Presidente del episcopado ecuatoriano analiza fallo sobre eutanasia Luis Cabrera: "¿Quién califica la intensidad del dolor o del sufrimiento? ¿El paciente? ¿El médico? ¿El representante?"
El Estado ecuatoriano debe crear un reglamento que regule la práctica de la eutanasia
“La eutanasia desconoce la dignidad de todas las personas, haciendo una discriminación injusta entre quienes merecen vivir, recibir ayuda y atención y quienes no”
"No hay que olvidar que el ser humano no sólo es biología y psicología, sino también alguien que tiene convicciones éticas y espirituales capaces de transformar el dolor en un motivo de entrega a los demás e incluso, para los creyentes, al mismo Dios"
"No hay que olvidar que el ser humano no sólo es biología y psicología, sino también alguien que tiene convicciones éticas y espirituales capaces de transformar el dolor en un motivo de entrega a los demás e incluso, para los creyentes, al mismo Dios"
La demanda interpuesta por Paola Roldán contra el estado ecuatoriano concluyó con un fallo de la corte constitucional que despenaliza la eutanasia. Después de una batalla legal de varios meses el dictamen del organismo afirma que la medida que penaliza la muerte asistida es ilegal.
Esto quiere decir que el Estado ecuatoriano debe crear un reglamento que regule la práctica de la eutanasia. Una medida controvertida en un país mayoritariamente católico para quienes la vida debe ser respetada desde la concepción hasta la muerte natural.
Paola Roldán es una mujer de 43 años, padece Esclerosis Amiotrófica Lateral (ELA), una patología degenerativa que produce dolores fuertes y una incapacidad progresiva. La decisión de la corte considera la eutanasia como un medio para alcanzar una muerte digna por lo que no podrá considerarse como un homicidio y los médicos que la apliquen no irán a la cárcel.
Mitigar el sufrimiento
Se trata de un tema que cuestiona y divide, el Estado argumenta su deber de mitigar el sufrimiento de las personas y la protección que debe ejercer para evitar que sufran por tratos crueles y denigrantes.
Mons. Luis Cabrera presidente de la Conferencia Episcopal ecuatoriana recuerda que la vida es un don de Dios y que el derecho a la vida, como todos los derechos humanos, es irrenunciable. “La eutanasia desconoce la dignidad de todas las personas, haciendo una discriminación injusta entre quienes merecen vivir, recibir ayuda y atención y quienes no”.
- Tras el debate ético, médico, jurídico y social que se ha dado en Ecuador sobre la eutanasia. ¿Cuáles son los principales efectos del fallo de la corte constitucional?
En primer lugar, decir que no fue posible un debate amplio desde todos estos aspectos: jurídico, ético, médico, social y también espiritual. Lamentablemente, la inmensa mayoría de la población ecuatoriana estuvo al margen de este; ni siquiera todas las asociaciones médicas tuvieron un papel preponderante, menos aún los grupos provida.
Dentro de los efectos están que las instituciones sanitarias pongan el acento más en esta posibilidad jurídica de acabar con la vida, bajo las condiciones señaladas, que, en promover un sistema de cuidados paliativos, como también de buscar otras formas para aliviar el dolor y ojalá suprimirlo.
En segundo lugar, está que los enfermos que sufren intensos dolores y que no son capaces de expresar su deseo de morir, puedan perder su vida arbitrariamente por la decisión de otras personas o instituciones incluso por razones que los consideren una carga para la familia y al Estado. Y que las nuevas generaciones, desde el punto de vista cultural, asimilen una mentalidad promuerte ante las mínimas dificultades que puedan tener; y no luchen por vivir con dignidad.
Las dudas
¿Para la Iglesia ecuatoriana el fallo tiene vacíos?
En la sentencia, hay tres grandes vacíos relacionados con la libertad, la intensidad de dolor y la tipificación de las enfermedades graves e incurables y las lesiones corporales graves e irreversibles que me plantean distintas preguntas.
En primer lugar...¿Puede una persona tomar decisiones libremente cuando está bajo la intensidad del dolor que, en ciertas circunstancias, disminuye y hasta bloquea la capacidad para pensar y decidir?
La sentencia parte del supuesto que la persona, en todo momento y, especialmente, cuando experimenta un dolor intenso, es totalmente libre, autónoma e independiente. La realidad nos demuestra que no es así. Una persona no solo bajo la presión del dolor, sino también de otras emociones fuertes, como el miedo, el enojo, los celos, no siempre piensa y toma las mejores decisiones.
En segundo lugar, podemos pensar…¿Quién cualifica la intensidad del dolor o del sufrimiento?: El paciente? ¿El médico? ¿El representante? Seguramente, será la ley y reglamento los que especifiquen. Sin embargo, queda un espacio muy grande para la subjetividad. El dolor físico o psicológico para algunos puede ser intenso e insoportable y para otros leve.
No hay que olvidar que el ser humano no sólo es biología y psicología, sino también alguien que tiene convicciones éticas y espirituales capaces de transformar el dolor en un motivo de entrega a los demás e incluso, para los creyentes, al mismo Dios; sin por ello, caer en el masoquismo ni en el sadismo, como tampoco en una pasiva resignación.
Y finalmente ¿Con qué parámetros médicos y éticos se puede considerar una enfermedad grave e incurable o una lesión corporal grave e irreversible?
Si la ley y el reglamento no lo determinan con precisión, estarían en un serio peligro las personas con discapacidad física o psíquica, ya sea de origen genético o adquirido. No nos olvidemos que, históricamente, la eutanasia se practicaba en la antigüedad para eliminar a los nacidos con deformaciones físicas y psíquicas y también a los ancianos; y que, además, fue instaurada en los campos de concentración para acabar con la vida de aquellas personas que, según sus autores, no tenían derecho a vivir.
La Iglesia propone una ley de cuidados paliativos... ¿En qué consiste esta iniciativa?
De hecho, ya existen estos sistemas de cuidados paliativos, pero son insuficientes; lamentablemente, como señalamos, apenas el 3.5% tiene acceso. Dicho de otra manera, el 96, 5% no goza de este beneficio.
Como iglesia, tenemos algunos centros con cuidados paliativos, justamente para acompañarlos médica psicológica y espiritualmente, de tal manera que su dolor se alivie. Por eso hacemos un fuerte llamado a las entidades estatales y sociales para que inviertan más en cuidados paliativos y que no vean la solución más fácil como es la eutanasia.
Si bien la enfermedad, que provoca el sufrimiento y la muerte, es un aspecto de la condición humana, la ciencia médica está llamada a identificar y superar las causas de esta. Para ello, lógicamente, es necesario invertir en investigación. De este modo, se podría si no erradicar la enfermedad, al menos encontrar algún modo para aliviar el sufrimiento intenso y una muerte angustiante.
La tarea de vivir
La Comisión Nacional de bioética en salud afirma que la vida es un derecho y no una obligación... ¿Qué opinión le merece este concepto?
Nadie se da la vida a sí mismo. La vida, es un don que hemos recibido de un padre y de una madre; y, para los creyentes, en última instancia, de Dios como fuente la vida. Por este motivo decimos que la vida es sagrada. Jurídicamente, la vida, desde su concepción hasta la muerte natural, como los otros derechos, según nuestra doctrina, son inherentes a la naturaleza humana.
Los derechos, por lo tanto, no son concesiones del Estado ni tampoco consensos de algunos grupos. Por este motivo, la ley está llamada, a reconocer, respetar, defender, promover y garantizar todas las condiciones para su desarrollo pleno.
La vida también es una tarea o un deber de cuidarla y no destruirla. De este modo, la vida como un don, un derecho y un deber son perfectamente compatibles; más aún, son tres dimensiones inseparables de la existencia humana.
¿Cuál es su mensaje para los pacientes y familias que piensan en la eutanasia como una alternativa al padecer los rigores de la enfermedad?
Como cristianos y consagrados, estamos llamados a asumir los mismos sentimientos de Cristo que, ante un enfermo: luego de mirarlo, se compadecía de él y, si lo pedía, lo curaba.
Si bien nosotros no tenemos el poder para curar a los enfermos y así aliviar y hasta eliminar el dolor intenso, sí podemos acompañarlos espiritualmente en su desenlace, ayudándoles a que den un sentido de trascendencia a su dolor. Igualmente, podemos hacer nuestra la oración del leproso dirigida a Jesús: “Señor, si tú quieres, puedes curarme”. De este modo unimos lo que la ciencia médica nos ofrece hasta ahora y la confianza en el Señor que nos mueve para seguir adelante.
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