El Japón que recibirá a Francisco José Ignacio Vicario: “el pueblo japonés es muy respetuoso con todo tipo de religiones”
Este viatoriano ha vivido y servido durante 40 años en Japón.
“En Japón los planes de Dios van muy lentos”
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
470 años después de que el patrono de las misiones, San Francisco Javier, arribara a las costas japonesas, concretamente un 15 de agosto de 1549, otro jesuita, y en calidad de sucesor de San Pedro, llega al país del Sol naciente. En su 32º viaje apostólico Francisco visitará Tailandia y Japón. Partirá desde Roma el día 19, y el día 23 dejará Tailandia para trasladarse hasta Tokio, aunque su agenda en Japón comenzará el día 24.
El Papa Francisco iniciará sus actividades en Japón visitando la ciudad de Nagasaki, allí el Pontífice dirigirá un Mensaje sobre las armas nucleares en el Atomic Bomb Hypocenter Park; posteriormente realizará un Homenaje a los santos mártires en el Monumento de los Mártires - Nishizaka Hill; y almorzará en el Arzobispado de Nagasaki. Por la tarde, el Santo Padre celebrará la Santa Misa en el Estadio de Béisbol y luego se dirigirá a la ciudad de Hiroshima para participar en el Encuentro por la paz en el Memorial de la Paz.
Al día siguiente, en Tokio, el Santo Padre encontrará a las víctimas de la triple catástrofe en “Bellesalle Hanzomon”; sucesivamente el Pontífice realizará una Visita privada al Emperador Naruhito en el Palacio Imperial; para luego encontrar a los jóvenes en la Catedral de Santa María; y almorzar junto al séquito papal en la Nunciatura Apostólica. Por la tarde, el Papa Francisco celebrará la Santa Misa en el Tokyo Dome; después de la celebración Eucarística, se reunirá con el Primer Ministro en Kantei; y dirigirá un discurso a las autoridades y el Cuerpo Diplomático en Kantei.
El último día de su Visita en Japón, el Papa Francisco celebrará la Santa Misa privada con los miembros de la Compañía de Jesús en la capilla del Kulturzentrum de la Sophia University; además se reunirá en privado con el Colegio Máximo en la Sophia University; posteriormente visitará a los sacerdotes ancianos y enfermos en la misma Universidad; y después se realizará la Ceremonia de despedida en el aeropuerto de Tokyo-Haneda, para luego partir rumbo hacia Roma.
El Papa Francisco verá cumplido un sueño de juventud, ya que en su día, siendo un joven jesuita, se ofreció para ir de misionero al Japón, pero, por motivos de salud, sus superiores no se lo autorizaron.
En estos días previos al viaje de Francisco recogemos el testimonio de un hermano viatoriano, José Ignacio Vicario, que hace pocos años regresó de aquel lejano país al que ha entregado una parte importante de su vida, ni más ni menos que 40 años. Con él hablamos de la sociedad japonesa y de la Iglesia que Francisco se va a encontrar.
Pero antes recogemos la respuesta a esas preguntas pero en tiempos del santo navarro, el primer sacerdote que pisó aquellas tierras.
Políticamente era un reino dividido en 66 señoríos feudales y presidido por la sombra de un emperador, que recluido en Meaco (actual Kyoto), resultaba más un emblema sagrado que un jefe efectivo. Cuando llega Francisco Javier a Meaco, una guerra había asolado la ciudad. Un dáimyo ( el señor feudal con más poder) señor de Chikuzen, se había levantado con sus tropas contra el Shogún (el que ejercía el poder efectivo en nombre del emperador).Mientras tanto Go Nara, el 106 emperador de la dinastía, era venerado como un dios en su palacio de Meaco.
El Santo navarro apreció en el pueblo japonés muchas cualidades que hizo lo tuviese en gran estima. Así dejaba escrito: “son los japoneses más sujetos a la razón de lo que nunca jamás vi en gente infiel. Tan deseosos de saber, que nunca dejan de preguntar. Entre gente infiel no se halla otra que gane a los japoneses”
El japonés no será fácil de “convertir”, pero el que se convertía pasaba a ser un convencido defensor y propagandista del Evangelio.
En lo religioso dos cultos se disputaban la supremacía: el Shintoísmo y el Budismo. El Shintoismo es un culto ancestral centrado en la naturaleza y los espíritus que la gobiernan. Sus dioses son los kamis, buenos y malos. Podría decirse que para el Shintoismo es dios todo lo misterioso, lo grande, lo bello, lo temible.
El Budismo por su parte, importado desde China hacia el siglo VII, se encarna en el Japón y toma forma propia. Es una religión más bien ética que dogmática. Para los japonese Buda, es un gran maestro a quien hay que imitar en la práctica de sus virtudes, y así llegar a la perfección.
En tiempos de Javier, tanto el Budismo como el Shintoismo tenían ya sus sectas, sus templos y sus bonzos (sus sacerdotes encargados del culto en los templos) que fueron los más beligerantes contra la labor evangelizadora de San Francisco Javier.
Entrevista al hermano viatoriano Jose Ignacio Vicario.
¿Cuál ha sido su labor durante 40 años en Japón?
En su momento hubo un ofrecimiento de la comunidad de San Viator en Japón para colaborar en el colegio y en la parroquia que tenemos en la ciudad de Kioto, y nos ofrecimos de todo España dos personas. Ese binomio de parroquia y colegio, pastoral y educación es muy viatoriano.
Recientemente se ha producido el cambio de era con el entronamiento del nuevo emperador, Naruhito, con quien Francisco mantendrá un encuentro privado. ¿Qué puede contarnos de esta realeza japonesa, sigue manteniendo ese halo de divinidad? ¿tiene un peso efectivo en la vida de los japoneses o se mantiene como un patrimonio cultural?
Pues creo que hay dos visiones diferentes, la de los jóvenes de hoy día, y la de los mayores. Para los mayores el emperador goza de ese halo de divinidad al que te referías. En cambio para los jóvenes el emperador es esa figura política que perdura en el tiempo, pero prácticamente nada más. Podemos decir que sí va cambiando la imagen que el pueblo tiene del emperador en Japón, pero permanece como icono de unidad nacional. Ese vínculo genealógico que alcanza grados de divinidad está presente de alguna manera cuando, ante una desgracia, el emperador se hace presente y es el reflejo de una nación, un pueblo unido, que converge en la figura del emperador.
¿La visita de Francisco, al igual que la de San Juan Pablo II, será un momento histórico?
Sí, sin duda. Puede que suceda como cuando la visita de Juan Pablo II, durante un tiempo los medios se hicieron eco de la visita, para la comunidad cristiana fue un hecho importante, pero luego se fue difuminando para quedar como un dato para la historia, para las hemerotecas. Con Francisco imagino algo similar. Durante esos días los medios de comunicación se volcarán. Y para la comunidad cristiana, que es muy reducida, la visita del Papa es muy importante, supone un gran respaldo.
Desde los tiempos de San Francisco Javier la iglesia ha tenido que convivir y hacerse un hueco en un mundo donde impera el budismo y el shintoismo como religiones mayoritarias. ¿Cómo ha vivido usted su presencia como iglesia católica en Japón?
Lo primero que hay que señalar es que el pueblo japonés es muy respetuoso con todo tipo de religiones. Y la relación, al menos la que yo he vivido, ha sido siempre muy buena. En nuestro colegio tenemos muchos alumnos cuyos padres son budistas o sintoístas. De hecho el número de alumnos cristianos es pequeño. El mismo alumnado es un reflejo de la sociedad japonesa. Hay que tener presente que hay muchas cuestiones en las que budistas, sintoístas y cristianos coincidimos en cierto modo. Por ejemplo: lo que para los budistas es la compasión, para nosotros es la misericordia, el amor. Son conceptos sinónimos. El sintoísmo y el budismo viven una espiritualidad más interior, no es tan proyectada hacia el otro, como es esa proyección misionera, evangelizadora que tenemos los cristianos. Por otro lado el sintoísmo es una religión que conecta mucho con el entorno, con la naturaleza, algo que no es ajeno al cristianismo por otro lado.
¿Cómo es y cómo está la Iglesia hoy en Japón?
Bueno, la Iglesia católica supone el 0’5 % de la población. Eso como primer dato. Supone en número de habitantes en torno al medio millón. Eso sí, está repartida por todo el país. Son 16 diócesis las que se reparten el territorio. Son iglesias pequeñas. Y con pequeñas me refiero a comunidades de 30 o 40 personas. A excepción de las parroquias en Tokio, las que llevan los jesuítas que tienen a sus espaldas muchos siglos de tradición. Luego es una iglesia muy ligada a las tradiciones, el pueblo japonés es de por sí muy tradicional, y eso se refleja en los cristianos también. Eso incide también a la hora de hacer cambios, de acomodarse a los nuevos tiempos. Lo decía un jesuíta italiano, director de la Sophia University, “en Japón las cosas, la tecnología, la vida, va muy rápida. Pero los planes de Dios, van muy lentos”. Al japonés le cuesta más expresarse, allí no se entienden unas liturgias ruidosas ni movidas. El japonés es reservado. El rito de la paz, por ejemplo. Mientras aquí nos damos la mano o incluso un abrazo, allí el japonés lo resuelve con una ligera inclinación. En los últimos años he visto cómo algunos se han dado la mano, pero eso es un avance enorme.
Y para terminar, en España se tiene la idea de que la comunidad oriental, chinos, japoneses, coreanos, vietnamitas, … son colectivos que no se integran, a veces ni siquiera en el aprendizaje del idioma. Tampoco existe un reflejo externo de una vida espiritual de estos colectivos. mantiene usted algún vínculo con el Japón, con japoneses en España, en Vitoria, en el País Vasco, … y comparte esta sensación o tiene otra imagen diferente.
No tengo conocimiento de ninguna comunidad japonesa, como tal. Quizá en Madrid o Barcelona pueda haberla. Pero por lo general el japones pasa muy desapercibido; viene, se relaciona con el círculo de su trabajo, y regresa. O viene de turismo de paso. Salvo el caso de algún japonés que está casado con una española o a la inversa, pero en esos casos sí se da una integración normal, pasa a ser uno más de nosotros. Algún caso de estos sí conozco. En todo caso creo que hay pocos japoneses, el japonés prefiere su país y sus desplazamientos son de ida y vuelta.
Non solum sed etiam
¡Mira que está lejos Japón! que decían los de “No me pises que llevo Chanclas”.
Reconozco que me genera curiosidad cómo recibirá el Imperio del Sol Naciente al Papa Francisco. Un hombre que se caracteriza por sus gestos y cercanía personal en un mundo en el que se guardan las distancias físicas y los gestos son suaves y pausados. Es una pena no poder ver ese encuentro entre un emperador, cuya dinastía entronca con los mismísimos dioses de la cultura oriental, y el Vicario de Cristo, el Hijo de Dios.
Esta visita, es posible que tenga más efecto en la visión que los japoneses tengan de esa Iglesia que viene de occidente, que en la visión que Occidente pueda tener de los japoneses que nos visitan. Quizá sigamos con el estereotipo de japones igual a: cámara de fotos colgada del cuello de un ser de ojos rasgados. O quizá aprendamos algo de aquel pueblo que está tan lejano.