"Volvamos a la 'adama' en el camino interior", dice este cura de pueblo Desiré Kouakou Tanoh: "No se puede entrar en la colapsología, sino en la esperanza"
"Haciendo un año sabático -para hacer un discernimiento vocacional antes de retomar mis estudios de doctorado- mi primer contacto con Galicia fue el mundo rural"
"La gente poco a poco se iba interesando por la situación cultural y social de África. De esta experiencia surgió la idea de que, quedándome en Galicia, podía establecer una especie de puente entre las dos realidades y hacer caer muchos prejuicios"
| Desire Kouakou Tanoh, sacerdote
Hice mis estudios de Teología, como carmelita (O.CARM), en la Universidad Pontificia Comillas, Madrid. Me ordené en 1999 en mi pueblo natal, Bongouanou, Costa de Marfil.
Llegué a Galicia en el año 2005 para hacer un año sabático para hacer un discernimiento vocacional antes de retomar mis estudios de doctorado. Mi primer contacto con Galicia fue el mundo rural, en concreto Mazaricos (Coruña), de mano de mi amigo Xosé Manuel Pensado. Como tenía muchas parroquias a su cargo yo le ayudaba en sus celebraciones de los domingo y otras necesidades que fueran surgiendo.
Después de este año sabático, llegué a replantearme hacer el doctorado. Ya no lo tenía tan claro. La experiencia en el mundo rural me llevó a darme cuenta del desconocimiento de la realidad africana y de la lejanía con la que se la veía. Con mi presencia vi que la gente poco a poco se iba interesando por la situación cultural y social de África. De esta experiencia surgió la idea de que, quedándome en Galicia, podía establecer una especie de puente entre las dos realidades y hacer caer muchos prejuicios.
A partir de aquí nace la ONG Egueire, creada en Mazaricos en 2008 por Xosé Manuel y por mí con un grupo de amigos deseosos de ir conociendo más y ser solidarios con esta realidad africana.
Tras la decisión tomada de quedarme en Galicia, el Sr. Arzobispo me encomendó algunas parroquias de Mazaricos y de Zas. Los primeros momentos no fueron fáciles. Fue necesario aceptar desconfianzas, vivir muchas veces bajo sospecha… Esta misma situación la vuelvo a vivir cada vez que me encargan de una nueva parroquia, pero con el paso del tiempo descubrí que con los gallegos, sobre todo en el mundo rural, una vez superada esta desconfianza, estableces unas relaciones que son para siempre.
En este momento mi labor pastoral se desarrolla en siete parroquias que son en su mayoría rurales pero cercanas a la costa: Ameixenda, Buxantes, Brens, Cee, Corcubión, Redonda y Toba, con las que formamos una Unidad Pastoral con todo lo que supone de renuncias y nuevas posibilidades.
La situación anterior al coronavirus era de normalidad, misas, entierros, funerales y sacramentos. Los mayores conservaban su religiosidad en referencia a los santos y el culto a los difuntos. La realidad social estaba marcada por el sentimiento de familia, donde los abuelos tenían un lugar central y eran muy considerados. También se vivía una crisis de fe, sobre todo en la mediana edad y juventud.
Se notaba una disminución y envejecimiento de la población debido a numerosas causas. Una de ellas el buscar trabajo fuera de la realidad rural. Con todo no se vivía una desvinculación de sus raíces y, en la mayoría de los casos, su parroquia natal seguía siendo su referencia.
Era el momento en el estábamos intentando poner en marcha la Unidad de las Parroquias, un camino largo y no sin dificultades. Cada parroquia tuvo que ceder un poco de lo que consideraba que era suyo y aprender un nuevo camino en el que se dejase el parroquianismo para crear una nueva unidad en la diversidad.
En el rural gallego hay muchas parroquias debido a la dispersión de población. Por la falta de sacerdotes, su edad y salud no es fácil el trabajo pastoral conjunto.
La pandemia nos llegó por sorpresa y nos cogió desprevenidos. Yo veía a la gente paralizada por el miedo, sin saber realmente lo que pasaba y cuál iba a ser su evolución. Hizo salir lo mejor de nosotros mismos, a la vez que a causa del miedo salieron otros aspectos menos positivos.
Durante este tiempo he intentado la comunicación y la cohesión en la Unidad Pastoral a través de los medios audiovisuales de los que dispone la parroquia, celebrando las misas dominicales, los actos de Semana Santa y tiempos de oración y formación.
Soy consciente de que esto no llega a toda la gente por no disponer de los medios audiovisuales necesarios, o por vivir en zonas sin acceso a internet que es una de las dificultades de vivir en el medio rural.
Como dicen en mi tierra, cuando uno está en medio de las hormigas, no se puede quedar en medio de ellas para librarse de sus mordeduras. Tiene que tratar de salir y así librarse de las hormigas. Como todavía estamos en medio de la pandemia es difícil constatar los cambios que produjo en la realidad. Pienso que sería importante recoger las experiencias que estamos viviendo para hacer una reflexión y análisis más sosegado.
Con la realidad acuciante de la falta de curas, la despoblación y el envejecimiento de la población rural podemos tener la tentación de caer en una postura alarmista. Sin embargo creo que no se puede entrar en la filosofía de la colapsología. Aunque no podemos predecir el futuro y creo que nadie lo puede hacer, no obstante, como se dice en mi país, Costa de Marfil, cuando, en medio de las dificultades, preguntamos '¿cómo estás?' se suele contestar “Ça ira” que podemos traducir “mañana será mejor”, es una expresión de esperanza en el futuro. Esto me hace pensar en una idea que se suele expresar en el mundo judío que dice que la historia avanza al revés, es decir que volvemos al origen, lo más íntimo y verdadero de nosotros que siempre permanece. Para nosotros, cristianos, es fundamental recordar que por medio de Jesucristo se reabre la puerta del camino interior de uno mismo. Volvemos a mirar el mundo, la historia con nuevos ojos y nos damos cuenta de que hemos sido creados en el Amor por la Bondad Absoluta.
"Es verdad que un mundo se va a derrumbar: el mundo del egoísmo, el mundo del individualismo, la idea de que somos dueños absolutos de la naturaleza…"
Es verdad que un mundo se va a derrumbar: el mundo del egoísmo, el mundo del individualismo, la idea de que somos dueños absolutos de la naturaleza… Sin embargo, tengo confianza infinita en la profundidad del ser humano y en sus capacidades porque sé que está habitado por la Bondad. Creo profundamente que la imagen de Jesús está grabada en todo hombre y mujer. Que lo sepamos o no, Jesucristo es nuestra estructura profunda y confío que va a surgir una honda regeneración.
Es por esto por lo que confío en el futuro de la Iglesia en general y de la Iglesia en el mundo rural. Sin idealizar este mundo rural creo que, a pesar de todo, supo conservar valores importantes como las relaciones, el amor a la tierra, el valor de la familia, la religiosidad popular… Que quizá puedan ser germen de una regeneración futura. Volvamos a la 'adama', lo humano.