Viernes Santo... La hora de Getsemaní
¡Qué difícil una palabra en la hora de Getsemaní! Es ahí donde el silencio emana, donde la oscuridad parece que se instaló para quedarse, donde las preguntas surgen sin respuestas e incluso la “desesperación” parezca tener la última palabra pero es ahí, donde las lágrimas limpian el alma, donde queda nada y queda todo, acercarnos a Jesús en esa hora de Getsemaní, para llorar, gritar, acompañar, buscar la voluntad del Padre y estar a su lado para dejadnos acompañar por Él en la noche oscura. Que ahí sepamos encontrarte.
| Gemma Morató / Hna. Ana Isabel Pérez
Leía una entrevista en la que alguien había perdido muchas personas en su vida y no era muy mayor, golpes duros, sin duda, que no fue una lectura para relajarse pero sí daba qué pensar su verdadero testimonio desde la experiencia del dolor, porque teniendo tanto para quejarse y no exento del sufrimiento, daba gracias precisamente por esas personas queridas que ya no están, por haber formado parte de su vida.
Hay situaciones que nos desbordan e incluso llega un momento que cuesta qué decir, y a la vez quieres estar cerca de las personas que sabes que están viviendo un viernes santo cotidiano en el dolor, donde la Semana Santa será más significativa porque está tocando las entrañas del sufrimiento ¡Qué difícil una palabra en la hora de Getsemaní! Es ahí donde el silencio emana, donde la oscuridad parece que se instaló para quedarse, donde las preguntas surgen sin respuestas e incluso la “desesperación” parezca tener la última palabra pero es ahí, donde las lágrimas limpian el alma, donde queda nada y queda todo, acercarnos a Jesús en esa hora de Getsemaní, para llorar, gritar, acompañar, buscar la voluntad del Padre y estar a su lado para dejadnos acompañar por Él en la noche oscura. Que ahí sepamos encontrarte.
“Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba diciendo: Padre, si quieres aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya…Y sumido en angustia, insistía más en la oración” (Lc 22,41-43).