Un divertimento literario de Txenti García D. Mateo (capítulo 3)
D.Mateo es un sacerdote de 55 años. Lleva tres años destinado en la única parroquia de Villalagar. Ha pasado gran parte de su vida en misiones. A los pocos años de ser ordenado sacerdote solicitó permiso para incorporarse al grupo misionero en Ecuador. A su regreso estuvo dos años colaborando en la delegación de misiones y ayudando en una parroquia de la ciudad y hace tres años el obispo le destinó a Villalagar un pueblo cercano a su pueblo natal, Rastrojo del Páramo, así pudo atender y acompañar a su madre el último año de su vida. Tras la muerte de su madre decidió arreglar la casa cural de Villalagar y trasladarse definitivamente.
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
Cap. 3 Lunes por la mañana
La noche se la pasó D. Mateo fabricando sermones para políticos, hablando desde el púlpito de su iglesia, desde los estrados de los partidos en campaña y desde la mismísima tribuna del Congreso, emulando a aquellos clérigos que participaron en la Pepa. Pero cada día tiene su afán y hoy, lunes, venía su compañero, y amigo, Benito a comer. Tras repasar las facturas de la parroquia se puso con la comida, un arroz con carne y una ensalada muy variada. Todo regado con un buen vino de la zona. Benito era un amigo demasiado importante como para pensar en el amigo y dejar a un lado las homilías políticas.
- Pasa Benito, que hoy he hecho arroz y ya estaba pensando que si te retrasabas un poco más lo tendría que usar para arreglar las paredes. - Bueno, Mateo, bueno que habíamos quedado a y media y solo son menos diez. - Te parecerá poco, veinte minutos. Anda, pasa, que tienes hasta el vino en la mesa.
Benito es sacerdote, tiene un año menos que Mateo y coincidieron en el Seminario.
- ¿Qué tal tu rebaño, Mateo? ¿Con qué les obsequiaste en la homilía de ayer?
- No te burles, Benito. Y si quieres saber con qué les obsequié ayer en mi sermón te lo diré: con tres preguntas que te reto a contestarlas tú también.
- ¡Venga dispara! Por cierto, el arroz está buenísimo, la próxima vez que vayas a hacer arroz y quedemos me dices para venir veinte minutos más tarde.
- Será la Divina Misericordia que cocina mejor que yo. Vale, pues ahí va: la primer pregunta que les dejé para rumiar estos días era: ¿Cuántos tipos de verdad hay en mi vida? Venga, a ti no hará falta que te ayude como a los chiquillos de la catequesis de confirmación.
- ¿De verdad les lanzaste esa pregunta? No sé cómo te siguen apreciando. ¿Cuántos tipos de verdad hay en mi vida? … pues así a bote pronto podría decir que hay dos tipos, las confesables y las inconfesables. Las confesables son las que todo el mundo sabe, que soy un cura con más buena voluntad que acierto, que he ido vagando de destino en destino. Que los primeros años fui valorado en la Diócesis, que mi etapa al frente de la pastoral con jóvenes fueron los mejores años de mi vida y que mis misas no son muy largas porque tengo miedo de aburrir al personal y prefiero decirles dos ideas en un minuto y luego que se las apañen ellos. Las inconfesables… qué voy a decirte Mateo, son las que sabéis Dios, tú, Ramiro y su mujer, y Marcela.
- ¿Qué vas a hacer con ese tema Benito?
- Seguir, Mateo, ni puedo ni quiero hacer otra cosa. Ya, ya sé lo que piensas y lo que piensa la Santa Madre, pero … Mateo, no hago mal a nadie …
- Benito, sabes que ni voy a juzgarte ni a condenarte, no seré yo quien diga una palabra contra ti y mucho menos contra Marcela.
- Tú la conoces, es feligresa tuya, es una gran mujer, es… Y recuerda que en parte la conocí gracias a ti. Aquel día vine huyendo por no escaldarme en un fuego que no quería. Tenía a la viuda y a la mujer del marino detrás de mí. Vine para buscar ayuda y consuelo en tu casa y justo ese día tenías que haberte ido a un curso de teología a la ciudad. A la salida del pueblo paré en el bar de carretera y allí estaba Marcela. Se tomó una copa conmigo y luego… me dejé llevar. Hasta la tercera visita no le dije que era sacerdote. Ni le sorprendió ni hizo comentario al respecto. Luego siguieron otras visitas hasta crear una rutina y a empezar a vernos en sus días libres en otros sitios.
- ¡Pero Benito no puedes jugar con esta mujer!
- Mateo ni juego con ella ni ella conmigo. Las cosas están muy claras entre nosotros. Con 54 años ¿qué le podría dar a esta mujer si me salgo de sacerdote? ¿Qué podría ofrecerles a ella y a su hijo? Sabes, yo antes no jugaba a la lotería, ahora sí, y lo hago pensando en retirarla de su oficio. Con mi sueldo de sacerdote pago sus servicios y cuando nos vemos fuera siempre le doy un dinero para el cuidado de su hijo. No gana mal, alguna vez hablamos de ello, aunque a mi me duele, y sé que tiene buena clientela. En el bar las respetan y protegen de babosos e indeseables. Ella se considera una afortunada dentro del gremio.
- Pero sabes que no estás siendo honrado con la Iglesia ni con las promesas que hiciste.
- Lo sé Mateo, pero no es fácil, no todos llevamos el celibato como tú ni tenemos la suerte de Ramiro que como había sido enfermero antes que fraile pues pudo encontrar un trabajo y formar una familia con normalidad.
―¡Qué sabrás tú de mi celibato hermano, qué sabrás tú!
- Mira Mateo, a estas alturas el juicio de los hombres me preocupa más bien poco, el único que me preocupa es el juicio de Dios, de ese Dios Padre Misericordioso que lo ve todo y que sabe lo bueno y malo que anida en nuestros corazones. Y yo quiero a Marcela y deseo seguir siendo sacerdote, y aunque sea en la clandestinidad y mientras pueda aguantar así lo seguiré haciendo.
- Ya, y a mí haciéndome cómplice de todo ello.
- Mira algunos plantean la pregunta de si el sacerdocio se puede vivir sin sexo. Yo me pregunto cada día si por tener sexo deja uno de poder ser sacerdote. Denúnciame ante el obispo si quieres Mateo, estás en tu derecho y quizá en tu deber.
- No seas imbécil Benito, sabes que no voy a hacerlo. Porque en el fondo te entiendo y te acepto como eres. Y… sí, también porque tampoco tengo yo muy claro que el amor a una mujer y el sacerdocio sean incompatibles. Pero de momento la Santa Madre Iglesia lo tiene dispuesto así y yo estoy obligado a defender esa postura incluso ante mí mismo. ―que es donde más me cuesta‖.
- Mira Mateo, acabé entre los brazos de Marcela por no hacerlo en manos de otras que me andaban buscando la ruina. Mi vida se cruzó con Marcela y si el primer encuentro fue por desfogue y despecho, ya desde el segundo ni Marcela ni yo éramos los mismos de la primera vez. Cuando le confesé mi condición de sacerdote no dijo nada pero me escucho cuanto le dije de justificaciones y de dudas, de temores y deseos. En nuestro quinto encuentro, un lunes que ella libraba y nos fuimos a una casita rural, el tiempo nos dio para todo, para gozar de mil maneras, para hablar, para confesarnos mutuamente, y para reafirmarnos en el amor que ya había prendido en nuestros corazones y sus raíces estaban bien agarradas.
- ¿Un chupito de orujo con miel?
- Sí Mateo, ya sabes que compartimos gustos. Si un día paso por Potes te traeré suministros. Yo te admiro, a ti y a otros muchos compañeros que sois fieles sin mácula al voto del celibato, y sé que tiene un gran valor en el servicio a la Iglesia, pero no deja de ser una norma que se impuso en el s.XI y que hoy debería ser revisada. ¿Sabes tú cuántos sacerdotes se secularizan al año en este país? Y sabes cuántos no se secularizan pero mantienen en secreto relaciones carnales, afectivas, amistosas con derecho a roce, como quieras decirlo. No soy el único caso y quizá tú sepas de otros nombres. Mateo, yo quiero a Marcela, y le quiero también a su hijo y si pudiera le ayudaría y acompañaría como un padre, pero sigo fascinado cada vez que levanto la Hostia entre mis manos, y el Cáliz, y me siento vivo y feliz de ser instrumento de Dios para hacer llegar su Palabra a la gente y ofrecerles una interpretación.
- Pero a la vez estás a esto (juntando los dedos pulgar e índice) de ser también escándalo para tus feligreses. Esos a los que les pides fidelidad a la Santa Madre Iglesia, una fidelidad que tú has roto y te reafirmas en esa ruptura. De Verdad, Benito, no me pidas que bendiga tu decisión.
- No te pido que me bendigas, pero sí que me sigas acompañando como amigo y como sacerdote.
- ¡Pero si la Iglesia tiene sus alternativas a casos como el tuyo!, mira lo de Ramiro, se secularizó, se caso, tiene dos hijas preciosas, trabaja como enfermero y con su mujer han construido un hogar, una familia.
- Sí, Mateo y si tu no lo sabes yo te lo digo. Si mañana la Iglesia aprobase el matrimonio de los sacerdotes casados Ramiro pediría de inmediato trabajar en una parroquia, aunque fuese compaginando la pastoral con su trabajo, y como él muchos Mateo, muchos. La Iglesia está perdiendo grandes sacerdotes al servicio del Reino por culpa de esta norma del s. XI. O por culpa de un sentimiento conservador mal enfocado.
- Pero entonces estaríamos abriendo una puerta a la extinción del catolicismo, y sabe Dios si algunas de las herejías que asolaron y perjudicaron la labor de la Iglesia en siglos pasados.
- Mateo no te pongas tremendista. El cristianismo se seguirá expresando de varias maneras: anglicanos y protestantes son hermanos en la fe y si bien hay cuestiones teológicas con las que no coincidimos y consideramos que son equivocadas quizá en el terreno de los ministros e incluso ministras ordenadas nos lleven la delantera y, con todas las bendiciones del Supremo Hacedor, hay que reconocer que en la Iglesia especialmente hemos tenido grandes problemas con el sexto mandamiento y con todo lo relacionado con el sexo y quizá sea hora ya de revisarlo. Yo creo que el Papa va por ahí.
- Yo creo que el Papa va por ser fiel al Evangelio, lo mismo que han ido haciendo sus antecesores, y este no es ni mejor ni peor Papa porque parezca que le vaya a dar la vuelta al Vaticano. No voy a permitir que nadie, ni tú, manipule el mensaje del Papa.
- Bueno no te exaltes. Y además no pretendo desdecir y manipular los mensajes del Santo Padre. Pero si te digo, Mateo, que a lo largo de mi sacerdocio y de las horas de confesionario, y de las parejas atendidas antes, durante y después del matrimonio y en las separaciones y divorcios, me he encontrado que los grandes problemas de la pareja podrían ser estos: la falta de comunicación, verbal y no verbal, el sentimiento de posesión de uno sobre otro y la falta de libertad para ser cada cual como es, esto iría unido a la sensación de no ser aceptado como uno es por su pareja; y por último la concepción del sexo como algo vinculado en exclusiva con la procreación y el matrimonio, como un derecho de uso y disfrute que obliga al otro a satisfacer a su pareja por ser un derecho adquirido y de obligado cumplimiento. Claro, esto penaliza toda relación afectiva y sexual fuera del matrimonio. Pero … y las culturas que a lo largo de la historia y de los países de todo el orbe han vivido sobre planteamientos culturales diferentes que admitían sin problema, la bigamia, la homosexualidad, las relaciones entre personas sin vínculo marital, … todas ellas están condenadas por la Iglesia ¿Y por Dios? Me cuesta creerlo.
- Sí, Benito, pero tú no perteneces a ninguna de esas culturas, si ellos han sido fieles cumplidores de los preceptos de sus culturas y religiones Dios sabrá admitirlos en el Reino de los Cielos por su fidelidad a su cultura y religión. Pero es que ni tu cultura ni tu religión contemplan esos supuestos y lo lógico es que seas coherente con el tiempo y lugar al que tú perteneces.
- El problema, Mateo, es que esta sociedad ha tenido que ser castrativa porque ha sido incapaz de ser educativa.
- ¿Qué quieres decir?
- Que el gran problema de las relaciones carnales de los seres humanos están carentes de una previa educación en el respeto absoluto al otro. Si hombres y mujeres tuviésemos como máxima en nuestra vida el respeto al otro, en el terreno de las relaciones carnales no existirían las tropelías que cometemos cada día, desde la violación, hasta el incesto, desde el embarazo prematuro o no deseado hasta el aborto, desde la trata de mujeres hasta la pornografía. Si los hombres y mujeres tuviésemos claro el principio de respeto al prójimo todo encuentro carnal que no partiese del respeto al otro estaría condenado y todo acto de amor consentido, querido y aceptado estaría bien-decido.
- Ya, pero con esa tesis estas dando carta de naturaleza a las infidelidades, a las relaciones extramatrimoniales, a las relaciones entre menores, ¡yo qué sé!… pero ¿te das cuenta de la burrada que planteas?
- No, porque en ese caso las relaciones sexuales no condicionarían el pacto de voluntades de una pareja, salvo que ellas lo consignen expresamente, es decir, no habría una autoridad superior que decidiese tu modelo de unión y de pareja y de familia. Hemos hecho girar en torno al sexo y a las relaciones sexuales demasiadas cosas Mateo, el matrimonio, la vida consagrada, la madurez de las personas, … hemos fomentado la obsesión por lo sexual concediéndole una trascendencia mayor de la que quizá en el orden propio de la naturaleza tiene. Hemos hecho del sexo una moneda de cambio, un arma arrojadiza, un “objeto” de negocio cuando el sexo es un elemento de comunicación de la naturaleza humana, una comunicación que puede dar como fruto incluso hasta una nueva vida humana, es la herramienta que nos convierte en colaboradores de Dios para seguir dando Vida.
- Benito, estoy por quitarte el orujo y mandarte a la mierda. Estás dando carta blanca al todo vale, al nada es pecado, al libertinaje no a la libertad.
- No, Mateo, estoy diciendo que pecado es todo lo que atenta contra Dios y contra el prójimo, y no respetar al prójimo, condicionarle por la fuerza o por mor de un contrato avalado por la Iglesia, que tenga la obligación de “cumplir” con los deseos de ese otro que se unió a él o a ella para hacerle feliz no para exigirle expresa o tácitamente o para que se auto exija que aquí se folla por decreto, porque hay un papel que te obliga a poner el culo, la vagina o la polla al servicio de tu pareja. ¡Pues no!, Y en otros ámbitos igual, los consagrados renuncian por decreto a su vida sexual a poder amar en todas las dimensiones que la naturaleza otorgada por el Creador nos permite. Mateo, no creo que el sexo en el matrimonio o en otros ámbitos haya de entenderse así, y si no ha de entenderse así, ha de quedar fuera de los principios que marque la Santa Madre Iglesia y que esta eduque a las nuevas parejas y a los nuevos candidatos a los diversos carismas de la Iglesia a establecer las reglas de juego que en ese terreno quieran ponerse ellos, el uno al otro en el caso de parejas y cada cual consigo mismo en opciones individuales.
- Ya pero entonces ¿Qué les dices tú a los novios en los cursos de preparación al matrimonio? ¿De qué carajo les hablas? ¿Cuáles son los puntos clave que han de distinguir a un matrimonio cristiano de otro que no lo sea?, dime. Y ¿Cómo acompañarías a una persona joven que siente la llamada de Dios a la vida consagrada? Benito, tú tienes un problema y no puedes hacer de tu caso particular una ley general.
- Un matrimonio cristiano Mateo es aquel que pone a Cristo en su vida de pareja, que decide entregar su vida a la construcción del Reino, en su día a día y si cabe también en actividades pastorales; que se conceden mutuamente el deseo de vivir juntos, de crear una familia, con o sin hijos, de hacer un uso responsable de su tiempo y su dinero. Que, en el caso de que haya hijos, que estos gozan de prioridad en su tiempo y dinero, que son los primeros responsables de su educación y de su acercamiento a Dios. Es un matrimonio cristiano el que cristianamente acepta al otro como es, no pretende cambiarlo, no lo juzga ni condena. Un matrimonio cristiano es aquel que se entrega por amor a su pareja y a sus hijos. No riñe, educa, no condena, perdona, no reprocha, enseña y acepta. Un matrimonio cristiano es el que hace uso de su lenguaje sexual para comunicarse de una manera especial y no como arma arrojadiza o solo como espacio de desfogue de tensiones. Que sea un lenguaje exclusivo y/o excluyente no creo que sea un asunto de la Iglesia, sino de ellos. Hemos marcado unos patrones que no tienen porqué servir a todos. ¿Y respecto de alguien que sienta la llamada de Dios a la Vida consagrada? … Mateo, Vida consagrada es la nuestra y la de los matrimonios y la de los solteros y la de todo aquel que quiera ofrecer, consagrar su vida al proyecto del Reino. En la Iglesia hemos pecado en lo mismo que en la sociedad, de tanto querer legislar todo, dejar todo bien atado, nos hemos olvidado de lo único y más fundamental: educar en el respeto a Dios y a los hombres. Recuerda lo que viene en el Evangelio de tu tocayo: Mateo 22, 34 – 40, Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primer mandamiento y el más importante. El segundo es semejante a este: Amaras al prójimo como a ti mismo. En estos dos mandamientos se basa toda la ley y los profetas.”
- Quizá tengas razón en algunas cosas, Benito. Pero, sigo pensando que no es saltándote las normas de la Iglesia como se cambian las cosas.
- Pero no es un saltarse las normas como opción reaccionaria, Mateo, no nace de un planteamiento ideológico. Son las circunstancias de mi propia vida las que han generado en mí esta forma de pensar. Es decir, no estoy actuando y tomando decisiones por tener una forma de pensar sino que las decisiones que me he ido viendo obligado o tentado si quieres a tomar son las que han ido dando forma y modelando mi discurso. Por cierto ¿Qué hora es? … Mira este jueves si quieres quedamos a comer de nuevo, pero déjame que te invite en el Mesón.
- ¿El jueves?... espera un segundo que mire la agenda. … De acuerdo, tengo unos novios pero los he citado a las seis. Vale ¿Y seguimos con el cuestionario?
- Sí. Sin problema. Mira lo que nos ha dado de sí la primera pregunta. ¿Y las otras cuáles son?
- Te las diré el jueves, así no tienes la tentación de prepararte las respuestas. Deja, ya recojo yo poco a poco.
- Mateo. Gracias. Por todo, por el arroz, el orujo, la compañía, la conversación y sobre todo por tu amistad.
- Gracias a ti también, Benito. No sé si tendría que reconocerlo en voz alta, pero tu amistad y las conversaciones que tenemos me ayudan a crecer como persona y como sacerdote. ¿Vas a estar con Marcela?
- Sí
- ¡Venga! Nos vemos el jueves.
D. Mateo comenzó a recoger la mesa, pero su cabeza estaba en su vida secreta.
―Hacía tiempo que no me acordaba de Clara, en este sentido. Pero esta conversación ha recuperado ciertos sentimientos. Ya, no es lo mismo que la relación de Benito con Marcela, pero de alguna manera también es un sentimiento de amor hacia una mujer. Un amor idílico, un amor cortesano, a la antigua usanza de los caballeros andantes y sus damas. Sea como sea Clara es mi Dulcinea, es mi dama. Y como Benito, no siento que amarla sea pecado, ni siquiera cuando ha ocupado mis fantasías sexuales. Por otra parte siento tanta admiración por Clara. La he visto siempre tan segura de su vocación. Es una mujer especial, distinta. Siempre que viene a mi memoria lo hace con aquel vestido verde, con la falda de mucho vuelo. Es curioso, en mis sueños nunca aparece como es ella y como viste hoy. Siempre ese vestido y esa cabellera larga, de un castaño clarito. Pero al final, aunque sea en secreto, aunque solo lo sepamos Dios y yo, Clara es mi chica. A la que siempre he querido. Creo que mi fidelidad a ella ha sido la mejor arma para mantener mi fidelidad al celibato. Ya hay una mujer en mi vida. Quizá una renuncia a un amor carnal concreto pero manteniendo ese amor en lo secreto sea mi formula para el celibato. Acepto una renuncia pero me concedo un consuelo. Y qué más da que al resto del mundo y a la Iglesia le parezca que esto está bien o mal. Dios me lo dirá al final de mis días. Y si el termómetro que me sugirió hace años un amigo sacerdote es correcto, saber discernir lo que es de Dios por si te da o te quita paz, ya podría afirmar que mi amor por Clara es de Dios porque pocas cosas me dan tanta paz que pensar en ella, que hablar con ella, que soñar con ella.‖
Este lunes la oración de completas no la rezó “solo”, Clara de alguna manera le acompañaba en la distancia, que no era mucha. Esa noche no pudo dormirse solo, al final acabó abrazado a su dama en su vida secreta.
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