El milagro de la vida cotidiana

Milagros
Existen muchos pasajes en el Nuevo Testamento que nos hablan de los milagros de Jesús. La vida de Jesús está llena de palabras, acciones y gestos donde muchos de ellos van acompañados de un milagro. Ciertamente, hoy día, hablar de milagro resulta un tanto difícil, porque lo asociamos a algo material, físico y extraordinario, aunque por otra parte también hablamos de casualidades.

Muchos de los milagros de Jesús, fueron curaciones físicas de endemoniados, ciegos, cojos… en definitiva, enfermos. Jesús toca el corazón de estas personas y la fe hace el resto: “si tú quieres puedes curarme” le dice el leproso, y en otra ocasión el centurión afirma: “no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”. Un milagro comienza por la confianza en la otra persona, en este caso, en la persona de Jesús. Confiaron en que Jesús podía hacer el milagro, por ello sucedió lo que tenía que pasar. Cuando se deja de lado, se desprecia o simplemente no se acepta… posiblemente no ocurra nada. Dios entra en la vida de las personas, pero no lo hace por la fuerza, “pedid y se os dará…, llamad y se os abrirá…”.

Los milagros no son cosa del pasado si no que rondan nuestra vida constantemente. Pero no suceden haciendo demasiado ruido, si no que están en la vida cotidiana, porque un milagro es que amemos a quien nos ofendió, milagro es que se luche por conseguir la paz y en muchos momentos conocemos personas que lo hacen, milagro es dar lo que tenemos a otra persona que está en peores condiciones que nosotros, milagro es saber perdonar con todas las consecuencias, es decir, aprendiendo a olvidar, milagro es… ¡tantas cosas! que no apreciamos o no valoramos como lo que son. Por ello, creo que todos y cada uno de nosotros podemos y hemos dado lugar a un milagro, no perdamos la fuerza y la alegría de vivir en esta sintonía de hacer de lo pequeño el milagro más grande para las personas que nos rodean.Texto: Hna. Conchi García.
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