¿La razón del más fuerte es siempre la mejor? Cada uno de nosotros lo ha constatado, es el más fuerte que a menudo ha tenido la razón. No tenía ni los mejores argumentos, ni la más noble intención, sólo tenía más dinero, más malicia o más sangre fría.

¿Y Dios, al que llamamos el todopoderoso en nuestra liturgia, por qué no arregla dicha cuestión en un abrir y cerrar de ojos? Él es más poderoso.

Además, puesto que Dios es infinitamente bueno, imposible que todo esto dependa de nosotros, depende de Él. Pero parece que Dios ha escogido otro camino, lo hemos visto en esta última Semana Santa, en la que el odio quiso vencer al amor. Así en la Biblia, el pequeño David extermina al terrible Goliat.

Dios ha venido a este mundo como un niño débil hasta morir en una cruz siendo uno de los nuestros. Ha vivido nuestra debilidad, pero con la fuerza de Dios ha vivido esta realidad, Él domina todo el universo.

He aquí el ejemplo que debemos seguir. Los poderosos están siempre confiados en su propia fuerza y su suficiencia. Aprendamos que el egoísmo conduce a nuestra pérdida, reconozcamos nuestra debilidad y nuestra dependencia en Aquél que tanto nos ama. ¡Tu Dios será tu fuerza!