| Gemma Morató / Hna. María Nuria Gaza
En la mayoría de las civilizaciones los lazos familiares son considerados como esenciales para la estabilidad social. La pertenencia a una familia es un medio protector que alimenta en primer lugar nuestra construcción personal. En todo caso debería serlo. Más que esto, la pertenencia a una familia es un derecho y no se duda en hacer búsquedas genéticas con el ADN para verificar los ligámenes de parentesco entre dos personas. Por la sangre cada uno de nosotros hereda un patrimonio que de cierta forma le caracteriza e influye sobre su evolución.
Cuando Jesús parece poner en cuestión los lazos que lo unen a sus parientes, especialmente a su madre María que ha velado por él del pesebre a la cruz, uno queda un tanto estupefacto. Por tanto, hay que aceptar y entender que el Evangelio relativiza la noción de familia en el sentido carnal y la prioridad de los lazos de sangre: “¿Quien es mi madre, quienes son mis hermanos? Jesús se hace provocativo para recordarnos que pertenecemos a una familia universal y que todos tenemos el mismo Padre.