En la antología poética de d’Ors “El misterio de la felicidad” (Renacimiento, 2009), editada por Ana Eire, señala la hispanista en el prólogo que, a pesar de las permanentes preguntas que se hace el escritor compostelano sobre la vida y la muerte, el sentido de la existencia, el porqué del sufrimiento..., descubrimos en sus textos un fondo de seguridad en el misterio del ser, de confianza en Alguien que, no sabemos muy bien cómo, adivinamos presente en nuestras vidas protegiéndonos. Será mejor escuchar a Ana, especialista en la poesía de d’Ors:
“En ocasiones la poesía de d’Ors, la más llena de enigmas, de frustraciones y anhelos, es también la más sincera y auténtica en su paz. Muchos poemas expresan una tranquila seguridad en el orden del universo, cuyo misterio no molesta, sino que es necesario. Sus poemas de tema religioso, en los que d’Ors revitaliza con frescura y modernidad una tradición abandonada, creen en la providencia, respetan el misterio religioso y lo afirman.”
EMOCIÓN MATIZADA POR LA
CREENCIA EN UN ORDEN SUPERIOR
En su riguroso análisis, observa Eire la paradoja del creyente que confía en el amor de un Padre amoroso, y padece el misterio implacable del dolor y la injusticia que nos atormentan. Así prosigue Ana Eire sus observaciones sobre la providencia en d’Ors:
“Parece una contradicción que esto ocurra en una poesía que vive en la pregunta, en la vulnerabilidad, en la lucidez, en la indagación, en el misterio. Aunque resulte una combinación extraña, refleja una situación cotidiana más, porque vivimos en un precario equilibrio entre lo que creemos y lo que dudamos. Los dos lados de ese contraste se subvierten uno a otro. Cada vez que d’Ors habla de la providencia y la acepta, se está preguntando si el mundo está de verdad bien hecho, porque no se lo parece.”
Nos anima la ilustre hispanista a conocer mejor a d’Ors y amar sus versos. También las preguntas del lírico gallego nos afectan porque interpretan con pasión nuestras propias dudas. Pero, al mismo tiempo, sus respuestas al problema de la Trascendencia, de la fe en un Dios Personal, nos estimulan, emocionan y alumbran. Es de nuevo Ana Eire quien nos desvela paisajes del corazón del d’Ors:
“La mayoría de estos poemas muestran la vulnerabilidad de alguien que quiere controlar la situación –su vida, su ser– y ve que no se puede, aunque esa emoción esté matizada por la creencia en un orden superior. Igual que no hay que tener fe para admirar la pintura religiosa o las estatuas de Buda, no hay que compartir las creencias de d’Ors para disfrutar de estos poemas. Si cabe, hacen su poesía más conmovedora...”
TE ALABO EN LAS ESTRELLAS
Misteriosos son los caminos del Señor. En realidad, no hay caminos: se hace camino al andar. Lo importante es el destino: el Rostro de Dios. Por autopista unas veces, por selva impenetrable o tórrido desierto otras, lo importante es saber que una mano misteriosa, un ángel de los caminos, nos acompaña siempre, también más allá del crematorio. No es Dios como los niños que juegan con nieve, engendran un muñeco y lo abandonan al viento, al sol, a la llanura...
PORQUE TODO ES CAMINO
Porque todo es camino,
porque por estas cosas me conduces
con mano misteriosa
a la luz de Tu rostro,
Te alabo en las estrellas
–inútil intentar adjetivarlas–,
Te alabo en el Cervino y en la zamba
que llaman «La del grillo»
y en la mirada de David, cubierta
de merengue feliz mientras escribo esto;
pero también en todas mis heridas,
en los que me asesinan cada hora,
en mis albas insomnes y en las letras del banco
que de pronto me ponen la pistola en el pecho.
Porque todo es camino
aunque la ruta a veces parezca una traición,
porque cuanto sucede nos acerca,
porque sé que la escena
final de mi película
eres Tú.
PARA LLEVARME A LA ALEGRÍA
El presente poema no es una oración. Es solo, y no es poco, una revisión, en profundidad, de vida. Descubre Miguel d'Ors que no está solo: que estuvo Dios, y está, con él. Que los sucesos más importantes de su vida no fueron casuales, puro azar, sino Providencia, Presencia del Señor, cuya mano, cuyo corazón le han conducido, con el Universo todo, a la alegría de encontrar sentido trascendente a la aventura de vivir...
¿CÓMO...?
¿Cómo podré llamar
azar a quien condujo
mis pasos hasta esta
plenitud?
Cuando miro
atrás y reconozco
todos los desamores
que a este amor me trajeron;
cuando le sigo el rastro
a mi vida y descubro
que desde siempre estaba
el Universo entero
confabulado para
llevarme a la alegría,
no me atrevo llamar
azar a Quien condujo
mis pasos: hasta esta
plenitud he llegado
únicamente porque
un designio de amor
gobernaba mi vida,
porque me encaminaba
a través de las horas
una mano tan fuerte
que tengo que adorarla.
MIGUEL D'ORS
Escribe con pasión sobre el hombre, sobre el mundo y -¿por qué no?- sobre Dios y su misterio.
