60 años construyendo un Mundo Nuevo en Amara Zaharra D. Pablo: “La Buena Noticia no la entendemos, pero la creemos”
La parroquia que se hizo habilitando un viejo lavadero tiene su enclave en el viejo Camino de Santiago por Guipúzcoa.
Las comunistas y las prostitutas pusieron a Cristo en el centro del Barrio
| Vicente Luis García Corres (Txenti)
En las profundidades del donostiarra barrio de Amara Viejo (Amara Zaharra), engullida casi por los nuevos perfiles urbanísticos, y amenazada desde hace décadas por una espada demoledora de Damocles que tiene puestos sus ojos en las viejas casas que se hicieron para las familias de la policía, allí se encuentra, como la irreductible aldea de los Galos Asterix y Obelix, la pequeña comunidad de la parroquia de Santiago Apóstol, una parroquia que conserva el sabor de antaño y que vive lo que es la obsesión pastoral de su párroco y pastor desde hace 60 años: la alegría. Y aunque con 50/60 años más, muchos de los jóvenes del postconcilio siguen cantando al inicio de la misa aquello de “Si Dios es alegre y Joven, si es bueno y sabe sonreír…”
Por otro lado, este templo se puso bajo el patronazgo del Apóstol Santiago por motivos históricos. Fue D. Manuel Lecuona quien documentó y justificó el nombre para esta parroquia que permanece en la vieja ruta jacobea, y que recuerda la visita que la leyenda sitúa a Santiago visitando a los habitantes de Vardulia (correspondiente a la actual Guipúzcoa), paisanos de los várdulos de la legión romana a los que conoció en la ciudad de Tiberíades.
Ese espíritu peregrino y evangelizador ha estado presente desde siempre en la parroquia de Santiago Apóstol, lo recuerda en todo momento su párroco, D. Pablo García Azpillaga.
D. Pablo nació en el municipio guipuzcoano de Aia hace 94 años, cursó sus estudios en el Seminario de San Dámaso, en Madrid. Allí, junto a un grupo de compañeros, imbuidos del espíritu conciliar, de los nuevos aires que llegaban a la Iglesia, se comprometieron a poner en marcha un proyecto de “Mundo Nuevo” que lo definen como “movimiento de animación sociocultural comunitaria de ambiente popular para la transformación de la sociedad desde una opción cristiana”, ese compromiso incluye trabajar desde una fuerte concepción social de la pastoral pero sin darse importancia ni publicidad, trabajar y dar frutos con su trabajo, sin más pretensión.
Este “nuevo” espíritu sacerdotal de aquel grupo de sacerdotes, fue visto con recelo y se les dispersó con la idea de ponerlos a prueba en diversos lugares del territorio nacional. A D. Pablo por su origen vasco se le destinó a San Sebastián y el que fuera primer obispo de San Sebastián. monseñor Jaime Font y Andreu, le encargó “buscarse la vida en una barriada marginal en la que quería que hubiese una parroquia, quizá para repartir a la feligresía de la demarcación correspondiente a la iglesia catedral del Buen Pastor.
Don Pablo dosifica muy inteligentemente su homilía de la que va dando pinceladas a lo largo de toda la misa, de manera que la homilía propiamente dicha no llegó a los cinco minutos. También sabe dar ese ambiente familiar. Los niños no son meros espectadores, son protagonistas, las mujeres han jugado un papel primordial en el diseño pastoral desde sus orígenes, y durante la celebración salen a relucir tanto las bodas de oro matrimoniales, como el cumpleaños o la incorporación de un nuevo feligrés esporádico llegado de otras tierras.
La plegaria eucarística y otras fórmulas de la liturgia salen más del corazón y la cabeza que de las fórmulas escritas. Sobre las lecturas del Antiguo Testamento y de la Carta de San Pablo a los Corintios basta un resumen con lo más esencial; donde se centra el mensaje es en el Evangelio, que se proclama con perfecta dicción en voz de mujer.
Han pasado cuarenta minutos desde el inicio de la misa y con una bendición que llega a todos nos manda para casa con una misión: “los seguidores de Jesús tenemos que llevar la alegría a los demás”.
Con pausa la comunidad abandona el templo en una distendida tertulia, y puedo quedarme al final para charlar un rato con D. Pablo, y Mari Pepa, feligresa, casi desde el minuto cero, de esta parroquia.
¿Cómo es la historia de un lavadero que acaba convirtiéndose en iglesia?
Esto era una zona muy pobre y había dos lavaderos ya en desuso y casi medio derruidos, se solicitó poder hacer uso de uno de ellos y reconvertirlo en iglesia. Mientras tanto D. Pablo inició la parroquia celebrando en la calle. Pero a esa iglesia sin paredes ni techo no le podía faltar el signo de los cristianos. Así es como llegó “El Cristo de la esperanza”, llevado por las antiguas milicianas del batallón de la muerte que tras haber huido a Rusia durante la Guerra Civil pudieron regresar tras el indulto del 57. Este era en aquellos años el barrio comunista y de las putas, donde “nunca llegaría la Iglesia”.
Pero la labor de D. Pablo y el mensaje de las Bienaventuranzas logró que las antiguas milicianas empezasen a colaborar en un mundo nuevo.
A D. Pablo le calificaron durante años como de “cura rojo”, un calificativo que ha llevado casi podemos decir que con orgullo. Si algo destaca de la visión pastoral de D. Pablo es su obsesión por la Alegría ¿Por qué?
Porque este es el mensaje que las amatxos y amonas (madres y abuelas) de los caserío de la montaña les habían inculcado desde pequeños la importancia de sacar y exteriorizar la alegría y el humor para hacer frente a ese carácter que el clima de la tierra de nieblas y humedad condicionaba a las gentes del lugar. Y ese mensaje se fijó y trasladó a la pastoral.
Un hombre que supo hace 40, 50 y 60 años llevar a los niños y jóvenes “de calle”, ¿qué puede sugerir para llegar a las nuevas generaciones de hoy?
Ser gente sencilla. Incluso las celebraciones. Los cristianos somos demasiado serios, cerrados en grupos. Los niños necesitan ver que los mayores sonríen, no se enfadan, …. y eso es un ejemplo que les da vida.
Y la clave del mensaje cristiano para D. Pablo está en la honradez: “hay que decir que el mensaje de Jesús no lo entendemos, pero lo creemos”. “Y además no tenemos por qué forzar el entenderlo, basta con creerlo.”
El verano tradicionalmente es tiempo de cambios y de movimientos en las diócesis, pero en 60 años no ha habido verano que haya movido a D. Pablo de su parroquia, ninguno de los seis obispos que ha tenido la Diócesis han movido a D. Pablo de su sitio.
A mi me mandaron para ver si aquella idea del “Mundo Nuevo” cuajaba en este barrio, y después creo que los obispos no se han preocupado.
¡y que está durando mucho! - dice con humor Mari Pepa.
D. Pablo está convencido que el materialismo nos ha estropeado el cristianismo.
Las señas de identidad de esta parroquia de Santiago han quedado plasmadas en su presbiterio, así en la pared del altar hay un friso cargado de simbolismos: Las ranuras verticales expresan la situación de los pueblos de Guipúzcoa que estaban dispersos y cada ranura vertical también son los montes y valles, y el camino de la vida cargados de barreras en el peregrinar hacia el encuentro con Cristo; el friso de cemento es un homenaje a la mujer guipuzcoana que a lo largo de los siglos ha sido la custodia de la fé y las tradiciones, y las marcas corresponden a los bajo relieves de esos baúles (kutxas) donde las amatxos y amonas guardaban “sus tesoros”.
Un detalle curioso es que al inicio de la celebración el atril de la Palabra está girado hacia el pueblo, y solo se cambia el giro para su proclamación. La Pila baustismal es una concha peregrina que recuerda dos manos oferentes. En el centro del friso una cruz desnuda del Cristo hace referencia a la cruz de cada uno de nosotros. Y Cristo preside el retablo que no existe siendo su figura de resucitado la que protagoniza y destaca sobre la pared blanca.
María ocupa su lugar junto al Sagrario y completa la imagen la frase: “Amaos unos a otros, como yo os he amado” Es la primera y principal frase que los catequistas transmiten a los niños.
En un lateral se conserva el Cristo de la Esperanza, el que entregaran las milicianas cuando las misas se hacían en la calle y que hoy enmarcado por las calles de la barriada sigue siendo el Cristo Libertador que se queda a vivir en el barrio para llenar a todos con su esperanza.
Estas son unas pinceladas de la conversación con D. Pablo y Mari Pepa que merece la pena escuchar integra en este video.
Non solum sed etiam
Unos amigos me habían hablado de este buen hombre, pero ciertamente, el regalo es conocerle y poder haber hablado con él. Durante la misa me sentí transportado por un momento a esa Iglesia que yo conocí de los años 70 y 80. Tuve mi propio capítulo “Cuéntame” y pude ver el Dios alegre y joven de aquellos años, la gozada de vivir la fe en comunidad, cuando esta comunidad nos lleva en volandas. Salvo por la pandemia esta comunidad sigue teniendo su auto sacramental navideño en plena calle y su representación de la Pasión en la ladera del monte; en su escuela de Tiempo Libre se han forjado grandes animadores de la comunidad que incluso han llegado a profesionalizar esa animación a la comunidad en el mundo secular, como el caso del humorista Oscar Terol.
Como si de un fósil vivo se tratara en este rincón de la Vieja Amara hay una comunidad viva, que vive y celebra la fe, una fe que reconoce no entender en muchos aspectos. Y quién no, si fuésemos sinceros, no entonaríamos el mismo canto: “No entiendo pero creo”, No veo pero creo, No siento pero creo, … porque creer es, sobre todo y ante todo, un acto de fe. Luego si lo pides y te lo conceden el siguiente paso es la experiencia de Dios, un Dios que es Amor, y un Dios que es Alegre y eternamente joven.
Puede que a algunos les resulte “casposa” la misa de esta parroquia, pero el mensaje de su párroco, cargado de experiencia, podría darnos las pistas para volver a ser una Iglesia popular: la sencillez en las celebraciones y la honradez al proclamar “no entiendo pero creo”.