"No se registra una frase en la que Jesús condene a la mujer por mujer" Aradillas:"La mujer debería haber sido consagrada ya sacerdote, obispo, cardenal o papa"
El hecho de que a estas alturas de la historia eclesiástica y civil, sea preciso “relanzar” Comisiones para abrirle paso al diaconado femenino, a muchos y a muchas les parecerá frágil y ociosa tarea, sin tener en cuenta además que, al faltar tantos curas varones, - también a consecuencia de los “coronavirus”- son ya muchos los pueblos y los lugares que se están quedando sin Eucaristía…
Del comportamiento amistoso y perdonador que Jesús mantuvo, y mantiene, en el Evangelio en relación con la mujer, se hacen lenguas los intérpretes, varones o no, de los textos sagrados. No se registra una frase en la que Jesús condene a la mujer por mujer, mientras que las dirigidas a los varones, desde el Sumo Sacerdote al último levita, su antología es tan rica e insuperable, pese a que tanto sus adoctrinamientos y selección de palabras e ideas fueran siempre transcritas y traducidas por hombres…
No obstante, y este es el punto de referencia de mi reflexión, el comportamiento de los hombres de la Iglesia, fundados además en argumentos falaces y descontextualizados, no tiene nada que ver con el que tan sagrada y evangélica institución mantiene bíblica, canónica, moral y teológicamente con la mujer, con excepción de la Santísima Virgen, lo que hace aún más extraña, singular y hasta sospechosa tal conducta.
Quede, por tanto, bien claro, que a la relación mujer-Iglesia, que en la actualidad se vive y se evangeliza como “cristiana”, todavía le falta por recorrer un doloroso camino para sentirse e intitularse cívica y aún “humana”. La discriminación existente entre ambos sexos, dentro de la Iglesia, , con la todopoderosa inclinación hacia el masculino, no tiene ya parangón alguno con el que se registra siquiera en la sociedad civil en sus distintas y diversas versiones e instancias. Denominarla “cristiana” es una indiscreción, un atrevimiento infeliz y, para muchos y muchas, hasta una provocación…
Son muchos a quienes les resulta ya misterioso e incomprensible que, dado el talante que en tantos órdenes de la vida –eclesiástica o no- inspira y se empeña el papa Francisco, este aún no haya dado los pasos precisos para ponerle el punto final a tan injusta situación que padece la mitad de la humanidad, y mas en su Iglesia, coincidente con el sexo femenino, mucho más necesitado y pobre que el masculino, por donde quiera que se mire y valore.
Teólogos y teólogas, con idénticos grados universitarios superiores a los que puedan tener los obispos, creencias, capacidad de discernimiento, vivencias de las realidades naturales y sobrenaturales, sensibles a los signos de los tiempos, amor a la Iglesia y con libertad de conciencia respecto a las normas litúrgicas y artículos del Código de Derecho Canónico, apenas si aguanten ya la radical insatisfacción que supone pertenecer a una institución en la que el machismo campea, impera, decide, define y suplanta, de tan contundente y soberana manera…
Huelga aclarar que no se trata de ningún dogma de fe la discriminación sexual así establecida en parte de la Iglesia católica, en contraposición además con el sacrosanto deber del movimiento ecuménico, que a veces se invoca con inutilidad nada ejemplar. La fe cristiana no la comprometen el Código de Derecho Canónico ni otras disciplinas “sagradas”. Es cuestión puramente “oficial” y funcionarial, por cierto, no siempre vigente en la historia de la Iglesia, con añorante mención para sus tiempos primeros. Más aún, si de tal discriminación femenina se llegara a afirmar que formaba parte del dogma católico, no habría más remedio que reajustar tal dogma y cuanto este llevara consigo…
“El papa Francisco relanza la Comisión para debatir el diaconado femenino…” Tal es la noticia hecha pública recientemente con honrosos titulares en los tradicionales medios de comunicación, católicos por definición, beneficio u oficio. Pero la noticia verdadera es y radica en el hecho de que, ni siquiera en lo relativo a este posible diaconado femenino están de acuerdo los obispos en que el papa levante la mano y les abra a las mujeres todas las puertas de las “dignidades” y ministerios sacramentales de la Iglesia, en cuyo ordenamiento apenas si lograrían sobrepasar el estimable grado de “monaguillas” o chicas para todo. La noticia que esperan y anhelan dar y recibir en bien de la Iglesia, no sería otra que la obligada de haber sido consagrada ya sacerdote, obispo, cardenal o papa.
Desde perspectivas religiosas o eclesiásticas, y aún civiles, al día, lo del logro, gracias a las reflexiones de tan docta Comisión, de que por fin la mujer alcanzara ser diaconisa, carecería de relieve y de actualidad, pasando desapercibida, por absurda, superada y abstracta, aunque para algunos –pocos- clérigos, les resultara un gran triunfo “conciliar” del Vaticano II y de las gestiones pastorales del papa Francisco…
El hecho de que a estas alturas de la historia eclesiástica y civil, sea preciso “relanzar” Comisiones para abrirle paso al diaconado femenino, a muchos y a muchas les parecerá frágil y ociosa tarea, sin tener en cuenta además que, al faltar tantos curas varones, - también a consecuencia de los “coronavirus”- son ya muchos los pueblos y los lugares que se están quedando sin Eucaristía…