Solidaridad... Cuida de él

Cuida de él
Cuida de él

No pasar de largo ni mirar hacia otro lado, hay que acercarse primero a la persona

En la parábola del buen samaritano, escuchada y orada tantas veces, en esta ocasión me ha llamado la atención las siguientes palabras: “Cuida de él…”. El mensaje en este evangelio de San Lucas, es claro: Amemos a nuestro prójimo como Jesús nos amó, hasta el punto de dar su propia vida.

Ahora bien, nos toca descubrir quién es mi prójimo, quien me necesita y más aún si estoy dispuesto a “Cuidar de él”. A lo largo de nuestra vida, seguro que hemos vivido momentos en que hemos cuidado o nos han cuidado; donde hemos palpado la fragilidad del que nos necesita o a quien necesitamos; siempre se hace más fácil cuando existen lazos pero Jesús nos invita a ir al encuentro de aquél que nos necesita, de los rostros desconocidos, a acoger a aquél que lo necesita desde un corazón abierto y disponible porque el otro me importa. Hagamos lo mismo, amemos sin condiciones, no demos ningún rodeo en nuestra vida si no más bien, estemos atentos a dar la mano.

Jesús en dicha parábola nos muestra los pasos a seguir: no pasar de largo ni mirar hacia otro lado, hay que acercarse primero a la persona, y después cuida, cura, lo lleva a una posada, se preocupa y ama, porque solo quien es capaz de amar sale de sí mismo y va hacia los otros, solo desde el amor puede haber entrega y generosidad “Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta”.

“En aquel tiempo, se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: –Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? El le dijo: –¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella? El letrado contestó: –«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» El le dijo: –Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida. Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús:  –¿Y quién es mi prójimo? Jesús dijo: –Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: –Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.  ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? El letrado contestó: –El que practicó la misericordia con él. Díjole Jesús: –Anda, haz tú lo mismo.” (Lc 10,25-37)

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