A sus 47 años, intenta renacer de una experiencia traumática que recoge el semanario 'La Vie' Hermana Samuelle, víctima de Rupnik: “Entró en mi mente, tomó el control y yo era una prisionera”
“Me resistí un tiempo internamente -prosigue la hermana, que hoy viven como ermitaña-, y luego de múltiples presiones y chantajes, un día, me sometí. Puedo decir que con él, realmente experimenté un enganche: entró en mi mente, tomó el control y yo era una prisionera de él”
“Él la toma en sus brazos, le acaricia los hombros y el cuello, juega con su sostén”. “Es hermoso que podamos hacer esto, juntos, yo sacerdote, tú hermana. Es claro como el cristal. Te tengo una mirada muy pura, yo”, prosigue el relato, que también indica, con palabra de la hermana Samuelle, que el jesuita esloveno “nunca cruzó los límites que llevan a los genitales: sabía muy bien lo que hacía”
“Empiezo a juntar los pedazos dispersos de una vida disociada: hoy tengo derecho a recuperarlos para unificarlos, para encontrar su lugar para cada uno”. Son las palabras de la hermana Samuelle, una mujer de 47 años que sufrió violencia psicológica en las Fraternidades de Jerusalén y sexual con el jesuita Marko Rupnik, con quien convivió desde 2010 en Roma, en el Centro Aletti, y cuya traumática experiencia narra en el semanario francés La Vie.
En las Fraternidades de Jerusalén [que abandonaría en 2018], “fue víctima de una sutil y deletérea violencia psicológica: cada vez que hablaba con una hermana, en cualquier forma de amistad en ciernes, caía sin explicación un reproche de sus superiores. Para evitarlo, no se encariña con nadie y silencia las angustias que esto desencadena en ella”.
Pánico total
"Un día, durante una confesión con Pierre-Marie Delfieux [implicado por agresión sexual y abuso espiritual] me explica que regularmente me enamoro de una u otra hermana, que mis dificultades provienen de esto, y que me corresponde a mí luchar contra esta ‘tendencia’. ¡Excepto… que no tengo esta orientación!”, narra, subrayando que “nadie nunca le hizo la pregunta”. Por eso, añade, hoy "estoy habitada por momentos de pánico total, al acecho de la menor mirada sospechosa".
“Después de esta 'confesión', la disociación y la culpa que habían estado macerando en mí durante mucho tiempo, cristalizaron y explotaron, literalmente lacerándome todo dentro de mí". Fueron momentos terribles, donde se quemó por todo el cuerpo con un hierro ardiente y se subió al alféizar de la ventana de su celda en Bruselas, en el cuarto piso. Al cambiar su lugar de vida para ir a Roma tuvo la impresión de “salvarse del infierno”, relata la hermana Samuelle a La Vie.
"Un día, me sometí"
En Roma “busca refugio en el Centro Aletti, en el estudio de mosaicos del artista de renombre mundial Marko Rupnik”, el cual “percibió mi angustia, vio los defectos en mí… y se sumergió en ella”. “Me resistí un tiempo internamente -prosigue la hermana, que hoy viven como ermitaña-, y luego de múltiples presiones y chantajes, un día, me sometí. Puedo decir que con él, realmente experimenté un enganche: entró en mi mente, tomó el control y yo era una prisionera de él”.
De este modo, Rupnik se convierte en una especie de guía espiritual y comienza a invitarla a reuniones nocturnas. “Él la toma en sus brazos, le acaricia los hombros y el cuello, juega con su sostén”. “Es hermoso que podamos hacer esto, juntos, yo sacerdote, tú hermana. Es claro como el cristal. Te tengo una mirada muy pura, yo”, prosigue el relato, que también indica, con palabra de la hermana Samuelle, que el jesuita esloveno “nunca cruzó los límites que llevan a los genitales: sabía muy bien lo que hacía”, agregando que el artista podía repetir sus ataques físicos, incluso en público, dejándola “paralizada”.
Finalmente fue en el invierno del año 2014 cuando Samuelle le plantó cara. “Le dije que no tenía una relación sana conmigo. Me dijo que yo veía sexo por todos lados, que lo traicioné y que, con la conciencia tranquila, me dejaba para ir a celebrar misa, antes de salir furioso”.
Hoy, la hermana Samuelle, que testificó por escrito y oralmente ante la unidad de escucha de las Fraternidades de Jerusalén, lucha por mantener su tranquilidad. También le confío su historia a los jesuitas, cuando tomaron decididamente cartas en el asunto. “Me mostraron una atención benévola que hace que hoy mi camino de reparación siga adelante, con la mayor tranquilidad posible”, señala.
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