"Las tasas dinerarias diocesanas establecidas con todo lujo de detalles, desacralizan las misas" Antonio Aradillas: "Tanto por falta de curas como por otras razones, nos estamos quedando sin misas"
"Es obvio tener que reconocer que a las misas, y más a las de las exequias, les sobran elogios, tal y como refiere el obispo de Huesca"
"A la muerte de Franco, todos los obispos -a excepción de tres-elogiaron su figura"
Cuanto se relaciona con la santa misa es de imponderable importancia teológica para la concepción de la Iglesia. Sin misa –celebración eucarística- no hay Iglesia o a lo que llamamos Iglesia precisa con urgencia dogmática un replanteamiento esencial. Y el hecho es que, tanto por falta de curas, como por otros datos, razones o sin-razones, nos estamos quedando sin misas o, a los residuos que quedan de ellas, pocos estudiosos, liturgos y jerarcas, quedarían tranquilas sus conciencias siguiéndolas llamando “misas” de tan sacrosanta manera.
La presente y reiterativa reflexión me instan a hacerla en esta ocasión las recientes palabras del obispo de Huesca, don Julián Ruíz, quien sensatamente catequizó a la grey, resaltando la idea de que “los elogios que suelen pronunciarse en las homilías son contrarios al sentido más genuino y profundo de las exequias”. Es decir, que están de más, porque desfiguran y ponen en peligro lo que es –debiera ser- la celebración eucarística.
En la mayoría de las misas –solemnes exequias- en sufragio de los fieles difuntos, concretas y más especialmente pertenecientes a los ámbitos de las autoridades civiles y, por supuesto, eclesiásticas, así como a los notables benefactores del pueblo y aún de la comunidad eclesial, a las homilías las definen los elogios…
Los panegíricos –“discursos de alabanza”- , y los epinicios –“cantos de victoria o himno triunfal”- dedicados al difunto por quien se aplican las misas, es la catequesis oficial con la que el –o los- celebrantes educan en la fe a quienes de alguna manera se hicieron presentes en la ceremonia.
Son ya demasiadas las misas sociales, hipócritas, con homilías nada o poco preparadas, en las que los celebrantes siempre dicen lo mismo
Piezas de oratoria sagrada así pensadas, estructuradas y predicadas en momentos de tanta receptividad, emoción y recuerdos para familiares y amigos, desacralizan las misas y contribuyen a convertirlas en otras tantas citas sociales. Estos argumentos despojan a las misas de las misteriosas y religiosas razones, propias de las celebraciones eucarísticas.
Los ritos litúrgicos, con las bendiciones, incensarios, cantos y rezos “profesionales” de acólitos, sacristanes, celebrantes y con-celebrantes, sometidos a las tasas dinerarias diocesanas establecidas con todo lujo de datos y detalles, desacralizan las misas.
Es obvio tener que reconocer que a las misas, y más a las de las exequias, les sobran elogios, tal y como refiere el obispo de Huesca. No se va, se asiste se está o se participa en las misas con el fin primordial -único a veces- de escuchar al orador sagrado enalteciendo los valores y ejemplos del difunto, aunque sea doctrinalmente provechoso recordarlos, si lo fueron de verdad y no inventados o exagerados, tal y como es “sagrada” y cortés costumbre “cristiana”.
A las misas, al dictado de hipócritas agradecimientos sociales, en el nombre de Dios, con exuberantes elogios, sin lugar al reconocimiento de las limitaciones humanas y a su arrepentimiento, habrá que encontrarles otros nombres y otras liturgias y celebraciones. En las que prescriben los manuales rituales vigentes, no tienen lugar apropiado.
Me resulta difícil rechazar la tentación de recordarle al obispo de Huesca que, a la muerte de Franco, yo publiqué un libro con el honroso título de “La Iglesia en el cambio: piedra de escándalo”, en el que recopilé extractos de las homilías predicadas por los obispos en sus respectivas diócesis. Todos ellos –a excepción de tres- elogiaron su figura, hasta rondar los límites y deseos de la canonización del dictador…¿Fueron misas, o formaron parte de aquellas misas episcopales y parroquiales?
Así las cosas, sobran misas, en similar proporción a como faltan, en consonancia con las sensatas ponderaciones del obispo oscense. Son ya demasiadas las misas sociales, hipócritas, con homilías nada o poco preparadas, en las que los celebrantes siempre dicen lo mismo y en las que el adoctrinamiento en la creencia de la resurrección pocas veces les queda claro a los asistentes…
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