Conocido como 'Jipé', el padre C había dirigido una de las mayores unidades pastorales de Suiza Un sacerdote suizo se casa en su lecho de muerte tras treinta años de relación con una monja

Un sacerdote suizo se casa en su lecho de muerte tras diez treinta años de relación con una monja
Un sacerdote suizo se casa en su lecho de muerte tras diez treinta años de relación con una monja

La decisión de la pareja de unirse en matrimonio pretendía responder a “una necesidad de coherencia y reconocimiento”

"El padre C. era capellán de la cárcel y acudía al servicio de urgencias. Estoy agradecido por su ministerio", contó el obispo de Lausana, Ginebra y Friburgo, Charles Morerod

"Las últimas semanas estaba radiante a pesar del sufrimiento, como si algo se afinara en su interior", explicaba Claire, su viuda

El pasado 13 de marzo, desde su cama del hospital, su sacerdote le había revelado que tenía “un espíritu afín” que nunca le había impedido cumplir con su ministerio. Se le rindieron los honores debidos a un sacerdote. La patena y el cáliz fueron colocados sobre su ataúd

La relación no había pasado desapercibida para muchos de los feligreses. Algunos de ellos los habían visto cogidos de la mano. “Muchos lo sabían pero pocos se ofendían

Un linfoma se llevó la vida de este hombre de 63 años y dos metros de altura a quien muchos conocían como Jipé. Fue el pasado 25 de abril en la unidad de cuidados paliativos del Hospital Universitario de Ginebra. La historia de su muerte ha trascendido porque unos días antes de entrar en coma inducido, se casó con Claire. Y también porque Jipé era sacerdote, el padre C., y hasta hacía poco había dirigido una de las mayores unidades pastorales de Suiza, en Ginebra

"Las últimas semanas estaba radiante a pesar del sufrimiento, como si algo se afinara en su interior", explicaba su Claire, su viuda, a 24heures.ch, mientras caminaba por el cementerio de Saint-Georges. Según la mujer, Jipé dudó antes de relatar su relación con ella “por miedo a ofender y a no ser comprendido”; una relación que la viuda califica como “un contrato entre nosotros y el Señor, una especie de milagro”. 

La historia del padre C pone de relieve a los clérigos que viven su amor en la clandestinidad.
La historia del padre C pone de relieve a los clérigos que viven su amor en la clandestinidad.

La decisión de la pareja de unirse en matrimonio pretendía responder a “una necesidad de coherencia y reconocimiento”. No en vano, se hacían eco del versículo "la verdad os hará libres" del evangelista Juan. En cualquier caso, en un momento en que el celibato vuelve a estar en el centro del debate, la unión de Jipé y Claire no hace sino avergonzar a la Iglesia. No es el único caso reciente: a mediados de abril, un sacerdote italiano anunció desde el púlpito que dejaba su puesto por una mujer.

El obispo obispo de Lausana, Ginebra y Friburgo, Charles Morerod concelebró el funeral del padre C. El pasado 13 de marzo, desde su cama del hospital, su sacerdote le había revelado que tenía “un espíritu afín” que nunca le había impedido cumplir con su ministerio. Se le rindieron los honores debidos a un sacerdote. La patena y el cáliz fueron colocados sobre su ataúd.

En una conmovedora homilía, se refirió a Clara como “una fiel amiga del corazón y de treinta años”. Eso fue suficiente para ella. "El padre C. era capellán de la cárcel y acudía al servicio de urgencias. Estoy agradecido por su ministerio. Al final, me confió que ser sacerdote había sido la misión más hermosa del mundo", confió Mons. Morerod, que tras abandonar la sala con los ojos empañados.

Charles Morerod

Diez años de pasión platónica

El padre C. y su acompañante se habían conocido hacía treinta años. Él era diácono y ella monja en un convento francés del Camino de Santiago. Jipé llegó allí como peregrino y Claire fue la encargada de darle la bienvenida. La mujer se sintió conmovida por este hombre alto que compartía su búsqueda de lo absoluto. Lo que sintió fue lo más parecido a un “amor a primera vista: “Cuando te vi, me dije: ‘¡Ahora puedo envejecer!’ 

Cuando Jipé se puso de nuevo en marcha, ella le ofreció una rosa que él introdujo en su concha de peregrino. Siguieron diez años de pasión platónica. “Nos separaban 800 kilómetros. Nos escribíamos, teníamos reuniones de oración y venía a verme una vez al año. Un día, Jipé me cogió de la mano y ¡eso fue el principio de una revolución!”, confiesa Claire, que acabó abandonando el convento impulsada por la urgencia artística que el padre C. había despertado en ella.

Las almas de estos dos enamorados se entrelazaron más y sus dos cuerpos también, aunque pretendían una "castidad pacífica". "Nunca nos sentimos en pecado. Nunca mentimos sobre nuestra relación, pero nunca la expusimos. Nuestra obsesión era no escandalizar...", cuenta Claire.

La relación no había pasado desapercibida para muchos de los feligreses. Algunos de ellos los habían visto cogidos de la mano. “Muchos lo sabían pero pocos se ofendían. Este secreto no parecía pesarle a Jipé, que seguía siendo jovial", asegura un fiel.

Jipé nunca superó el miedo a ser descubierto y a verse obligado a abandonar el sacerdocio. Por ello mantuvo su relación de la forma más discreta posible: marchándose cada cierto tiempo lejos de Suiza para poder sentarse en una terraza o “recargar las pilas en la ternura física como una pareja normal”. Esto “hizo bien” a la pareja, que, no obstante, durante el viaje de regreso viajaban en tren en asientos separados del tren.  

Según las informaciones recogidas por el periódico suizo, el Papa ha sido informado de las circunstancias de la muerte del padre C. y está rezando por él. Jipé se ordenó sacerdote en 1992, después de una intensa vida profesional y amorosa. Su historia es el reflejo de las de muchos clérigos que viven el amor de una mujer en la clandestinidad.

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