Otro sacerdote de Vitoria que se va sin hacer ruido Fallece el sacerdote alavés Pedro Mendiguren, un gran “actor secundario” de la vida diocesana
Impulsó la atención a la comunidad gitana de Sansomendi
formó parte del equipo de formadores de "los últimos latinos" del Seminario
Actualmente atendía a las Clarisas de San Antonio y ejercía de director espiritual de los seminaristas
"Su vida fue una vida sacerdotal"
Actualmente atendía a las Clarisas de San Antonio y ejercía de director espiritual de los seminaristas
"Su vida fue una vida sacerdotal"
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
La parroquia de Ntra. Sra. Madre de los Desamparados acogió ayer el funeral por el sacerdote Pedro Mendiguren Balda. Don Pedro, como así le hemos llamado “todos” los que le conocimos, nació en Bernedo, fue ordenado sacerdote en 1959 tras finalizar sus estudios en el Seminario de Logroño. En la década de los 70 formó parte del equipo de formadores del Seminario Menor, lo que se denominaba “Latinos” hasta que en 1978 se cerró (para siempre) esa fase educativa y el ala del Seminario que pocos años después se ocuparía por la UNED y otras actividades hasta el día de hoy.
En el Seminario de Vitoria formó equipo con Don José Macías, con Benedicto López de Foronda, con Rafa Mendialdúa, con Félix Uriarte, con Faustino Herrán y con Marcos Pérez de Mendiola. Se ocupaban de los “latinos” que estudiaban la EGB de entonces y vivían en régimen de internado, algunos permanecieron después en el pabellón de Filosofía.
En 1978 fue nombrado el primer párroco de Nuestra Señora de los Dolores, en el barrio de Sansomendi, puesto en el que estuvo durante veinte años y por el que se le recuerda especialmente. Allí "impulsó, entre otras muchas, la atención a la comunidad gitana que por aquellos años se fue estableciendo en aquel barrio vitoriano proveniente de chabolas y poblados ubicados en lo que ahora es el barrio de Lakua y en otras zonas de la ciudad", se señalaba en la nota emitida por el obispado.
Tras su paso por Sansomendi, a finales de los años 90, pasó a formar parte del equipo sacerdotal de la iglesia de Nuestra Señora de Los Desamparados, en tiempos todavía de Don Javier Illanas. En 2008 se hizo cargo de las parroquias de Bergüeda, Bachicabo, Puentelarra, Fontecha y Sobrón. En 2011 cesó como párroco al haber cumplido la edad de jubilación sacerdotal, los 75 años. En ese momento, "las religiosas clarisas de Vitoria le piden que sea su capellán, algo que aceptó y función que vino desempeñando hasta el mismo sábado 2 de julio, víspera de su fallecimiento, cuando celebró misa en la céntrica iglesia de San Antonio". La comunidad religiosa se ha mostrado muy consternada por el repentino fallecimiento de su capellán. Mediguren fue hallado muerto en su habitación, en la contigua residencia sacerdotal de San Antonio.
El año pasado monseñor Elizalde le volvió a pedir que se vinculase al Seminario Diocesano, en esta ocasión como director espiritual de los 21 seminaristas con los que cuenta la diócesis en la actualidad, muy lejos de los aproximadamente sesenta que acabaron en los últimos años del pabellón de latinos.
Una treintena de compañeros sacerdotes abarrotaban el presbiterio en la celebración que presidía el Vicario General, Carlos García Llata, quien al inicio de la homilía trasladó el sentimiento de unión de monseñor Elizalde desde el santuario de Lourdes. García Llata hizo un perfil humano y sacerdotal de Don Pedro, resaltando que su vida "fue una vida sacerdotal". También resaltó su cercanía a las personas y su unión a todos los obispos con los que ha compartido su vida en la Diócesis.
Non solum sed etiam
Conocí a Don Pedro en el Seminario Diocesano de Vitoria cuando ingresé en el curso 1976/77. Un hombre alto, fornido, con mano de pelotari. Era riguroso a la hora de exigir el cumplimiento de las normas de la convivencia en el Seminario. En los pasillos lo recuerdo caminando, hacia adelante o hacia atrás mientras conversaba con otros formadores o profesores. En la capilla era un hombre recogido, con los ojos cerrados. Celoso de las normas de urbanidad que por aquel entonces se nos exigían, la limpieza de los cuartos, las camas bien hechas, los zapatos limpios, … Velaba también por la moral de los pequeños seminaristas, ávidos lectores clandestinos algunos del Interviú que se guardaban bajo el colchón y que, junto con los calendarios de las gasolineras y carnicerías eran oportunamente requisados. Recuerdo cómo con cierta picardía nos hablaba en sus pláticas de la importancia de tener claro si uno estaba con Jesús o “con la Jesusa”. Hoy, con los años y la distancia se ve todo aquello con una inocencia absoluta por todas las partes.
Mi salida del Seminario no afectó para nada a mi trato con los formadores que tuve en ese centro, más aún, me consta que Don Pedro era lector de este blog y en más de una ocasión, cruzándose por las calles de Vitoria-Gasteiz con un servidor alababa o disentía con cariño de lo que había leído. Querido Don Pedro, un placer haberle conocido, siga su tarea desde el Cielo.
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