"Ustedes aquí son “expertos” de belleza porque están rodeados de naturaleza que evoca el Edén" El Papa desde Vanimo: "Los animo a embellecer cada vez más esta tierra venturosa con vuestra presencia de  Iglesia que ama"

El Papa con un sombrero típico en Papúa
El Papa con un sombrero típico en Papúa

"Las escuelas, los hospitales y los centros misioneros testimonian alrededor  nuestro que Cristo vino a traer salvación para todos"

"Ustedes aquí son “expertos” de belleza porque están rodeados de ella. Viven en una tierra  magnífica, rica en una gran variedad de plantas y aves, donde uno se queda con la boca abierta ante  los colores, sonidos y olores, y el grandioso espectáculo de una naturaleza rebosante de vida, que  evoca la imagen del Edén"

Pide "acabar con las rivalidades, de vencer las divisiones  ―personales, familiares y tribales―, de expulsar del corazón de las personas el miedo, la superstición  y la magia; de terminar con los comportamientos destructivos como la violencia, la infidelidad, la  explotación, el consumo de alcohol y drogas ―males que aprisionan y hacen infelices a tantos  hermanos y hermanas, también aquí―"

El Papa Francisco cruzó Papúa en un avión militar australiano para visitar una apartada región del país, Vanimo. Allí entregó a la Virgen una rosa de oro, escuchó tres testimonios y pronunció un discurso, en el que animó a la gente "a embellecer cada vez más esta tierra venturosa con vuestra presencia de  Iglesia que ama", a abandonar "el miedo, la superstición y la magia", asi como el "consumo de alcohol y drogas".

Francisco recordó a la gente de Vanimo: "No lo olvidemos: el amor es más fuerte que todo esto y su belleza puede sanar al mundo" y terminó su discurso invitando a los católicos a ser buenas personas: "Este es el regalo más valioso que pueden compartir y dar a conocer a todos, haciendo famosa  a Papúa Nueva Guinea no sólo por su variedad de flora y fauna, sus encantadoras playas y su mar  cristalino, sino también y sobre todo por las personas buenas que allí se encuentran".

Vánimo es una localidad a unos 1.000 kilómetros de Port Moresby, capital de Papúa Nueva Guinea, de 11.000 habitantes y enclavada entre el mar y la selva. El Papa quiso hacer este largo desplazamiento, para animar a los misioneros que trabajan estas tierras remotas y los llevó casi una tonelada de material entre medicinas, ropa y juguetes para los niños y fue recibido por cantos de baile y cerca de 20.000 personas frente a la explanada de la catedral de la Santa Cruz

El viaje de tus sueños, con RD

Texto íntegro del discurso papal en Vanimo

Queridos hermanos y hermanas, buenas tardes. 

Le agradezco al señor obispo las palabras que me ha dirigido. Saludo a las autoridades, a los  sacerdotes, a las religiosas y religiosos, a los misioneros, a los catequistas, a los jóvenes, a los fieles  ―algunos venidos desde muy lejos― y a ustedes, queridos niños. Le doy las gracias a María Joseph,  Steven, sor Jaisha Joseph, David y María por lo que nos han compartido. Estoy contento de  encontrarme en esta tierra maravillosa, joven y misionera. 

Como hemos escuchado, desde mediados del siglo XIX la misión en estas tierras nunca se ha  interrumpido. Religiosas, religiosos, catequistas y misioneros laicos nunca han dejado de predicar la  Palabra de Dios y de ofrecer ayuda a los hermanos en la atención pastoral, en la instrucción, en la  asistencia médica y en muchos ámbitos más, debiendo afrontar no pocas dificultades, para ser  instrumentos “de paz y de amor” para todos, como nos dijo sor Jaisha Joseph. 

De esta manera, las escuelas, los hospitales y los centros misioneros testimonian alrededor  nuestro que Cristo vino a traer salvación para todos, para que cada uno florezca en toda su belleza en  beneficio del bien común (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 182). 

Ustedes aquí son “expertos” de belleza porque están rodeados de ella. Viven en una tierra  magnífica, rica en una gran variedad de plantas y aves, donde uno se queda con la boca abierta ante  los colores, sonidos y olores, y el grandioso espectáculo de una naturaleza rebosante de vida, que  evoca la imagen del Edén.

Sin embargo, esta riqueza se las confía el Señor como un signo y un instrumento, para que  ustedes también puedan vivir así, unidos en armonía con Él y con los hermanos, respetando la casa  común y cuidándose mutuamente (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado  de la Creación, 1 septiembre 2019). 

Mirando a nuestro alrededor, vemos cuán dulce es el panorama de la naturaleza. Pero  volviendo a nosotros mismos, nos damos cuenta de que hay un espectáculo aún más hermoso: el de  lo que crece en nosotros cuando nos amamos mutuamente, como nos lo han testimoniado David y  María, hablando de su camino de esposos, en el sacramento del matrimonio. Y nuestra misión es  precisamente ésta: difundir por doquier, mediante el amor de Dios y de nuestros hermanos, la belleza  del Evangelio de Cristo (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 120). 

Hemos escuchado cómo algunos de ustedes, para hacer esto, afrontan largos viajes, para llegar  incluso a las comunidades más lejanas, a veces dejando sus casas, como nos contó Steven. Llevan a  cabo algo muy lindo, y es importante que no se queden solos, sino que toda la comunidad los apoye,  para que puedan cumplir su mandato con serenidad, sobre todo cuando tienen que conciliar las  exigencias de la misión con las responsabilidades familiares. 

Sin embargo, también podemos ayudarles de otra manera, y es que cada uno de nosotros  promueva el anuncio misionero allí donde vive (cf. CONC. ECUM. VAT. II, Decr. Ad gentes, 23), es  decir, en la casa, en la escuela, en los ambientes de trabajo; para que, en todas partes, en la selva, en  las aldeas o en los pueblos, a la belleza del paisaje corresponda la belleza de una comunidad en la que  las personas se aman, como nos enseñó Jesús cuando dijo: «En esto todos reconocerán que ustedes  son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros» (Jn 13,35; cf. Mt 22,35-40). 

Formaremos así, cada vez más, como una gran orquesta ―como tanto le gusta a María Joseph,  nuestra violinista―, capaz, con sus notas, de acabar con las rivalidades, de vencer las divisiones  ―personales, familiares y tribales―, de expulsar del corazón de las personas el miedo, la superstición  y la magia; de terminar con los comportamientos destructivos como la violencia, la infidelidad, la  explotación, el consumo de alcohol y drogas ―males que aprisionan y hacen infelices a tantos  hermanos y hermanas, también aquí―. 

No lo olvidemos: el amor es más fuerte que todo esto y su belleza puede sanar al mundo,  porque tiene sus raíces en Dios (cf. Catequesis, 9 septiembre 2020). Por ello, debemos difundirlo y  defenderlo, aun cuando hacerlo pueda costarnos incomprensiones y oposición. Nos lo ha  testimoniado, con sus palabras y su ejemplo, el beato Pedro To Rot ―esposo, padre, catequista y  mártir de esta tierra―, que entregó su propia vida por defender la unidad de la familia de aquello que  quería socavarle sus cimientos. 

Queridos amigos: muchos turistas, después de haber visitado vuestro país, regresan a sus casas  diciendo que han visto “el paraíso”. Se refieren, sobre todo, a los atractivos paisajísticos y  medioambientales de los que han disfrutado. Sin embargo, sabemos, como hemos dicho, que el mayor  tesoro aquí no es ese. Hay otro, más bello y fascinante, que se encuentra en vuestros corazones y que  se manifiesta en la caridad con la que se aman.  

Este es el regalo más valioso que pueden compartir y dar a conocer a todos, haciendo famosa  a Papúa Nueva Guinea no sólo por su variedad de flora y fauna, sus encantadoras playas y su mar  cristalino, sino también y sobre todo por las personas buenas que allí se encuentran; y se lo digo  especialmente a ustedes, niños, con vuestras sonrisas contagiosas y vuestra alegría desbordante, que  fluye en todas direcciones. Ustedes son la imagen más hermosa que quienes parten de aquí pueden  llevarse y conservar en el corazón. 

Los animo, pues, a embellecer cada vez más esta tierra venturosa con vuestra presencia de  Iglesia que ama. Los bendigo y rezo por ustedes. Y les pido, por favor, que también ustedes recen por  mí. Gracias. 

Rosa de oro
Rosa de oro

Consagración a Jesús por intercesión de la Santísima Virgen María

Santa María, llena eres de gracia, confiamos en ti, y creemos firmemente que si rezas por nosotros, Jesús escuchará todas tus súplicas, porque eres su Madre. Madre buena, también nosotros somos tus hijos, y por eso te pedimos que nos protejas siempre, como siempre cuidaste y protegiste al Niño Jesús.

Santa María, Reina Inmaculada, en este día tan especial, queremos entregarnos a ti. Y también queremos poner en tus manos nuestra provincia y nuestra diócesis, junto con todo nuestro trabajo misionero, y junto con todos los hombres, mujeres y nuestros bienes, para que nos conduzcas a todos a Jesús, tu Hijo amado.

Santa María, Madre de la Iglesia, derrama la gracia divina sobre la Iglesia de Jesucristo, para que sea siempre una esposa fiel. Bendice a la diócesis de Vanimo junto con su obispo, sacerdotes, consagrados y consagradas, catequistas y todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Buena Madre nuestra, despierta en los jóvenes el deseo de acoger la llamada de Cristo, para que también ellos lleguen a ser obreros en el campo de Dios.

Santa María, Reina de las Familias, fortalece a todas las familias, para que haya paz en sus hogares y se fortalezcan cada vez más el amor y el respeto mutuos. Buena Madre, cuida y protege a todos los niños y jóvenes, para que te imiten en tu pureza y crezcan en santidad en tu Hijo Jesucristo.

Santa María, Reina del Paraíso, ayuda a todos los hombres y mujeres que viven a lo largo de la costa, junto a los ríos y en las ciudades. Y ayuda especialmente a todos los que están en los confines del bosque. Madre buena, ayúdanos a seguir siempre las huellas de tu Hijo, porque Él mismo es el Camino, la Verdad y la Vida.

Santa María, recoge nuestras súplicas y ponlas en las manos de Jesús, tu Hijo y nuestro Salvador. Amén.

Encuentro privado con un grupo de misioneros en la Holy Trinity Humanistic School de Baro

Tras el encuentro con los fieles de la diócesis de Vanimo, el Santo Padre Francisco se trasladó en coche a la Escuela Humanística Santísima Trinidad de Baro, donde se reunió en privado con un grupo de misioneros.

A su llegada, el Papa es recibido por los misioneros que le acompañan a la Sala de la Escuela y Reina del Paraíso donde asiste a un breve concierto de la orquesta de estudiantes de la escuela. A continuación, tiene lugar un encuentro privado con los misioneros.

A continuación, el Papa Francisco se traslada en coche al aeropuerto de Vanimo, desde donde parte en un avión militar C-130 para regresar a Port Moresby.

Tras aterrizar en el aeropuerto de Port Moresby, el Santo Padre regresa en coche a la Nunciatura Apostólica.

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