La ley dada por Yahvé a Moisés en el Sinaí no era una camisa de fuerza para los israelitas sino mejor, una guía. Pero cuando vino Jesús la perfeccionó con la
ley del amor. Su ley era:
“Amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 13,34), lo dijo antes de entregar su vida. Ya anteriormente había dicho:
“No penséis que he venido a anular la ley y los profetas; no he venido a anularla sino a darle pleno cumplimiento” (Ma 5,17).
San Pablo, el celoso fariseo dice a los filipenses:
“En cuanto a la interpretación de la ley judía, pertenecí al partido de los fariseos y era tan fanático que perseguía a la iglesia; y en cuanto al cumplimiento de la ley, nadie tuvo nada que reprocharme. Pero todo esto, que antes era muy valioso para mí, ahora, a causa de Cristo lo tengo por algo sin valor… Por causa de Cristo lo he perdido todo, y todo lo considero basura a cambio de ganarlo a él y encontrarme unido a él; no por una justicia propia basada en la obediencia a la ley, sino por la fe en Cristo, por el cual Dios me hace justo” (cfr Fi 3, 6-9).
Y el evangelio de Juan en su capítulo 1,17 nos dice:
“La ley nos fue dada por Moisés, la Gracia y la verdad por medio de Jesucristo”.Texto: Hna. María Nuria Gaza.