos de Galilea, el ambiente urbano de Jerusalén, que para la semana de Pascua estaba especialmente tomado por los soldados romanos y los guardias del Templo judío, era ya muy tenso. Las relaciones eran tensas. Más aún para el grupo de galileos que acompañaban al profeta que no era bien visto por los religiosos del templo. Sabían que quien fuera visto junto a Jesús sería perseguido junto a él.

            En el texto evangélico que leímos el domingo pasado, Jesús les recomienda que no se dejen vencer por el miedo y les asegura que vendrá a acompañarles en su camino pascual (14,1-12). Y concluye: "Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él lo hará" (14,13-14). Ahora bien, en este pasaje que hemos escuchado hoy, Jesús pide que la alianza sea recíproca. Como si dijera: Si todo lo que pedís, el Padre os lo da y lo que yo pido viene del Padre, entonces debéis hacer lo que yo pido (14, 15). En nuestras relaciones afectivas, hacemos lo mismo. Cuando amamos a alguien, nuestra alegría es hacer lo que a esa persona le gusta. Quien ama busca conocer el gusto del amado para hacer lo que le gusta. Jesús tenía una relación así con sus discípulos. Hago lo que me pedís. Haced también vosotros lo que yo os pida. En aquella hora en que los dejaría, lo que Jesús les pide es que guarden su Palabra. Como en Caná, el mejor vino se había guardado para el final (2,10) y como María de Betania, la hermana de Lázaro, había guardado un perfume muy caro para preparar su entierro (12,7). Las palabras de Jesús son como el mejor vino y el perfume precioso que los discípulos deben guardar, no para sí mismos, sino para los demás.

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            Antes de partir, Jesús hace esta cariñosa recomendación al grupo más íntimo de sus discípulos. Jesús crea una atmósfera de afecto impresionante. ¡Qué diferencia y qué contraste con la frialdad de la mayoría de nuestras celebraciones eucarísticas! Ahora podemos sentirnos en aquella sala y asimilar por nosotros mismos estas palabras de Jesús. Comprendemos que en la raíz de nuestra vida hay una relación de amor. Y este amor es energía. Es fuerza para liberarnos del miedo. En aquel momento de la cena, por mucho que Jesús les dijera que les llevaría con él por el camino de la Pascua, ellos seguían muertos de miedo. Entonces Jesús les dice: "No os dejaré huérfanos. De hecho, me voy al Padre, pero el Padre y yo os daremos otro protector o compañero y defensor del grupo”.

            En el lenguaje común, el término griego “Paráclito” significaba abogado. Jesús utiliza este término cuando habla de un tribunal y de defensa jurídica (15, 26-27). Pero para Jesús, el Paráclito es como otra forma de continuar su presencia en el grupo. Ahora será una presencia permanente (se quedará contigo para siempre). Presencia en el corazón de la comunidad y en lo más íntimo de cada uno de nosotros. Jesús llama a esta presencia íntima en nosotros el Espíritu de la Verdad. En griego, el término Pneuma es neutro. Traduce el hebreo Ruah (femenino) que, con la evolución de la lengua, pasó a significar aliento, viento. Sin embargo, los exégetas europeos y, entre nosotros, Leonardo Boff y Enrique Dussel, muestran que este término significaba toda la atmósfera. Ruah es la naturaleza misma que es vida, que parece en su conjunto un organismo vivo, como reconocen hoy varios científicos. Pero ya lo decían las tradiciones espirituales de los pueblos originarios. En su libro sobre historia latinoamericana, Dussel muestra que la Ruah (espíritu) hebrea corresponde a la Pachamama andina. Leonardo sostiene que es el mismo Axé de la cultura Yoruba. Si esto es así; si, para hablar de su presencia permanente con nosotros, Jesús eligió esta palabra, sabiendo la carga cultural que tenía este término, tenemos que dar un paso más en el camino de la fe.

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            A partir de Pascua, la presencia de Jesús con nosotros ya no se da en su forma histórica. Pablo escribió: Si alguien lo ha conocido así, ya no lo conoce de la misma manera (2 Cor 5,14 ss). Jesús ya no aparece en su cuerpo histórico. A partir de la resurrección, Cristo resucitado es Cristo en forma de comunidad (esto es lo que decía Bonhoeffer, teólogo alemán). Pero, además, el Evangelio de Juan nos dice que esta presencia se realiza a través del Espíritu y del universo, a través de la naturaleza (Ruah) en la que se manifiesta la energía del amor divino.

El documento final del Sínodo para la Amazonia y el Papa Francisco en su exhortación postsinodal nos dicen que la misión cristiana comienza por escuchar al otro y que es necesario valorar y aprender de las espiritualidades indígenas (chamánicas) y afrodescendientes. Pero a menudo esto se sigue viviendo como un método de inculturación de la fe. Las tradiciones espirituales indígenas o negras son escuchadas y valoradas para saber cómo transmitir la fe cristiana a estas culturas. Hoy tenemos un reto más amplio.

            Más que nunca, necesitamos valorar las tradiciones espirituales indígenas y afrodescendientes por sí mismas. Necesitamos descubrir al Espíritu presente en ellas y lo que nos dice a través de ellas. Las personas que siguen tradiciones chamánicas o afrodescendientes creen en el Espíritu presente en las aguas, la madre tierra, las plantas y los animales. Como cristianos, Jesús nos llama a acoger al Espíritu presente en el universo y a descubrir en él el Amor Divino, el Espíritu Santo que nos prometió y nos dio en su Pascua.

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            Hoy estamos llamados a hacer esta experiencia y reconocer al Señor Resucitado presente en nuestras relaciones de amistad y en la entrega de nuestros compañeros de camino de nuestros grupos y comunidades. Aquí en Brasil, en este momento especial, estamos llamados a contemplar el amor divino en las expresiones espirituales de los pueblos originarios, en el culto a los antepasados, en la relación con las Embrujadas, en las manifestaciones de los Orixás, en la Jurema o en el Santo Daime, así como en las fuerzas de la naturaleza tan agredidas, el Espíritu Santo viene a nosotros como en un nuevo Pentecostés y nos revela la presencia del Resucitado que quiere resucitarnos a nosotros y al mundo con Él. Preparémonos para este nuevo Pentecostés.

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