Gracias a la Vida, que me ha dado tanto ¿Por qué llevo dos meses sin escribir ni publicar?

¿Por qué llevo dos meses sin escribir ni publicar?
¿Por qué llevo dos meses sin escribir ni publicar? VLG

El comentario de algunos lectores y amigos me ha llevado a retomar mi actividad en el blog iniciando, lo que quizá pueda ser una nueva etapa, con un texto abierto y en el que compartir lo vivido en este mes de septiembre  y que me ha obligado a parar máquinas por un breve tiempo

Os propongo dos canciones que estos días para mí suenan a himno. Y os adelanto un regalo, una ficción, una novelita corta que os iré dejando por capítulos. Algo que escribí como divertimento literario en el que dejar caer algunas ideas que le pasan a uno por la cabeza. Pronto los primeros capítulos de “ También Ella”

Queridos amigos lectores, a quienes conozco y a quienes no conozco, a los que os habéis hecho la pregunta y a quienes no, a quienes me la habéis hecho llegar en persona y a quien, por curiosidad se acerque por primera vez a este blog. ¿Por qué llevo dos meses sin escribir?

La razón del primer mes, el de agosto, es por simples motivos vacacionales, este año he podido viajar hasta Colombia y recorrer algo de ese país durante los 20 días de mi estancia en él. De algunos aspectos e historias que viví os haré partícipes con algún artículo, cuando consiga ordenar el material audiovisual que me traje y editarlo para compartirlo. 

Sobre el mes de septiembre, el motivo ha sido otro, un tema de salud, pero que también me ha supuesto una experiencia no menos rica y apasionante como para compartirla también con vosotros: el martes 13 de septiembre ingresé con un cuadro de angina de pecho en el servicio de urgencias de mi ciudad. Al día siguiente era intervenido y me colocaron un stent, que ahora permite a mi sangre llegar con el flujo adecuado a mi corazón. Esta circunstancia me ha obligado a “parar máquinas” durante un tiempo, pero también me ha llevado a ser consciente de muchas cosas que ahora os voy a contar.

Non solum sed etiam

Haber padecido una angina de pecho y que me hayan implantado una pequeña malla en mis arterias, no me convierte en nadie especial, pero si me suma a la gran familia de las personas con dolencias y averías varias cardiovasculares. 

He experimentado el mismo fenómeno que se produce cuando uno se encuentra “embarazado”, que de pronto descubre embarazada a “la mitad de la población”; bien pues ahora voy “cruzándome” con infartados y portadores de stent como si surgieran como los hijos de Abraham. Está claro que hay mucho “corazón partío”. 

En mi caso más que el corazón, que al parecer late adecuadamente, fueron mis arterias obstruidas las responsables de mi angina de pecho. Pero permitidme que os comparta, a modo de información válida para un bagaje de cultura general, cómo en mi caso, y durante mucho tiempo, he convivido con unas dolencias que yo pensaba que eran meramente musculares y, al parecer, son de libro para detectar a alguien con una angina de pecho: En cuanto comenzaba a caminar por las mañanas sentía un dolor en las mandíbulas, al que se le añadía, quizá como dolor reflejo, un dolor de garganta y, seguido de un dolor en la zona escapular que, progresivamente me fue obligando a detenerme a cada pocos pasos. 

Pues bien, la descripción de estos síntomas, a cualquier cardiólogo, y casi a cualquier galeno, le remite a un diagnóstico de posible angina de pecho. 

Mi desconocimiento me llevó a convivir durante mucho tiempo con estas molestias, acudir al fisio y a la farmacopea, y la medicación para paliar dolores musculares. 

Fue gracias al cirujano Dr. Iñaki Martinez, compañero en la universidad, quien desde sus conocimientos médicos, y sobre todo desde la experiencia personal con su padre, recibí la voz de alarma que me llevó a urgencias, y al día siguiente a quirófano para limpiar unas tuberías bastante obstruidas. 

Esta sería una primera lección sacada: cuán importante pueden ser simplemente nuestros conocimientos para salvar una vida, y por supuesto que, nuestro cuerpo se manifiesta de muchas maneras, y un infarto no solo se anuncia con una presión en el pecho y un dolor que se irradia por el brazo izquierdo, hay avisos previos que no está de más conocerlos, y por eso los he compartido. 

Otro tema que se ha paseado por mi mente y por mi vida en estos días ha sido, la muerte, la hermana muerte, aunque ese lazo familiar sea un poco difícil de asumirlo, y menos cuando crees que ha podido estar o bien llamando a tu puerta o al menos con los nudillos listos para hacer de aldaba. 

He sentido miedo, lo confieso, desde mi condición de creyente, desde mi experiencia del Amor y la Misericordia de Dios, y aunque al final salía un tímido, casi de compromiso, “fíat”; la realidad es que me apetecía una mierda abandonar este mundo, y no ya sin probar las pipas Facundo, sino sin sentirme vivo en tantas circunstancias que aún me apetecen vivir, unas relacionadas con mis hijos, otras con mi pareja, con mis seres queridos, con tantos hermanos y hermanas (sin comillas sí) que la vida me va regalando. Sentía que me queda aún tanto por vivir que, ¡Dios, no quiero morir! Ahora, claro. 

Literalmente mi oración en esas horas y días fue: “¡Señor, bromas las justas! Si he de pasar por esta experiencia para aprender algo de ella, vale. ¡Pero hasta ahí! que quedan aún muchos temas pendientes”. 

Pero tras esa oración, también sentía que la muerte es una opción en esta vida, y que no sería ni el primero ni el último a quien le cambian los planes sin previo aviso. Y me rendía con un “bueno, si tiene que ser … que sea, pero cuida de los míos”.

Hoy, mientras escribo estas líneas, y en la esperanza de que, si me cuido y llevo una vida saludable, cardiosaludable para ser más exactos, mis esperanzas de seguir dando guerra pueden acercarse a la esperanza de vida de nuestra sociedad, veo con emoción esos momentos, y espero tenerlos presentes para no caer en la vanidad de la inmortalidad a corto, medio o largo plazo. 

Y por último el tercer aspecto que me ha hecho reflexionar en estos días es “la vida”, o más exactamente el cuidado de la vida, de nuestra vida. 

Cuando somos jóvenes situamos la felicidad en la capacidad de auto concedernos todos los placeres habidos y por haber: Basamos la libertad y la felicidad en poder comer, beber, consumir drogas (legales o ilegales), experimentar riesgos extremos, … en resumen, sexo, droga y rock and roll. Y ciertamente tenemos sensaciones de felicidad, hasta que un día descubrimos que, si nos hemos pasado de la raya, solo eran sensaciones, y realmente no éramos felices, más aún nos íbamos haciendo esclavos de nuestros placeres. 

Por eso es habitual que cuando uno llega a la Cara B del disco de su vida las melodías cambian y uno se vaya descubriendo más feliz en la medida que uno más se cuida, se priva de todo aquello que pueda serle perjudicial, en lo poco o en lo mucho. Claro que los hay empeñados en seguir en la Cara A del disco, pero generalmente ese vinilo acaba rallado o llega a partirse en cachitos. 

¡Moraleja! disfruta de la cara B de tu disco de la vida, con otras melodías, con ritmos más acordes, con acordes más cardiosaludables. 

Y como creo que la cara B de mi disco depara buenos temas voy a seguir compartiendo algunos de ellos con todos vosotros. Seguramente algo cambiará, y será bueno que así sea y se note. 

Gracias por seguir leyendo mi blog, gracias por ser los compañeros de este camino, y quizá por dejaros acompañar con algunas de mis frases, que sin pensar, las escribí para tí. 

P.D. Os propongo dos canciones que estos días para mí suenan a himno. Y os adelanto un regalo, una ficción, una novelita corta que os iré dejando por capítulos. Algo que escribí como divertimento literario en el que dejar caer algunas ideas que le pasan a uno por la cabeza. Pronto los primeros capítulos de “ También Ella”

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