El Papa clausura la JMJ de Lisboa, "la de la sorpresa", con una eucaristía (también multitudinaria) Francisco a los jóvenes: "La Iglesia y el mundo los necesitan como la tierra necesita la lluvia"
"Lo que la Iglesia y el mundo esperan de ustedes, es que sean jóvenes luminosos, que lleven la luz del Evangelio a todas partes y enciendan destellos de esperanza en las sombras de nuestro tiempo"
"No tengan miedo", repitió el Papa dirigiéndose a los jóvenes y pidiendo un pequeño silencio para repetir cada uno en su corazón esas palabras. Y volvió a repetir en varias ocasiones, "No tengan miedo, no tengan miedo"...
Con el cansancio asomando a los rostros tras la 'resaca' de la multitudinaria vigilia con el papa Francisco, en la que se congregaron alrededor de un millón y medio de jóvenes (cifra nunca alcanzada hasta la fecha en Portugal con ningún evento), otras tantas almas asistieron esta mañana, en el mismo lugar, el Parque Tejo, a la misa de envío miisonero, con la que se clausuraba esta Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, la número 37, y si no ha sido la más multitudinaria, porque Filipinas o Río de Janeiro siguen macando las distancias con 7 y 3,5 millones, respectivamente, sí ha sido de las mas inesperadas por su elevada participación, superando las mejores expectativas en un país del "Anciano Continente" -como definió a Europa Jorge Mario Bergoglio el primer día-, con un catolicismo en retroceso y una sociedad todavía conmocionada por los escándalos de los abusos sexuales a menores.
Y después de esos días de fiesta y recogimiento, "después de estos días de gracia", como lo definió el Papa, les preguntó: "¿Qué nos llevamos con nosotros volviendo al valle de la vida cotidiana?", una realidad en tantas ocasiones marcada por "la oscuridad de la noche, los desafíos de la vida, los miedos que nos asaltan". Frente a ello, los invitó a encender la luz del Evangelio, "que ha venido a iluminar el mundo" y que tiene un nombre, "Jesús".
Por eso, continuó Francisco, "lo que la Iglesia y el mundo esperan de ustedes, [es] que sean jóvenes luminosos, que lleven la luz del Evangelio a todas partes y enciendan destellos de esperanza en las sombras de nuestro tiempo", una luz que, sin embargo, no se encuentra "cuando exhibimos una imagen perfecta y nos sentimos fuertes y exitosos. No. Brillamos cuando, acogiendo a Jesús, aprendemos a amar como Él, porque esta es la verdadera belleza que resplandece: una vida que se arriesga por amor", y que es capaz de "amar al prójimo tal como es".
"Ustedes, jóvenes, -prosiguió el Papa- pueden amar de ese modo y derribar ciertos muros, ciertos prejuicios, llevando al mundo la luz del amor que salva", para lo cual los invitó también "ponernos a la escucha del Señor", lo que "nos hace personas capaces de escucharnos entre nosotros y de escuchar la realidad que nos circunda, las otras culturas, las voces de dolor de los pobres y de los más frágiles, y el grito de la tierra herida y maltratada".
Fue entonces cuando Francisco dio paso en su homilía a un párrafo muy hermoso, interpelante, alentador, consolador para muchos de ellos y tantísimos otros que no han podido desplazarse porque la falta de medios es tan acuciantes, las necesidades materiales tantas, que apenas podrían soñar con haber formado parte de esta riada juvenil (a veces un poco consentida).
"A ustedes, jóvenes, que cultivan sueños grandes pero frecuentemente ofuscados por el temor de no verlos realizarse; a ustedes, jóvenes, que a veces piensan que no serán capaces; a ustedes, jóvenes, tentados en este tiempo por el desánimo, por juzgarse fracasados o por intentar esconder el dolor disfrazándolo con una sonrisa; a ustedes, jóvenes, que quieren cambiar el mundo y luchar por la justicia y la paz; a ustedes, jóvenes, que le ponen ganas y creatividad, pero que les parece que no es suficiente; a ustedes, jóvenes, que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro; sí, precisamente a ustedes, jóvenes, Jesús les dice: 'No tengan miedo”. "No tengan miedo", repitió, pidiendo un pequeño silencio para repetir cada uno en su corazón esa palabra. Y volvió a repetir en varias ocasiones, "No tengan miedo, no tengan miedo".
Al comienzo de la eucaristía, el cardenal-patriarca de Lisboa, Manuel Clemente, agradeció al Papa su presidencia de la JMJ 2023 y su mensaje, que “no excluye a nadie”. “Desde el primer momento, Santo Padre, usted aceptó y animó la realización de esta Jornada. Querías que fuera una ocasión para que una multitud joven venida de los cinco continentes se encontrara, se abriera y se ofreciera a todos con la amplitud del Evangelio de Cristo, que no excluye a nadie y se ofrece globalmente”, señaló el purpurado luso, destacando que el Papa es "el más joven entre los jóvenes que están aquí. Muchas gracias, Santo Padre”, palabras que fueron recibidas con una sonrisa por Francisco.
"Los jóvenes han sido peregrinos de paz, testimoniando así que la amistad, la caridad y la paz no son una utopía”, señaló en unas palabras finales, antes de la clausura de la misa, el cardenal Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, dirigiéndose al Papa, a quien le transmitió también la “cercanía” de todos aquellos jóvenes que no pudieron estar en Lisboa, pero que la han seguido a través de los medios y que han participado en los actos preparativos en las diócesis de todo el mundo".
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