"¿Con este panorama, tenemos los cristianos motivos para la esperanza?" ¿Adviento en Belén?
"Algo ha cambiado desde que Hamas atacara suelo israelí y la respuesta fue el ataque a Gaza y otros territorios de la zona"
"Este 2023 pasará a la historia como uno de esos tiempos aciagos, en los que nos preguntamos el por qué y no hallamos respuestas"
"Por cada niño muerto se recrudece más el conflicto, se escora más en el odio atávico que pasa de generación tras generación"
"¿Cómo acoger y vivir este año el Adviento?… Más de una persona me ha transmitido las pocas ganas que tiene de Adviento y de Navidad, que conforme está el panorama, "¿para qué?". Pues para no sucumbir a la barbarie"
"Por cada niño muerto se recrudece más el conflicto, se escora más en el odio atávico que pasa de generación tras generación"
"¿Cómo acoger y vivir este año el Adviento?… Más de una persona me ha transmitido las pocas ganas que tiene de Adviento y de Navidad, que conforme está el panorama, "¿para qué?". Pues para no sucumbir a la barbarie"
| Jose Miguel Martínez Castelló
¿Cómo acoger y vivir este año el Adviento? ¿Tenemos los cristianos motivos para la esperanza con todo lo que estamos viendo a diario? ¿Puede influir en el corazón del mundo y de las personas el nacimiento nada más y nada menos que del Príncipe de la Paz?
Se podrá contra argumentar que la guerra ha sido y es una constante en la humanidad, que otros años se han dado y se dan conflictos silenciados que pasan desapercibidos para los medios de comunicación. Pero este 2023 pasará a la historia como uno de esos tiempos aciagos, en los que nos preguntamos el por qué y no hallamos respuestas.
Ya no es posible esconder la cabeza bajo tierra y pensar que todo pasará debido a que la desesperanza inunda todos los órdenes de nuestra vida. Ahora bien, ¿es tan diferente a los tiempos de Jesús? ¿Ese niño que va a nacer, y que debemos preparar a conciencia, para renovarnos y transformarnos, lo tuvo más fácil que nosotros? ¿Nació para que calláramos y viviésemos de forma inercial?
A pesar de todo, este año más que nunca, necesitamos del Adviento, necesitamos del acontecimiento de Belén, de esa luz que ilumina frente a las tinieblas de la sinrazón y de la violencia. En Belén está representada la humanidad entera, con sus defectos y miserias, con sus dones y virtudes. Caben dos lecturas que no podemos olvidar: a nivel internacional y a nivel eclesial. En cada una de ellas tenemos que hallar esas luces que todavía persisten, pero que no se publicitan, que insisten, una y otra vez, en la luz del niño Jesús como faro y guía para la humanidad.
A nivel internacional acogemos sobre cogidos los diferentes conflictos que se dan en el mundo. No lo olvidemos: hoy hay casi sesenta conflictos en activo, pero conocemos tres o cuatro. Oriente Próximo siempre está en el candelero, Ucrania, algún conflicto africano y la guerra del narco tráfico con los gobiernos latinoamericanos. Poca cosa más.
Pero desde que ese fatídico 7 de octubre, algo ha cambiado desde que Hamas atacara suelo israelí y la respuesta fue el ataque a Gaza y otros territorios de la zona. No pararemos en señalar que Hamas es un grupo terrorista de tomo y lomo cuyos dirigentes viven a sus anchas mientras se escudan en el pueblo para señalar a Israel como genocida. No lo olvidemos.
Pero Israel, como sociedad democrática y exponente máximo, según dicen, de los derechos humanos y de la libertad, no puede llevar a cabo ataques donde las víctimas ya no es sólo la población civil, sino los niños y niñas de Gaza y otras ciudades. ¿4000 niños? Es inasumible, se interprete y se den las mil y unas razones estratégicas, de defensa o lo que sea. Por cada niño muerto se recrudece más el conflicto, se escora más en el odio atávico que pasa de generación tras generación.
Por cada niño muerto se recrudece más el conflicto, se escora más en el odio atávico que pasa de generación tras generación
Estos días, preparando el Adviento a través de las últimas lecturas del año litúrgico, podemos comprender como el mal genera mal. El diálogo con él es inviable. Francisco insiste en ello una y otra vez. El evangelio es una muestra: “Al acercarse Jesús a Jerusalén y ver la ciudad, lloró sobre ella, mientras decía: ‘¡Si reconocieras tú también en este día lo que conduce a la paz!’ Pero ahora está escondido ante tus ojos. Pues vendrán días sobre ti en que tus enemigos te rodearán de trincheras, te sitiarán, apretarán el cerco de todos los lados, te arrasarán con tus hijos dentro, y no dejarán piedra sobre piedra. Porque no reconociste el tiempo de su visita” (Lucas 19, 41-44).
La guerra en Jerusalén, en Belén, en Gaza, tiene un significado especial, ya que ahí convergen las tres religiones monoteístas que representan a una gran parte de la humanidad. Francisco reitera que estamos en una guerra mundial por fascículos, pero no lo queremos aceptar, preferimos la falsa creencia de que no existen los conflictos mientras no me toquen.
Por desgracia, en días recientes hemos ido sabiendo que se han eliminado de forma paulatina las celebraciones de Adviento y Navidad en la zona. La guerra ha provocado la suspensión de todos los actos en Belén donde las visitas de turistas extranjeros han descendido hasta un nivel meramente testimonial. Como cristianos, como seguidores de aquel que nació en Belén, que hoy está en guerra, que está sitiada, nos debe hacer despertar para que todo aquello que hagamos irradie luz. Sí, este año más que nunca.
Más de una persona me ha transmitido las pocas ganas que tiene de Adviento y de Navidad, que conforme está el panorama, “¿para qué?”. Pues para no sucumbir a la barbarie, puesto que tenemos hijos, puesto que creemos en las futuras generaciones, que no nos da igual el mundo y la sociedad que dejemos y leguemos. No podemos asumirlo, ya que respondemos con un gran y rotundo SÍ a la vida y a la convivencia desde todos y cada uno de nuestros ámbitos.
Desde estas líneas no me olvido de todos los misioneros repartidos por las zonas más peligrosas y de conflicto del mundo. Asociaciones y fundaciones que están entre las trincheras de la miseria y la pobreza. Retumban en mi conciencia las palabras del evangelio de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. En el juicio final sólo el amor será la medida de todas las cosas. A Jesús lo persiguieron desde que nació. No cometió ningún delito. Los poderosos de su tiempo temblaron ante un poder sin igual, único.
Belén implica una luz diferente, una vida diferente, pero sin armas, sin el ojo por ojo y diente por diente tan humano y tan poco y nada evangélico: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Me entristece que tantos y tantos cristianos pierdan la ilusión y la certeza del poder salvífico de Dios desde la atalaya del amor y el servicio. El Adviento que vamos a comenzar a vivir es un nuevo inicio. La historia no está escrita porque tenemos que convertirnos en los lápices de Dios inspirados en Jesús, sí, en ese niño que va a nacer que viene a acoger a todos sin distinción, pero que se fija de forma especial en aquellos que no se valen por sí mismo, que por circunstancias se han quedado en los bordes del camino de la historia como lo estaba el ciego Bartimeo.
El Adviento, como mediación de la Navidad, implica la seguridad de que el bien se sobrepondrá sobre la tiniebla. Esa lucha no vendrá de la mano de ejércitos, sino de la mansedumbre propia de la humildad y la sencillez. Tenemos que oler a oveja, a establo, ser pastores, correas de transmisión de la esperanza y de la fuerza del amor. ¿De verdad pensamos que son más las cabras que las ovejas? ¿De verdad hemos bajado los brazos y le hemos otorgado al mal su victoria? ¿De verdad que ya no confiamos en el poder salvífico del Dios de Belén, del crucificado, del que se sacrificó por nuestras penas e iniquidades?
A nivel de Iglesia tenemos que establecer una diferencia. Por un lado, todo lo que acaece en los medios y lo que se publica configura una parte de verdad de la vida de la Iglesia y, por otra parte, lo que el pueblo de Dios vive a diario, lo que nunca se publicita, aquello que no es noticia y que pasa desapercibido.
Francisco se está enfrentando a corrientes que creen que son los únicos portadores de la fe verdadera. Es un hombre valiente, y como los demás papas, está experimentando la soledad del ministerio de la cátedra de Pedro. En ocasiones, creemos que la Iglesia es una batalla campal, que nadie se entiende, que cada cual va por su lado porque ha olvidado lo más importante: la historia de Belén.
La encarnación de Dios en la historia implica una nueva forma de mirar el mundo y de concebir las relaciones humanas. En estos días de Adviento deberíamos prepararnos en las lecturas de la anunciación, de cómo María y José se preparan para el nacimiento y el trayecto que tienen que recorrer antes y después de nacer Jesús: no encontraron posada. ¿Qué podemos aprender de todo ello? ¿Qué tenemos que asumir?
La Iglesia debe tener claro que su destino jamás estará fijo, que nunca vivirá plácidamente, si lo hace, se estará alejando del núcleo del evangelio, nos convertiremos en una ONG, en una fundación global, pero la Iglesia no es ambas cosas sino la portadora del anuncio y el mensaje de Dios hecho hombre. Dios viene a nosotros porque le importamos, nuestra historia es su historia.
Pero este venir a nosotros implica que la historia tiene que ser vivida siempre de forma distinta a como la lógica común y humana pretende. Asumir esto nos lleva a una Iglesia a la intemperie. Digámoslo alto y claro: una Iglesia evangélica, a la intemperie es aquella que, ante los abusos, por ejemplo, no le tiembla la mano, llega hasta el final, con el convencimiento que se ha truncado una vida para siempre y hay que recobrarla. Jesús es muy claro sobre este tema. Ay de aquellos que alteren la vida de los más pequeños. Pero, y al mismo tiempo, una Iglesia a la intemperie también es aquella que no olvida todo aquello que se hace bien y que sigue de forma radical el evangelio, de esas luces, de esos destellos de esperanza que se dan todos los días, pero que se empequeñecen, precisamente, porque Belén forma parte de su acción diaria.
Está muy bien que nos empapemos del informe del Defensor del Pueblo sobre los abusos de la Iglesia en España y llegar hasta el final, caiga quien caiga. Ya se sabe, como dice el Salmo, los caminos del Señor son inescrutables. Ahora bien, quien aquí escribe está convencido de que la Iglesia, con sus arrugas y miserias, pero con sus virtudes y sus dones, lleva a cabo lo que el niño Dios quería que hiciésemos. El problema es que el bien no se manifiesta, sigue su camino, sin mirar atrás, no busca homenajes ni reconocimientos. Va más allá de la división, de las banderas, de los partidos que sí que obtienen imagen y publicidad.
Sin caer en el engreimiento mesiánico, acojamos los milagros que se producen todos los días. Si todavía estás pensando como acoger el Adviento, si vale la pena preparar tu corazón para acoger a Dios hecho un bebé, un niño, esperando que le acojas y lo mezas en tu corazón a través del servicio a las personas que están pasando por un mal momento, que están solas, huérfanas de todo y de todos, mira a tu alrededor, ves a una institución de la Iglesia y respira su vida, sus acciones, su carisma, y te darás cuenta que la vida y la Iglesia van más allá de lo que los medios publican.
Hace poco tuve la suerte de visitar, con la compañía de dos clases de 3º ESO, la Casa Asilo de la Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Valencia, para iniciar donde imparto clases, el Patronato de la Juventud Obrera (PJO) un proyecto de voluntariado social. Cuando entré y pude ver cómo trataban las hermanas a las personas mayores, me di cuenta que sin Dios, esa humanidad sería imposible. Cada mano acogedora, dispensadora de una necesidad, era la de Jesús, porque eso es lo que Él espera, nada más. Así acaba el año litúrgico donde el juicio final será con la medida del amor. Esas hermanas son los lápices de Dios en la tierra.
¿Todavía te preguntas si tiene sentido vivir el Adviento? Es un tiempo para que nos demos cuenta de aquello que ya no sirve, que se ha podrido en tu vida y tienes que renovarte. Si me lo permites, el Adviento es el plan renove para toda persona cristiana. Sólo en la archidiócesis de Valencia existen 390 centros para mitigar la pobreza atendiendo a 53.513 personas. 35 casas para enfermos crónicos, ancianos y personas con discapacidad, 1.100 personas atendidas. 14 centros de asistencia a emigrantes y refugiados, 110 personas atendidas. 6 centros de menores y de tutela de la infancia, 930 personas atendidas. 2 centros para la promoción de la mujer y para las víctimas de la violencia, 700 mujeres atendidas y 4.702 voluntarios de Cáritas ayudando a 52.000 personas cada semana del año y 275 voluntarios en Manos Unidas. Sólo en Valencia existen 451 centros que están a disposición de las personas, de sus necesidades, como las que tuvo Jesús al nacer y María y José atendieron. Cerca de 90.000 personas atendidas, llevando luz, haciendo que cada una de ellas tengan su propia historia, su propia estrella de Belén.
Te hago otra vez la pregunta: ¿todavía crees que no tiene sentido vivir el Adviento mirando a Belén? Depende de ti, pero Él quiere que lo celebres mejorando y transformando la vida de las personas que están cerca de ti.
FELIZ ADVIENTO.