En plenitud... Vida verdadera
En nuestra vida no nos podemos conformar con vivir, sino que hemos de vivir y vivir en plenitud, vivir con alegría y generosidad que es lo que hace que seamos felices.
| Gemma Morató / Hna. Conchi García
En medio de muchos sucedáneos de vida encontramos la cita de Juan 14, 6: “Yo soy el camino la verdad y la vida”, y te hace cuestionarte sobre el camino verdadero que existe entre las muchas encrucijadas y espejismos en nuestro caminar.
En nuestra vida no nos podemos conformar con vivir, sino que hemos de vivir y vivir en plenitud, vivir con alegría y generosidad que es lo que hace que seamos felices. Para poder vivir de esta forma, en plenitud, lo hemos de hacer teniendo en cuenta un verbo que se utiliza en el evangelio de Juan: “perisséuein” en griego, que significa la sobreabundancia, el derramarse. Igual que Jesús hizo con el vino en las bodas de Caná, o la multiplicación de los panes y peces o la sobreabundancia del amor del buen pastor. Nuestra vida, la vida cristiana, se identifica con esta sobreabundancia y desmesura, es decir, un amor que crece hasta desbordar la copa.
Pero para ello hemos de quererlo, desearlo y buscarlo. El don a veces está, pero no en activo, otras veces ni nos lo planteamos o lo rechazamos y otras hay que, simplemente, recibirlo y abrirse a él. Jesús aquí es el verdadero entre las mil encrucijadas de la vida, por su manera de vivir, de darse y de amar de manera desbordante, no es tanto un modelo, sino que Jesús es el principio, como decía Karl Rahner.
Confiemos en ese principio, que es Jesús, y vivamos más a su forma, de esta manera que es darse por completo, derramemos lo que somos de bueno, en abundancia y vivíamos desde el corazón y desde la gratuidad, único camino de gozo profundo decía San Ignacio de Loyola.