El "mártir viviente" de Albania recibe el calor del Papa Cardenal Simoni: "Celebré misas en las alcantarillas, delante de 200 personas. Si alguien me hubiera acusado, me habrían ahorcado"
"La edad se cuenta con los años, pero la salud está en manos del Señor. Se llora cuando alguien muere pero la materia muere, el espíritu es inmortal"
"El homenaje del Santo Padre es una flor para toda la Iglesia"
"Estoy vivo gracias a Dios. Incluso cuando era párroco en las montañas de Albania, muy lejos, cuatro veces corrí el riesgo de caer a mil metros del abismo a causa del hielo. Y me salvé... Todo es providencia divina"
"En la misa había musulmanes llorando: amigos, muy buenos amigos, con grandes lágrimas porque el Espíritu Santo los atraía. Un profesor musulmán muy simpático y su mujer agarraban uva de la nevera. Y las exprimíamos para hacer vino"
"Estoy vivo gracias a Dios. Incluso cuando era párroco en las montañas de Albania, muy lejos, cuatro veces corrí el riesgo de caer a mil metros del abismo a causa del hielo. Y me salvé... Todo es providencia divina"
"En la misa había musulmanes llorando: amigos, muy buenos amigos, con grandes lágrimas porque el Espíritu Santo los atraía. Un profesor musulmán muy simpático y su mujer agarraban uva de la nevera. Y las exprimíamos para hacer vino"
| Salvatore Cernuzio
(Vatican News).- Mientras habla con los medios de comunicación vaticanos en una sala de la Casa Santa Marta, donde se encuentra como huésped, el teléfono del cardenal Ernest Simoni -el cardenal albanés que sobrevivió a las persecuciones del régimen comunista y hoy es citado por el Papa en la audiencia general como un "mártir viviente"- suena al menos una docena de veces.
"Tengo dos teléfonos móviles: uno para Europa y otro para América. Me llaman de todo el mundo... Casi 120 llamadas al día". Unas cincuenta son peticiones de exorcismos u oraciones de liberación. Las pronuncia en latín, la misma lengua que utilizaba para celebrar misa clandestinamente desde la celda en la que había sido encerrado por ser un "enemigo" de lo que el entonces presidente Enver Hoxha había declarado el "primer Estado ateo del mundo".
De aquellos días, el cardenal, franciscano conventual, guarda un vivo recuerdo: las misas a las dos de la madrugada o entre rejas con pan cocido en la cocina y vino prensado de racimos de uvas; las liturgias en las alcantarillas y los "amigos" musulmanes que lloraban porque se sentían "atraídos por el Espíritu Santo". Hoy, a sus 95 años, Simoni "sigue sirviendo a la Iglesia", como dijo el Papa. Lo hace rezando continuamente, practicando exorcismos, acudiendo a santuarios (este martes 13 de febrero a la misa con la Guardia Suiza, el jueves estará en Arezzo para el homenaje a la "Madonna del Conforto") en Italia, en Europa, en Estados Unidos. No está cansado y no se atribuye ningún mérito: "Todo es gracia y protección divina". Le gusta hablar y contar, gesticulando o juntando los dedos nudosos como si rezara. A veces parece hablar con dificultad, sin terminar nunca una frase que no contenga un agradecimiento a Jesús y a la Virgen o una cita literal de la Biblia.
Eminencia, hoy el Papa le ha saludado y dado las gracias delante de todos los fieles en el Aula Pablo VI, llamándole "mártir viviente". ¿Qué efecto tienen en usted estas palabras?
Con el Santo Padre nos encontramos anoche en la cena, aquí, para saludarnos, y hablamos sobre cuestiones de fe. Hoy, de una forma que yo no creía, este homenaje... Pero ha sido una flor para la Iglesia, el pueblo y Jesús, que es el padre de todos los hombres. Es Él quien me salvó de la muerte de una manera especial. Estoy vivo gracias a Dios. Incluso cuando era párroco en las montañas de Albania, muy lejos, cuatro veces corrí el riesgo de caer a mil metros del abismo a causa del hielo. Y me salvé... Todo es providencia divina, todo es gracia divina.
Usted vivió el horror del encarcelamiento, el aislamiento, la persecución y la tortura. ¿Qué recuerda de aquella época, de aquel largo período?
No quiero alargarme, pero muchas cosas... Dos veces antes de que me detuvieran celebramos misa a las dos de la madrugada, por ejemplo, y las dos veces muchos fieles vieron una estatua de San Antonio llorando. Luego, también gracias al Señor que me guardaba y protegía, pude celebrar la misa clandestinamente en la cárcel, de memoria, en latín. Conozco el latín como la lengua albanesa, teníamos un método al estilo alemán, así que aprendimos las lenguas clásicas. En la misa había musulmanes llorando: amigos, muy buenos amigos, con grandes lágrimas porque el Espíritu Santo los atraía. Un profesor musulmán muy simpático y su mujer agarraban uva de la nevera. Y las exprimíamos para hacer vino.
¿Y el pan?
Teníamos pequeñas cocinas para comer en la cárcel y con el pan que nos daban hacíamos hostias. Celebrábamos dentro de las condiciones posibles... También celebré misas en las alcantarillas, delante de 200 personas. Si alguien me hubiera acusado, me habrían ahorcado. Era la protección divina, en todas sus formas. Ningún mérito mío.
Usted perdonó inmediatamente a sus verdugos. ¿Por qué?
¡Por la fe católica! Porque Jesús con infinito amor amó y ama a todos los hombres y dice que la mayor alegría en el cielo será por un pecador que se convierta y se salve y no por miles de millones de ángeles y santos. "He venido por los pecadores...". El que tiene un cerebro puro debe poner a Jesús en primer lugar.
A las personas que, como usted, sufren persecución hoy -el Papa ha hablado esta mañana de tantos mártires-, ¿qué estímulo le gustaría darles?
Jesús dijo: "Como a mí me persiguieron, también a ustedes los perseguirán". Pero, cuidado, su sufrimiento se convertirá en alegría. Nadie podrá quitarles la alegría. Está todo aquí, porque somos viajeros, pasajeros....
En cambio, en este momento histórico del mundo herido por las guerras, ¿qué le gustaría decir?
Fraternidad, fraternidad, fraternidad, amor fraternal. Predicar el amor supremo a la humanidad. El Cielo nos espera a todos. Me refiero al amor infinito de Dios y de Jesús por todos los hombres, de toda fe, de todos los pueblos del mundo. Él es el padre de todos, derramó su sangre por todos.
Usted tiene 95 años y sigue sirviendo a la Iglesia, como ha dicho hoy el Papa...
Siempre es gracia de Dios que pueda ir a Italia, a Europa, a América. He estado 25 veces en América, he celebrado muchas misas, 700.000 católicos albaneses viven allí. Llevo 55 años ordenado, nunca pensé que sería cardenal, doy gracias al Señor porque me ha dado la gracia especial de estar cerca de las almas, de reconciliarlas espiritualmente. También agradezco siempre a la Virgen, al Padre Pío y a Juan Pablo II, que me ayuda en los exorcismos: algunos me han dicho que lo han visto... Como dice san Agustín, no pasa un día sin que haya una línea, un dedo, por la vida eterna. ¿Por la salud? La edad se cuenta con los años, pero la salud está en manos del Señor. Se llora cuando alguien muere pero la materia muere, el espíritu es inmortal.
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