"La Iglesia, en sus sermones y documentos, también se pasa de la raya" Antonio Aradillas: "Que los políticos persuadan a su clientela de que tengan presentes nombres y apellidos concretos resulta un juego peligroso"
"Ni a los oficialmente “malos”, como a los no católicos, ni a los herejes, ni a los marxistas, ni a los ex–miembros de los contubernios judeo-masónicos de tiempos recientes, ni a los pecadores… es lícito y procedente “apuntarlos” en el censo municipal de los vecinos prohibidos"
Con encuestas o sin ellas, y sin ser y estar estas manipuladas, la conclusión a la que se llega hoy en España en relación con la convivencia, es la de que esta es frágil –muy frágil-, está gravemente enferma, y a punto de fenecer, en no pocas de sus áreas, estancias y comportamientos…
Y en este tan peligroso contexto, es el que se inserta el título de la reflexión “Apuntar es pecado”, antes y después de reseñar que, entre la pluralidad de acepciones del verbo “apuntar” se hallan las de “señalar, ambicionar fervientemente y, aplicado a un arma, dirigirla hacia el objetivo o “blanco” deseados”.
Recientemente y con ligereza impropia de personas y seres pensantes –políticos aún democráticamente elegidos para dirigir la convivencia- y también eclesiásticos (aunque estos nombrados “dedocráticamente”)-, estuvieron dispuestos a “apuntar” con los respectivos nombres, apellidos y adscripciones políticas, las identidades de determinados “adversarios”, que no piensan de la misma manera que ellos y que de por vida disfrutarán de los pingües y reconocidos privilegios inherentes al “carrerismo” partidista.
“Apuntar” a los otros, -familiares y amigos- hasta con amenazas de muerte, y de alguna manera, persuadir a su clientela de que tengan presentes nombres y apellidos concretos y circunstancias identificadoras, resulta ser bastante más que un juego peligroso, solo por el hecho de intervenir en el mismo los términos “blanco” y “objetivo”.
En los santos evangelios, el verbo apuntar y equivalentes solo se emplean para, siguiendo a Jesús con sus doctrinas y ejemplos de vida, llegar a pertenecer un día a su “Reino”-Casa del Padre-, en el que por cierto son muchas y diversas sus moradas, pese a a que, con criterios que se dicen cristianos, algunos permanezcan en la creencia falaz de ser ellos, y solamente ellos, los merecedores de disfrutar “por los siglos de los siglos” de tales estancias celestiales.
Ni a los oficialmente “malos”, como a los no católicos, ni a los herejes, ni a los marxistas, ni a los ex–miembros de los contubernios judeo-masónicos de tiempos recientes, ni a los pecadores… es lícito y procedente “apuntarlos” en el censo municipal de los vecinos prohibidos para convivir con ellos y conformar una sociedad en la que el respeto y el orden sean siempre, y por encima de todo, sus inspiradores, a la vez que con sus inquebrantables e inconfundibles distintivos.
En esta tarea, al igual que en tantas otras más, de la Iglesia docente y de sus representantes, y más los episcopales, es de reseñar que no pocas de sus alocuciones, sermones, homilías, fervorines y Cartas Pastorales, se “pasan de la raya”, y llegan a apuntar a personas concretas, a entidades y organizaciones, sin más y por legalizadas que estén y después “¡que sea lo que Dios quiera…!”. La historia es historia, y más si esta es la de la Iglesia, por muy Iglesia que sea, y no respetar y reconocerlo así, sería indecente.
"Que nadie olvide que, fruto inmediato y desolador del verbo 'apuntar', es, entre otros, el término 'escrache'"
De todas maneras, “apuntar”, en la mayoría de sus acepciones, y en la práctica, no es un verbo cristiano. Ni convivencial. Ni siquiera es verbo humano. “Apuntando” no se construye la Iglesia. Ni siquiera se afirma, reafirma y confirma, con los procedimientos “misioneros” al uso y “santificados” por el proselitismo, por enfervorizado y piadoso que sea. Todo tiene su límite y este, por encima de todo y de todos, no será otro que el que fije la libertad, en conformidad con las leyes dictadas por el Creador en los seis días laborales de su obra, y en el séptimo del descanso contemplativo y re-creador, ejemplo a seguir para los profesionales y laborantes que habrían de continuarla a perpetuidad, al servicio de todos, y como supremo acto de adoración a Dios.
¡Por favor, que nadie olvide que, fruto inmediato y desolador del verbo “apuntar”, es, entre otros, el término “escrache”, importado de Argentina y otros países sudamericanos, con el significado de “acción intimidadora efectuada a las puertas del domicilio de unos, por piquetes de otros”, y no precisamente con la intención de alabarles y magnificarles…
Etiquetas