R. Montesinos 5. CANCIÓN DEL COGEDOR DE ACEITUNAS Y OTRAS POESÍAS SOCIALES

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Cuando Leopoldo de Luis, en su Antología de Poesía Religiosa de 1969, sugirió a Rafael Montesinos exponer sucintamente algunos rasgos de su "Poética", entre otras interesantes reflexiones, expuso el sevillano, a propósito de la religiosidad de su lírica, el siguiente discurso: "Si en un principio fue mi poesía imaginera y localista ('Romancillo de la Esperanza de Triana', 'Sine Labe Concepta', etc.), pasó después a ser religioso-amorosa ('País de la esperanza'), y terminó convirtiéndose, hace ya diez años, en religioso-social ('La verdad y otras dudas'). Yo prefiero estas dos últimas facetas de mi poesía religiosa."

De la primera etapa "imaginera y localista" presentaremos, al final de nuestro ensayo, una página completa. De los otros dos momentos, ofrecimos en el último post algunos versos de su producción "religioso-amorosa" (pulsar).Dedicaremos el trabajo de hoy a su poesía "religioso-social", fundamental en su poética, más alla de tópicos.

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LA TARAZONILLA, HACIENDA DEL OLIVAR

En julio de 1934 adquirió el padre del poeta una finca de 165 hectáreas en el término municipal de La Rinconada (Sevilla). Por aquellos olivos, aquel caserío blanco, aquel jardín familiar transcurrió la adolescencia del autor de la prosa de “Los años irreparables” (1948) y de los versos de “La verdad y otras dudas” (1974). Así había escrito en “La adolescencia”: “Mi adolescencia está por esos campos, / soñando que es eterna. / El olivar aquel, la casa en medio / y al aire la palmera, / contándole en sus nudos, una a una, / a Dios las primaveras...” Y más adelante: “Mi corazón soñaba que era el mundo / una granada abierta...”

Al observar de cerca los problemas del campesinado, verdaderos representantes del sufrido pueblo andaluz, y ser testigo del trato que recibían en su familia, que mejoró las condiciones de vida de los jornaleros, se grabarían en su memoria escenas reales de una jornada dura y prolongada, penurias económicas y de salud, trabajo estacional... En “La verdad y otras dudas” denunciará Montesinos el sufrimiento proletario, la injusticia social. Nos asomamos a alguno de sus poemas.

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COGEDOR DE ACEITUNAS Y DE PESARES

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En los versos del presente poema se dirige Montesinos al campesino que recoge aceitunas soñando un mañana mejor que el presente, tan triste, porque la aceituna que recoge, otros la beberán. Y porque el tajo es duro, “de lluvia y frío”. Evoca el poeta la agonía de Jesús en Getsemaní (“prensa de aceite”), que llegó a sudar grandes gotas de sangre (Lucas 22,44). El “cogedor de aceitunas / y de pesares” bebe, como el Maestro, su “cáliz de amargura / entre olivares.”

A pesar de todo, espera y canta el jornalero, “sufre, sueña y ríe /entre las ramas.” Canta también el poeta sevillano, en estrofa final, el trágico sinsentido de “que bajo el cielo claro / de Andalucía, / alguien muera a la sombra / de la alegría.” No podemos cerrar esta presentación sin hacer referencia al poema de Miguel Hernández “Aceituneros”, publicado por primera vez en “FRENTE SUR” (1937), periódico de guerra editado desde Jaén el año anterior a tener que incorporarse el jovencito Rafael a filas (pulsar).

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CANCIÓN DEL COGEDOR
DE ACEITUNAS

Cogedor de aceitunas
–alta escalera–,
soñador de un mañana
que desesperas.

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Soñador de aceituna
que será aceite,
los sueños que cosechas
otros los beben.

Cogedor de aceituna,
de lluvia y frío,
en lo alto del alto
recuerdo mío.

Cogedor de aceitunas
y de pesares.
Oh cáliz de amargura
entre olivares.

Getsemaní del hombre
que espera y canta,
que sufre, sueña y ríe
entre las ramas.

(¡Que bajo el cielo claro
de Andalucía,
alguien muera a la sombra
de la alegría!)



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¿QUIÉN A LA ROSA VISTIÓ TAN CERCA DE ESTE SUBURBIO?

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Aquella primavera se habían engalanado las colinas con luminoso confeti de pequeñas flores. Acercaría una muchacha al Maestro un lirio silvestre, anémona roja reventando de amor. Jesús exhorta: “Observad cómo crecen los lirios del campo, y no trabajan ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como cualquiera de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba que hoy está en el campo y mañana se echa al fuego, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?”

Al admirar una perfecta rosa a orillas de El Pozo del Tío Raimundo, poblado chabolista levantado sigilosamente, noche a noche, con barro, ladrillos, madera, chapa y uralita, se pregunta el poeta: si ha creado Dios una flor tan hermosa, ¿por qué no emplea su poder y su bondad en salvar al hombre y la mujer, sus hijos, del hambre y la enfermedad, del paro y la pobreza, de la guerra y el odio...? ¿De verdad que no podría hacer más por los humanos...?

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CANCIÓN DEL POZO
DEL TÍO RAIMUNDO

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"Y del vestido, ¿por qué preocuparos?

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Aprended de los lirios del campo... "

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(Mt 6, 28).

¿Por qué esta flor tan perfecta,
si el mundo aún no está hecho
y es mucho lo que le queda?

¿Quién a la rosa vistió
tan cerca de este suburbio
de hombres desnudos y en flor?

De hombres, sí; de hermanos míos,
que no es mi hermana la flor.

¡Y tan cerca de un suburbio,
Señor!


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TODOS JUNTOS, VAMOS, EA...

En su nostalgia de la niñez, recuerda Montesinos la catequesis recibida y alguna de sus delicatesses: tapas rojas del Catecismo; pan con chocolate; estampitas de filo dorado; canciones de los niños; maternal ambiente ("Monjas"). Seguro que todavía le resuena en los oídos, como me resuena a mí hoy, aquel soniquete coral: "Los pecados mortales son siete: el primero, soberbia; el segundo avaricia..." Y, bajo el epígrafe "Las virtudes contrarias": "Contra soberbia, humildad; contra avaricia, largueza..."

Aprovecha el travieso poeta la emotiva evocación y nos seduce creando un par de nuevas máximas morales:"contra caridad, justicia" (sin justicia, no hay caridad verdadera): "contra injusticia, verdad" (hay que denunciar las injusticias). Ha reservado para final la última de las Virtudes Contrarias: "Contra pereza, diligencia". Se anima a todos ("Todos juntos, vamos, ea...") Y, claro, salen alegres corriendo a sus asuntos... "Los niños / vuelan a su libertad."

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ROMANCE DEL CATECISMO
DE MI INFANCIA

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P. Rípalda

Catecismo: tapas rojas.
Soniquete. Monjas. Pan
con chocolate. Estampitas
de filo dorado. Van
los niños en filas. Vuelven
amargos en su hombredad.
Cantan los niños a coro,
pero ya es otro cantar:
Contra avaricia, largueza;
contra envidia, caridad;
contra caridad, justicia;
contra injusticia, verdad.
Contra todo, vamos todos;
basta ya de soledad.
Todos juntos, vamos, ea
(contra pereza, ¡adelante!),
vamos ya.

(Suena la hora. Los niños
vuelan a su libertad.)


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ME APOYO EN MI FE DE NIÑO

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En el poemario "De la niebla y sus nombres" (1985), descubrimos estos conmovedores versos de un poeta que busca y encuentra (a veces), que pierde y recupera, y vuelve a perder y a recuperar la fe inicial. ¿A quién se dirige cuando manifiesta su convencimiento de que volverá a encontrarse con ella en un Destino Eterno? Supongo que a Marisa, su "eterna Marisa".

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CANCIONCILLA
CON UNA CIERTA ESPERANZA

A veces pienso que todo
esto se recordará,

que he de volver a encontrarte
en ese Siempre Jamás.

Me apoyo en mi fe de niño.
¿Mi infancia me salvará,

o son muletas de inválido,
muletillas nada más?



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RAFAEL MONTESINOS

Director durante 50 años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana

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1.La nube en el cielo se puso a llorar

LAS CUATRO ESQUINAS
EL POETA REZA A SU ANTIGUO AMOR, ANTES DE ACOSTARSE
TÚ LO SABES, SEÑOR


2.He salido a mi encuentro

ORACIÓN A DIOS PADRE 2
LA ESCALERA
LA OTRA VIDA


3.Poemas a Marisa

A MARISA, RODEADA DE ARCÁNGELES
SÁLVAME
INFINITO Y AMOR
LOS OJOS CLAROS


4.Primer soneto a mi hijo

CANCIÓN A MARISA, ESPERANDO LA MATERNIDAD
PRIMER SONETO A MI HIJO
EL VIAJERO


5.Canción del cogedor de aceitunas y otras poesías sociales

CANCIÓN DEL COGEDOR DE ACEITUNAS
CANCIÓN DEL POZO DEL TÍO RAIMUNDO
ROMANCE DEL CATECISMO DE MI INFANCIA
CANCIONCILLA CON UNA CIERTA ESPERANZA


6.Canción con juventud

CANCIÓN CON JUVENTUD
REFLEXIONES DE UN ANTIGUO ALUMNO DE JESUITAS
VILLANCICO


7.Madrugada de Dios

EL RITO Y LA REGLA
MADRUGADA DEL DESTIERRO



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