Confiar... Alguna señal milagrosa
Cuando la vida no nos va por los derroteros que consideramos “justos” o “normales”, a la mayoría nos gustaría ver un milagro, pero un milagro que lo recondujera todo por los caminos que teníamos previstos en tantos ámbitos.
| Gemma Morató / Hna. Carmen Solé
El capítulo 12 de San Mateo recoge una expresión que atribuye a los fariseos y maestro de la ley: “Maestro queremos verte hacer alguna señal milagrosa”.
Cuando la vida no nos va por los derroteros que consideramos “justos” o “normales”, a la mayoría nos gustaría ver un milagro, pero un milagro que lo recondujera todo por los caminos que teníamos previstos en tantos ámbitos.
¿No nos gustaría acaso recomenzar este año 2020 y no encontrar en él ningún tropiezo tan grave como el que nos toca vivir con la enfermedad acechando a todos y a todos los aspectos de la sociedad?
¿Pero puede existir un milagro que como tal reconozcamos todos? ¿No es ya acaso un milagro que aun en las circunstancias normales sigamos viviendo?
En verdad ¿qué pedimos, qué pido cuando pido un milagro? Muchas veces esta súplica va teñida de egoísmo, o por lo menos de una mirada demasiado centrada en mi mundo concreto, un mundo que no ve más allá de lo que alcanza mi pobre visión.
Sería un milagro poder ser capaz de tener una visión amplia de cuanto ocurre a mi alrededor, de todo cuanto viven las personas con las que coincido en el trabajo, en la casa, ampliando mi pequeño mundo sin caer en el desasosiego que el mañana tan incierto nos hace ver.
Pero ese milagro no sería para “verlo hacer” como piden en esta expresión evangélica, igual como quien contempla una obra de teatro o cualquier manifestación artística. Los milagros han de vivirse, porque antes han de rezarse y suplicarse, y seguramente solo se pueden ver si estamos dispuestos a vivir plenamente los cambios que cualquier “milagro” puede significar para la vida de cada uno.