Rafael Morales 6. DOS ÁRBOLES Y UN GATO
Iniciamos el último post de nuestra visita de urgencia a la poesía de Rafael Morales. Hemos dedicado las anteriores páginas a los cuatro poemarios iniciales publicados entre 1943, con 24 años, y 1954, once años después.En 1993, para celebrar las cuatro décadas transcurridas desde la presentación de su primer, y más famoso, libro “Poemas del toro”, editó, con 74 años, un extenso cuaderno de despedida, “Entre tantos adioses”,con medio centenar de títulos, breves en general, de verso ligero sin rima, pero de concentrado lirismo y sugerente reflexión.
Acabamos de conocer ya la presentación gráfica de uno de los temas, “La transfiguración”, con la dura fotografía de un bosque talado, que así comienza: “Derribaron el árbol, / la inocencia del bosque...” Dedicaremos el post de hoy a tres experiencias de respeto, o de falta de respeto, hacia la naturaleza vegetal y hacia el reino animal.
Y ABANDONÓ EN EL BOSQUE LA HERIDA SOLITARIA DE LA MUERTE
Me gustaría destacar la riqueza expresiva de estímulos sensoriales, para el olfato por ejemplo ("la torre del aroma", "y la pobló de aroma"), y para el oído ("la corona del cántico", "con gritos", "arrojado del cántico / forestal").
Respecto de los versos finales, tan lúcidos, tan emotivos, me gustaría recomendar la lectura completa del inicial poema de "Entre tantos adioses" que el autor titula "El poema". Recogemos el desesperado final de un poeta de 74 años que escribe para que alguien, al leer sus versos, le resucite de la muerte: "Lector, / hermano mío, / necesito tus ojos / y tu voz / y tu sangre / para vivir de nuevo / tras la pequeña muerte / que habita en mi poema."
LA TRANSFIGURACIÓN
Derribaron el árbol,
la inocencia del bosque,
la torre del aroma.
Cruenta la muerte
desplomó en la tierra
la altivez del ramaje,
la corona del cántico,
la alta columna
con su verde trueno.
Ávido el hombre
cayó sobre su presa,
llegó con funerarios camiones,
con órdenes,
con gritos,
con furibundo acero;
cargó la mercancía de su ira
y abandonó en el bosque,
en el silencio frío,
la herida solitaria
de la muerte.
Arrojado del cántico
forestal
y del viento,
hijo del bosque
en la ciudad perdido,
triturado
por odios y metales
cayó en la muerte
y la pobló de aroma.
Pero de pronto
le nacieron alas
y fue el papel
que penetró en mi casa
y en el que escribo ahora
este triste poema
a la hermosura verde
de su silvestre origen.
EL BORBOTÓN SONORO DE SU MISERICORDIA
Los versos iniciales de "El árbol de la clínica" sitúan a Rafael Morales en el franciscano ámbito de respeto y devoción hacia los seres más pequeños, más humildes, más necesitados... Así lo escribía en su poética de 1986: "Creo que mi poesía es, sobre todo, a lo menos en su mayor parte, un canto de amor a las cosas, a los animales y al hombre, sobre todo a los más sencillos, ofendidos y humillados..."
Y nos refiere en su diario lírico de 1993 la alegría primaveral que le embriagó al asomarse, tras el cristal de la fría ventana de una habitación de hospital, las ramas florecidas de un árbol. ¡Qué riqueza de sensaciones nos ofrecen estos últimos versos! ¡Qué proliferación de sinestesias! Más que como objeto vegetal, se describiría al árbol como personaje moral que se aproxima al enfermo y le acaricia el corazón con masajes de misericordia y ternura:
EL ÁRBOL DE LA CLÍNICA
Todos sabéis
que yo amé siempre
las cosas más sencillas:
los zapatos heridos
por el tiempo,
el hilo maternal
de las camisas,
los oficios que el llanto
repartió entre la gente
y las solas botellas olvidadas
en los amargos mapas
de las desolaciones.
Pero amé más que a nada
al árbol de la clínica.
Él subió a mi ventana
su ebriedad rumorosa,
a mayo amaneciendo
entre sus ramas,
solo contra el desnudo
invierno de los níqueles.
Por eso le amé tanto
en la mañana aquella,
cuando elevó cantando
su áspera ternura,
el borbotón sonoro
de su misericordia.
MIRÓ SU DESAMPARO EN MEDIO DE LA CALLE
Concluimos nuestra excursión literaria por los paisajes líricos de Rafael Morales, con unos impresionantes versos, único poema religioso de "Prado de serpientes" (1982). El poeta de "Canción sobre el asfalto" vuelve a cantarnos una balada triste en el corazón de la gran ciudad.
Y no evoca experiencias del pasado; como reportero paseante dispara su flash hacia un "gato negro", de esos que dicen que dan mala suerte. Pero desde el amor escribe: "Es hermosos este gato..." Su misericordiosa mirada traspasa la piel oscura y descubre terror y pánico y soledad por los devastados jardines de su alma en cerrada noche. Si acariciase el poeta su herida piel, acaso se encontraría con Dios mismo, silenciosa presencia, entre la congoja y el asombro, a los pies de una gente que no mira, no compadece, no sueña...
GATO NEGRO EN EL PASEO
DE LAS DELICIAS
Es hermoso este gato de color de paraguas
mojado por la lluvia.
Miro su desamparo en medio de la calle,
miro la indiferencia de la gente,
miro su islita negra de terror y de asombro.
Podría tocar la noche y su silencio
si acercase mi mano a su congoja,
sentir entre mis dedos la esperanza de alguien
o quizás a Dios mismo
clamando en este gato,
en este miedo oscuro,
en este gran olvido de los hombres.
RAFAEL MORALES
Premio Nacional de Literatura 1954
1.Poemas del toro
CHOTO
A UN TORO VIEJO
2.El corazón y la tierra
A UN ESQUELETO DE MUCHACHA
PRIMAVERA
INSTINTO
3.En este valle de lágrimas
LOS ABANDONADOS
LAS AMANTES VIEJAS
LOS NIÑOS MUERTOS
4.Canción sobre el asfalto
CÁNTICO DOLOROSO AL CUBO DE LA BASURA
CANCIONCILLA DE AMOR A MIS ZAPATOS
SONETO TRISTE PARA MI ÚLTIMA CHAQUETA
5.De pronto, el barro fue vivificado
ADÁN
TENTACIÓN
COMO EL CHOPO
6.Dos árboles y un gato
LA TRANSFIGURACIÓN
EL ÁRBOL DE LA CLÍNICA
GATO NEGRO EN EL PASEO DE LAS DELICIAS