El cine a través de los ojos de la Teología “El Asesino”: nosotros, los homicidas por desamor

Crítica de The Killer
Crítica de The Killer

Una obra ricamente fina, lacónica, poética, rigurosa, hábil, eficaz y con un humor seco que, en su conjunto de episodios, resulta tan paradójico como delicioso

¿Nos damos cuenta de que cuando pecamos, porque amamos más al pecado que a Dios, estamos matando a ese mismo Dios-Amor? ¿Tenemos alguna duda? Miremos la Cruz. No fue la Pasión lo que mató Jesús, fue Su aceptación de ir hasta el final en el amor por nosotros, a pesar de nuestra continua falta de amor por Él

“El asesino” es una obra de uno de los grandes maestros del cine policíaco de suspense. Una obra ricamente fina, lacónica, poética, rigurosa, hábil, eficaz y con un humor seco que, en su conjunto de episodios, resulta tan paradójico como delicioso. Aunque la trama resulte lineal, ella no tiene nada –absolutamente nada–  de banal, y su propio clímax, muy anti-apoteótico, nos recuerda que, al fin y al cabo, nos hemos sumergido en una hermosa, continua y cínica subversión de todas las expectativas.

Además de poder decir que “El Asesino” es Fincher, el es, sobre todo, un Fassbender impecable, en el papel de un asesino profesional anónimo, ascético y casi vampírico que, en algún momento, tiene que volverse del revés, algo que Fassbender hace con suprema habilidad y su habitual elegancia felina y fotogénica. Frente a él, Swinton y O’Malley aparecen tangencialmente, pero llenas de una frescura atractiva y admirable. Por último, tanto la virtuosa pero tenue paleta de colores, como la banda sonora –con su mezcla de las baladas antirrománticas de los “The Smiths” y un aura electrónica– están en pura armonía.

The Killer

Puede parecer extraño encontrar algo teológicamente interesante en una obra como la que he descrito, pero lo cierto es que el asesino que da nombre a esta película vive haciendo lo que muchos de nosotros hacemos viviendo: matar. No: esto no se trata de una exageración poética. ¿Nos damos cuenta de que cuando pecamos, porque amamos más al pecado que a Dios, estamos matando a ese mismo Dios-Amor? ¿Tenemos alguna duda? Miremos la Cruz. No fue la Pasión lo que mató Jesús, fue Su aceptación de ir hasta el final en el amor por nosotros, a pesar de nuestra continua falta de amor por Él.

Pero tal vez no es sólo a Dios a quien hemos estado “matando” a lo largo de nuestras vidas. ¿Cuántos “cadáveres” hemos provocado con nuestras maledicencias, nuestra arrogancia, nuestras manipulaciones, nuestras mentiras, nuestro afán de control y de fama? Esto no es algo de hoy, pero no puedo dejar de pensar que, a pesar de todo y en su intensidad, no es una realidad indiferente a esta vida moderna que nos atrapa a una casi imposibilidad de ser diferentes, mejores, más benevolentes en el amor efectivo.

En esta vida, aunque también llena de la gracia divina (que nos impide decir “basta ya”, porque, como cristianos, volamos en el Infinito), nos encontramos rodeados de la exaltación: del nihilismo; del relativismo moral; de la mundanidad (y hasta de la inhumanidad) de nuestros trabajos; de supuestas “neo”-terapias cultivadas por impostores; de la digitalización (tan magnífica a otros niveles) de nuestros mundos, relaciones, emociones, sentimientos, pensamientos y afectos. Pero es en este contexto en el que debemos vivir; aunque nunca como soporíferos, sino como estimulantes, para que, en Cristo y en la Iglesia, hagamos ver que las Bienaventuranzas (que nos configuran con Jesús y son un “mapa de sentido” de la vida cristiana) siguen de cerca la pobreza íntima que brota del amor que no se acomoda.

En todo esto, lo más grave quizá sea ponernos a racionalizar y buscar “excusas” para nuestra falta de amor (que alimenta lo peor de lo que enumeré en el párrafo anterior), en lugar de ponernos de rodillas ante el Dios que siempre está de rodillas delante de nosotros, y recibir de Él el perdón que, si está fundamentado en el amor y es vivido en el perdonar a los demás, nos desnuda el alma. Y lo hace, para que vivamos esa compasión crística que es como el digito uno que gana más valor con los ceros divinos que se le colocan a su diestra y nos des-neutralizan en ese mismo amor.

(EE.UU; 2023; dirigido por David Fincher; con Michael Fassbender, Arliss Howard, Charles Parnell, Sophie Charlotte, Tilda Swinton y Kerry O’Malley)

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