La reflexión del Celam en el 53º Congreso Eucaristico Jaime Spengler: "Para construir fraternidad necesitamos de conversión"

Spengler
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"La crisis ecológica que vivimos está relacionada con la pérdida de sacralidad de los elementos de la naturaleza en nuestra cultura"

"La Eucaristía no nos aleja del mundo. Al contrario, nos introduce en el mundo"

"Tomando el mundo en nuestras manos, integrándolo creativamente y remitiéndolo a Dios, cooperamos a liberar la creación de sus límites, curando las heridas y promoviendo así la vida"

Fraternidad para sanar el mundo es el tema del 53º Congreso Eucarístico Internacional que se desarrolla en Quito del 8 al 15 de septiembre.

Jornadas dedicadas a la escucha, la reflexión y el intercambio de experiencias que convocan e interpelan ante una realidad que no puede negarse, el mundo está herido por causa del pecado, la indiferencia y el egoísmo que nos impiden preguntarnos por nuestro hermano, el que sufre, el que sobrevive al dolor, el que a nadie importa.

La agenda de este 9 de septiembre en el 53º Congreso Eucarístico se inició con la celebración eucarística presidida por Mons. Jaime Spengler.

El arzobispo de Porto Alegre aseguró que el congreso es una oportunidad para rescatar la importancia de la Eucaristía en la vida de nuestras comunidades, las mismas que se nutren de ella y de alguna forma les devuelve la esperanza ante realidades marcadas por ingentes necesidades materiales y espirituales.

El cuerpo y la sangre de Cristo son una manifestación inmediata y concreta de la pura gratuidad de la vida. Y el congreso eucarístico es la manifestación de “una comunidad reunida para acoger la palabra. Una Palabra que es luz para nuestros pasos, elecciones y decisiones. Una comunidad reunida para compartir el Cuerpo y la Sangre del señor”.

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Testimonio de comunión

Para Spengler la presencia del Consejo Episcopal Latinoamericano y Caribeño, en el 53º Congreso Eucarístico es muestra de la comunión y unidad por la que se trabaja a diario en el continente y que ahora se une a las delegaciones de todo el mundo en la búsqueda de fraternidad y las mejores maneras para alcanzarla. “¡Estamos llamados a ser una fraternidad que se alimenta del cuerpo y de la sangre del Señor para sanar al mundo! Una fraternidad que se reúne en asamblea en torno a la mesa de la Palabra y del Cuerpo del Señor”, indicó.

Profundizando en esas heridas que nos afectan a todos más allá de las nacionalidades, el prelado dijo que además de la miseria, el hambre, la pobreza y la violencia, la crisis ecológica es la otra gran herida del mundo. “Una herida que estamos invitados a curar porque somos el puente entre Dios y el mundo, también somos responsables del destino de la creación”, afirmó.

Situación ante la que considera es oportuno preguntarse qué mundo deseamos dejar a las futuras generaciones porque de ese cuestionamiento dependen nuestras elecciones y la creación merece toda nuestra atención y esta es una forma de aportar en la sanación de una de esas heridas.

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Sacerdotes de la creación

“Para construir fraternidad necesitamos de conversión personal, conversión del corazón porque no podemos promover la paz, si no nos convertimos al Evangelio de Jesucristo porque es a partir de la conversión personal como podemos pensar en un mundo fraterno, siguiendo los valores del reino de Dios”.

El próximo año, la COP30 se celebrará en la ciudad de Belém, Brasil y en palabras de Mons. Spengler las reflexiones y debates que allí se darán constituyen “una oportunidad privilegiada para que los discípulos de Jesús expresen lo que son: ¡sacerdotes de la creación! Sacerdotes de la creación en un mundo herido, decididos a ofrecer al Padre los dones de la creación; deseosos de cooperar en la curación de las heridas del mundo; dispuestos a dar testimonio del poder del amor que da vida a todas las cosas” una oportunidad que no se refiere a la consagración a la vida sacerdotal o religiosa, sino que se extiende por la gracia bautismal y corresponde y compromete a todos.

“Todos participamos del sacerdocio de Cristo por tanto podemos comprender como sacerdotes de la creación que Dios nos ofrece y de la que disfrutamos sus mejores frutos. Ante esa generosidad solo podemos actuar como custodios y no, los encargados de devastar o acabar con su riqueza”, concluyó.

La Eucaristía no nos aleja del mundo. Al contrario, nos introduce en el mundo. La Iglesia siempre ha reconocido un fuerte vínculo entre la Eucaristía, la vida comunitaria, la sociedad y la creación.

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