"Se limitan a seguir los manuales litúrgicos" Antonio Aradillas: "A las misas les faltan guionistas"
"Cualquier programa de cualquier signo y contenido cuenta con profesionales más expertos que los de las misas por radio y televisión"
"La eucaristía tiene en su haber argumentos sobrados, divinos y humamos, como para que las misas no resulten tan aburridas"
"En las misas tendrá que haber siempre lugar y tiempo para la improvisación, por parte del celebrante y de sus participantes"
"En las misas tendrá que haber siempre lugar y tiempo para la improvisación, por parte del celebrante y de sus participantes"
Además de dejar feliz y clara constancia de haber semi- cumplido con el “precepto de oír misa con devoción todos los domingos y fiestas de guardar”, en los tiempos “coronavíricos” –confinamiento- al que hemos sido sometidos, es de pura lógica eclesiástica reflexionar más sobre un tema de tanta relevancia en la Iglesia, cual es el de la retransmisión de las santas misas por radio y televisión, dados por supuestos los altos índices de audiencia registrados en tales medios.
La primera y principal impresión que se percibe en los ambientes católicos de oyentes y televidentes, es la de que, a unos y a otros medios de comunicación “religiosa”, les faltan buenos guionistas. Cualquier programa de cualquier signo y contenido cuenta con profesionales más expertos y medios sobrados para acentuar el interés por estos espacios, a favor de su comprensión, entendimiento y aún satisfacción y disfrute de la “clientela” a la que van dirigidos.
Es obligado reconocer que el tema religioso en general, y su culminación en la celebración eucarística, tiene en su haber argumentos sobrados, divinos y humamos, como para que las misas no resulten tan aburridas y tan rutinarias, y con perentoria necesidad de que el “ite, misa est” de su terminación, se alcance lo antes posible.
Nuestros “maestros de ceremonias” ignoran los recursos que existen para lograr que sean tanto o más misa las misas, que “se oyen” o “escuchan” en los espacios dedicados a ellas. Y es que estos sacerdotes consagrados en cuerpo y alma al estudio de las ceremonias y ritos, -menester litúrgico por excelencia-, no son a la vez, guionistas, ni permiten que otros lo sean y actúen, incapaces de llegar a la conclusión de que también estos -los guionistas- pueden saber, y saben, lo que demandan los fieles, en rigurosa conformidad con la religión y, por tanto, con la verdadera y evangelizadora liturgia.
Seguir al pie de la letra todos y cada uno de los detalles expuestos y “santificados” en los manuales litúrgicos, en este caso en los relacionados con las misas, carece de sentido. En las misas tendrá que haber siempre lugar y tiempo para la improvisación, por parte del celebrante y de sus participantes. Sin tal improvisación, lo de la “Cena del Señor” y lo de “Partir el Pan” resultarían ser elementos demasiadamente escasos, siempre insuficientes para satisfacer el hambre de Dios y del servicio a los otros, síntesis y meta de toda celebración eucarística.
Tal y como hoy actúan y exigen actuar los “Maestros de ceremonias”, liturgos por excelencia y por vocación, en relación con las misas, estas no lo son de verdad, y con todas sus salvadoras consecuencias. En ocasiones, hasta llega a faltarles Eucaristía… Ni saben ni son comida. Ni cena. Ni el vino es vino, ni pan el pan. Ni el altar es mesa, alrededor de la cual se reúnen familiares y amigos con naturalidad sobrenatural, con fe, alegría, sentido y sentimientos de amor, fidelidad al evangelio, participación comunitaria, y en disponibilidad permanente de atención para los más pobres y necesitados, con el convencimiento pleno de que los últimos serán los primeros y estos, los últimos, comenzando por quien preside, sea este obispo, sacerdote y, en su día, laico o laica…
Los guionistas, que no los maestros de ceremonias, están tanto o más capacitados para orientar el tema de las homilías -“conversación familiar” - en la que habrían de intervenir unos y otros y elegir y seleccionar los textos que inspiren tan sagrada reflexión, que no tendrían por qué ser siempre bíblicos y menos, los vetero-testamentarios de toda la vida, muchos de ellos poco, o nada, aptos para el mantenimiento de la fe cristiana, encarnada, vivida y testimoniada por Jesús, con proyección hacia esta vida y, a la vez, hacia la que está por venir…
"En ocasiones, hasta llega a faltarles Eucaristía… Ni saben ni son comida. Ni cena"
A los celebrantes y con-celebrantes de las santas misas les falta improvisación. Les sobran, y están ahítos y hartos de que se les de todo hecho, sin iniciativa alguna por su parte, al dictado y con la única y sacrosanta opción de pronunciar y vivir el AMÉN cuantas veces sean precisas y más. Las misas, y las prácticas y vivencias de la Iglesia, están escasas –escasísimas- de la inspiración personal y colectiva del Espíritu Santo, con el fin de sobrenaturalizarse cuanto antes, previa la correspondiente y “desclericalizada” burocratización.
¡Y, por favor, señores guionistas oficiales católicos, apostólicos y romanos, no se olviden de releer los textos de las homilías, sobre todo episcopales, recortarlos y hacerlos más atractivos, inteligibles y evangelizadores, además de recomendarles que al menos el tono de voz deje de ser siempre doctoral, aburrido, ceremonioso y piadoso…!
Con flagrante y denodada conmiseración, nada evangélica, es preciso reconocer que, a la mayoría de los miembros del “alto” y del “bajo” clero, les sobran los epítetos que hicieron célebres a algunos reyes del antiguo Reino de Valencia, conocidos y reconocidos por la historia con la distinción de los “Ceremoniosos”.
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