La poeta nicaragüense Claribel Alegría tiene siempre abierta la puerta del corazón y la palabra a personas que se interesan por ella, por su obra. Pregunta un periodista qué temas le suelen inquietar más en su poesía y en su vida. Decidida,responde la juvenil anciana:
“Sobre todo el amor y la muerte. Últimamente es la muerte, porque ya siento que se me acerca… Pienso mucho en la muerte y no le tengo nada de miedo, es otra aventura. Pienso que acaso no haya nada después de morir, sino solo cenizas. Pero si hay algo –que yo creo que hay algo siempre– será una aventura y estoy curiosa. ¡Estoy curiosa por lo que va a pasar!”
DIÁLOGO CON LOS MUERTOS
Se puede leer por internet un sugerente trabajo de Carmelo Andrea Spadola titulado “Claribel Alegría y el diálogo con los muertos” (copiar en google este título y lo conseguiréis vía PDF en Dialnet). Citando numerosos versos, va señalando el crítico expresiones muy personales de Claribel sobre la muerte, sobre la muerte ajena y sobre la propia.
Últimamente, desde 1995, ha padecido Alegría la definitiva ausencia de Bud (Darwin Flakoll), su entrañable compañero de vida y trabajo, padre de sus cuatro hijos. En los últimos años, con la edad, la pregunta del más allá personal vino siendo acuciante y, a veces, tenebrosa. Me voy a permitir acercar al blog de hoy unas reflexiones finales de Carmelo Andrea sobre las vivencias de Claribel frente al cercano final de su presencia en la tierra:
“Cuando Alegría enfrenta la muerte, ya sea ajena o propia, muestra una simplicidad de ánimo y una extraordinaria grandeza poética al afrontar una de las temáticas más temidas por los seres humanos desde épocas remotas; sobre todo cuando canta esta nueva visión de la muerte que sin duda alguna deja un legado para ser descubierto y analizado.”
En este sentido, nos asomamos al breve poema “Hermana muerte”, de “Otredad” (Visor, 2011), donde se sugiere aceptar la muerte como gesto final de plenitud, escanciando el último sorbo de una vida colmada: “No tardes en llegar / hermana muerte / mi vida es una copa / ya colmada / que sólo a ti / te pertenece.”
MI FATIGOSO Y FATIGADO CUERPO
Fue tomada esta foto aquí en Madrid hace unos días en el Palacio Real. Recibía la poeta de Estelí el prestigioso Premio Reina Sofía:los 42.000 euros de que está dotado y la antología personal “Aunque dure un instante” que la Universidad de Salamanca y el Patrimonio Nacional de España le han otorgado.
En el contexto en que venimos escribiendo sobre la muerte y el amor en la poesía de Claribel, me gustaría acercar una anécdota que leí en la prensa local y es muy hermosa. Entrevistada Claribel para celebrar su recentísima nominación, así se expresaba:
“Eran las cinco de la mañana. Dormía yo profundamente cuando mi enfermera, Elsy Duarte, me despertó con un “Felicidades”. Desperté aturdida y le dije que ya mi cumpleaños había pasado hacía cinco días. “¡No –dijo ella-, no es su cumpleaños, es que le han concedido el Premio Reina Sofía!”. Me costó entender y recordé a mi marido, a mi Bud, muerto ya hace más de 20 años, que cuando se concedió por primera vez el premio, me dijo: “un premio así quisiera para ti”. Yo me reí y él continuó: “lo malo es que cuando te lo den yo ya no voy a estar aquí y no podremos compartirlo…”
El entrañable recuerdo de su esposo al recibir ella la noticia del gran Premio, nos confirma la indestructible unidad de “Claribud”, más allá de los tiempos y sus gargantas profundas… En el impresionante poema “Es hora ya de que te rindas”, incluido en “Soltando amarras” (Visor, 2005), la octogenaria pensadora contempla el cuerpo y sus achaques, y al tiempo que lo describe físicamente decadente, le piropea con amor y ternura: “sigues queriendo ser. / Ese amor por la vida / que te abrasa / no te deja dejarme…”
ES HORA YA DE QUE TE RINDAS
Es hora ya
de que te rindas
mi fatigoso
y fatigado cuerpo
dame el derecho de escapar.
En un tiempo te amé
eras fresco
gracioso
eras travieso.
Siento pena por ti
al caminar te encorvas
con cada movimiento hay un crujido
estás rígido
enjuto
y con barriga
pero pese a tus males
y a tus sordos gemidos
sigues queriendo ser.
Ese amor por la vida
que te abrasa
no te deja
dejarme.
Y ME CANSÉ YA DE PREGUNTAR
En imagen, Saulo derribado por la Luz. La poeta nicaragüense, en “Camino a Damasco” se reconoce extraviada (“y todo es más oscuro / y no tengo respuestas”). Como también, en el poema “Job”, se enfrentará a Jehová con exaltados versos: “difícil tu silencio”, “he perdido a mi dios”, “he dejado de orar...” Versos finales de “Job”: “Cuánta tristeza ahora / cuántas dudas y abismo / derríbame de un golpe / no quiero vivir más / en este cuerpo abyecto.”
CAMINO A DAMASCO
Pensé que ahora sí
que estaba en mi camino
hacia Damasco
y vería una luz
que me tumbara
y sabría qué hacer
al levantarme.
He perdido la ruta
no hay señales
camino
camino hacia el final
cada vez más de prisa
hacia mi realidad inexorable
y todo es más oscuro
y no tengo respuestas
y me cansé ya
de preguntar.
Y VOY A DISOLVERME EN ÁTOMOS DE LUZ
La probabilidad de una próxima muerte por edad (en 2011 cumplía 87 años), la inquietaba, pero su filosofía de la moderación, de la felicidad en las humildes creaciones, en las sencillas alegrías, le enganchaban a un presente razonablemente satisfactorio… “Me alegro cuando pienso / que la muerte está cerca / y voy a disolverme / en átomos de luz.” El poema “Victoria” es un reto, una promesa a la Muerte, que no podrá destruir la esencia del ser, que sobrevive más allá de las cenizas: “Cuando me mates / Muerte / tú / para mí / te habrás evaporado / para siempre / yo / saltaré sobre mi cuerpo / y seguiré viviendo.”
PEQUEÑO INFIERNO
Mi única ambición
es alcanzar la paz
disfrutar del ocaso
las estrellas
la belleza del pájaro
y el salto del río.
No lo consigo aún:
la violencia
y el caos
me socavan
y me sacan de quicio
y me inundan la mente
de voces
y de ruidos
que no puedo apagar.
Es un pequeño infierno
el que me habita
y aunque sigue gustándome vivir
me alegro cuando pienso
que la muerte está cerca
y voy a disolverme
en átomos de luz.
FALLECIÓ CLARIBEL ALEGRÍA el 24 DE ENERO DE 2018
Patricia Flakoll, una de sus hijas, detalló que “la autora de aproximadamente cuarenta obras falleció tranquila en su residencia de Los Robles, Managua. La creíamos inmortal. Esperó que vinieran todos sus hijos.” Sus restos fueron cremados y enterrados en un pequeño árbol de roble, en el cementerio donde también descansa su esposo Darwin Flakoll, fallecido en 1995. Hemos dedicado una página nueva a su fallecimiento. Pulsaraquí.
