A lo largo de varios años, en el escaparate de este blog, Nido de Poesía, gentilmente cobijado por las altas ramas de Religión Digital, hemos ido desvelando poemas de más de cincuenta notables escritores abiertos a la Trascendencia(pulsar). No sé bien porqué, uno de los más originales, exquisitos, fecundos, reconocidos líricos actuales, Miguel d’Ors, se nos fue resbalando; y ha llegado la hora de respirar alguno de sus fragantes versos, asombrarnos de sus valientes escaramuzas por los acantilados del Misterio.
ANTONIO PRAENA NOS PRESENTA AL LÍRICO COMPOSTELANO
Pero, mejor que yo, os podrá iniciar en su complejo y fascinante territorio un especialista en su persona y obra, Antonio Praena, que así prepara al lector al encender las luces de una entrevista (pulsar):
"Miguel d’Ors es uno de los poetas españoles más importantes del último tercio del siglo XX y principios del XXI. Su obra, que se deja sentir de forma especial entre una serie de jóvenes poetas cuya obra es cada vez más sólida, es tan absolutamente personal e inconfundible como arraigada y dialogante con la tradición, especialmente la hispana y la anglosajona. Si en lo formal, sin una pretensión narcisista de originalidad, desde una línea figurativa abre lo poético al lenguaje coloquial y aporta hallazgos brillantes, en lo temático d´Ors arrostra las cuestiones fundamentales de la existencia, las más hondas del ser humano, con una naturalidad y frescura que no tienen paralelo.
Ese carácter profundo y a la vez inteligible, misterioso y a la vez luminosamente accesible, encierra, sin embargo, el secreto de hacer fácil lo difícil, de hacer cotidiano lo más sagrado y trascendente. El arte y el trabajo poéticos alcanzan en su voz un nivel de dominio tal que se nos muestran con una sencillez difícil de explicar."
Imagino que ya estaréis deseosos de conocer alguno de sus versos. Dedicamos hoy la pantalla del ordenador a conocer tres de sus primeros poemas, impresos en su inicial "Del amor, del olvido" (Adonáis, 1972), seleccionado como finalista en 1971.
He escaneado, del ejemplar que heredé de mi padre, la firma del poeta, hermosa como podréis observar. La escritura es ligada y clara. El famoso apellido "d'Ors" se reproduce como en clandestinidad, destacando el nombre, "Miguel". Si la "d" de "d'Ors" se dispara a lo alto, la "s" final barrena la tierra: idealismo y realismo, dos cualidades fraternalmente d'orsianas.
QUÉ VENAS, RETORCIDAS COMO PARRAS...
El poema “Los abuelos” lo encontraréis en casi todas las antologías del poeta gallego. Leemos en la cubierta del libro: “A los ojos del nieto, el inolvidable maestro D’Ors aparece recordado de manera muy expresiva.” Y se cita la descripción de las manos del abuelo: “Y el abuelo ¡qué manos de valiente, / qué venas retorcidas como parras!”.
Las manos del abuelo... Las zapatillas de la abuela... que, sobre una nube, se desplazaba, como pájaro, de tarea en tarea, de beso de Dios a beso de los nietos. A partir de este poemario, acostumbra Miguel d’Ors fechar sus versos, desvelando intimidades como un diario (esta meditación de los abuelos está fechada el 5 de setiembre de 1969). Aquella infancia fue hermosa: el amor permanece más allá del olvido.
LOS ABUELOS
El abuelo era blanco; conocía
dos cuevas y sabía seguir huellas de lobo.
La abuela era menuda y tibia como un nido:
jugábamos a pájaros con ella.
... Y, alrededor, los dos llevaban como
un contorno de campos y palomas:
cruzaban el umbral y parecía
que con ellos entraba el verano en la casa;
al contarnos los cuentos, en sus voces
oíamos molinos y cuervos alejándose
y hasta en las mismas ropas nos traían
un recuerdo fragante, un recuerdo lluvioso
del heno y la retama...
... Y el abuelo, qué manos de valiente,
qué venas, retorcidas como parras;
las ganas que me daban
de cumplir en un día sesenta y cuatro años
para tener dos manos como aquéllas...
Luego, la abuela, aquellas zapatillas
de nube que llevaba,
aquel ir y venir, como volando,
de la escoba al misal, de sus gallinas
a las sábanas frescas,
de la labor de lana a los geranios,
del pan a las mejillas de sus nietos...
que entonces, suavemente, quedábamos dormidos
creyendo que la abuela no se acostaba nunca.
ASÍ, CUANDO SEAMOS DOS VIEJECITOS BLANCOS...
"Todavía no" y "Los abuelos" son dos cantos de amor a la vejez como edad de plenitud existencial. Los años vividos en mutua entrega fueron enriqueciendo sus vidas, confirmando promesas, construyendo una historia de amor única e irrepetible. La metáfora fuerte del poema es la imagen del vino que fermenta en cuba y se enriquece a lo largo del tiempo. Fecha de composición: 4 de diciembre de 1970.
TODAVÍA NO
No, no; no nos amamos todavía:
el amor en nosotros se está haciendo,
como el vino en las cubas.
No, no digas
que nos queremos.
Deja que los años
le vayan consumiendo a nuestras vidas
los desamores, deja que fermenten
las promesas.
Así, cuando seamos
dos viejecitos blancos y una sola,
una pequeña historia compartida,
podremos, a las puertas de la muerte,
decir que nos amamos y ofrecemos
el vino del amor dándonos gracias.
TRAS QUITARLE LAS AVES QUE TENÍA
Madrid es una ciudad verde, con más de un millón de árboles que oxigenan cada día sus parques y jardines, bulevares, paseos... A pesar de ello, cercados por el cemento y el asfalto, gases de vehículos, lluvia ácida... sobreviven heroicamente y purifican el aire ennegrecidos árboles que resisten el veneno de la polución. Me viene al corazón el verso de Miguel Hernández, en su silbo de turista por la Capital: “Árboles, como locos, enjaulados”. Fecha del soneto: enero de 1967, recién cumplidos por el poeta 19 años.
SONETO A UN ÁRBOL DE MADRID
Hay en Madrid un árbol enrejado
por ser contrabandista de alegría:
trajo del monte un aire de anarquía
por sus ramas en flor y fue juzgado
sospechoso de gracia y sentenciado
(tras quitarle las aves que tenía).
Y es ésta su condena: cada día
alimentarse de cemento armado.
Es un árbol penado y no me asombra
ver cómo va perdiendo los colores
y cómo va quedándose sin sombra
(y no digamos nada de las flores...).
Pero hoy, aquí, mi corazón lo nombra
el más municipal de mis dolores.
MIGUEL D'ORS
Escribe con pasión sobre el hombre, sobre el mundo y -¿por qué no?- sobre Dios y su misterio.
