Gracias Señor... Tomarse de la mano
A lo largo de nuestra vida, tenemos contacto con mucha gente pero también sabemos que las de verdad, con quien siempre podrás contar serán bien pocas y auténticas. Tomarse de la mano, es acoger la vida del otro con todo lo que vive, en todo momento y mucho más cuando más se necesita.
| Gemma Morató / Hna. Ana Isabel Pérez
Hace unos días hablaba con alguien que me decía cómo en el momento más difícil que atravesaba, le hizo falta la cercanía de algunas personas, una palabra, una llamada, etc.… pero también hubo gente que no esperaba y supo estar bien cerca, animando, dando luz, orando y fueron de gran ayuda. Son esas personas las que ahora más que nunca están en su vida, porque supieron dar la mano en el momento en que más lo necesitaba y las tiene bien presentes en la oración.
A lo largo de nuestra vida, tenemos contacto con mucha gente pero también sabemos que las de verdad, con quien siempre podrás contar serán bien pocas y auténticas. Tomarse de la mano, es acoger la vida del otro con todo lo que vive, en todo momento y mucho más cuando más se necesita.
Y todo ello, es siempre una acción de gracias a Dios por esas personas que forman parte de nosotros, que caminan también con nosotros, que sabemos que van a estar, que serán siempre esa luz que brilla más en la oscuridad y que también ilumina con el buen tiempo.
Sin duda, que son muchas las experiencias que vamos viviendo y en todas ellas tenemos rostros bien concretos, con los que se han creado lazos, hay confianza y nos importan mucho.
Gracias Señor por las personas que nos arropan, que están ahí, bien cerca, dispuestos a tomarnos de la mano y sencillamente se trata de palpar que no se está solo, que en las dificultades se hacen más llevaderas cuando son compartidas en confianza, hay cariño y las alegrías las gozas también en la alegría del otro.
“Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre” (Salmo 121)