'Una Iglesia que no sirve, no sirve para nada' Ignacio Zamboray: "He oído frases insultantes de muchas personas escandalizadas por el cierre de templos"
"No entendemos que a Dios hay que buscarlo fuera de los templos y ver su presencia en la calle"
"Los que nos confesamos creyentes, ¿nos estamos cuestionando nuestras vivencias religiosas o somos de los que piensan que todo debe continuar igual? Un botón de muestra: una señora me decía que ella ya no irá más a misa, pues le han quitado “algo fundamental”, como es, comulgar en la boca y darse un beso de paz"
"Quizás nuestro problema es que somos 'religiosos', pero no 'cristianos'"
"Quedándonos dentro de las iglesias, predicando sin decir nada, con lenguaje y gestos vacíos de contenido, entretenemos a la gente, pero no llevamos al cambio"
"Quizás nuestro problema es que somos 'religiosos', pero no 'cristianos'"
"Quedándonos dentro de las iglesias, predicando sin decir nada, con lenguaje y gestos vacíos de contenido, entretenemos a la gente, pero no llevamos al cambio"
| Ignacio Zamboray, Sacerdote de Zaragoza
Dándole vueltas a la cabeza sobre cómo titular esta reflexión, he recordado el título de un libro, muy sencillo y breve, que por el año 1995, escribió un obispo francés, Jacques Gaillot, de la diócesis de Evreux. Y el título del libro me sirve para estas ideas que quiero compartir con vosotros.
Son muchas las voces, que desde distintos sectores de la sociedad se preguntan: ¿y después de esto que estamos viviendo, qué? Todos nos sentimos interrogados, porque nos damos cuenta de que nuestra sociedad va a quedar tan tocada, que no vamos a poder ser los mismos de antes.
La ciencia, la economía, la convivencia, la familia, la libertad, la educación, la escuela, el tiempo libre, la Iglesia y un largo etc… Todos vamos a quedar tocados. “Una sociedad nueva es posible nos haga cambiar a todos “el chip” (D. Antonio Gómez, Obispo de Teruel-Albarracín). “La reducción de la Iglesia a templos llenos, además de engañosa, es una clericalización” (Luis Alb. Gonzalo, director de la revista Vida Religiosa).
La sociedad entera se pregunta si vamos a seguir igual que antes. Y los que nos confesamos creyentes, ¿nos estamos cuestionando nuestras vivencias religiosas o somos de los que piensan que todo debe continuar igual? Un botón de muestra: una señora me decía que ella ya no irá más a misa, pues le han quitado “algo fundamental”, como es, comulgar en la boca y darse un beso de paz. ¡Pobre iglesia si eso es lo fundamental!.
Muchas personas se han escandalizado y no han entendido que se cierren los templos, que no haya celebraciones. He oído frases insultantes: “nos quitáis la fe; nos quitáis hasta las procesiones…”. No entendemos que a Dios hay que buscarlo fuera de los templos y ver su presencia en la calle. Sí, lo sé y los que dicen esto, tienen su razón; mucha culpa la tenemos los curas…
Y lo que es peor, enseguida buscamos sustitutivos: ”cambiaremos las fechas de las celebraciones y procesione”, y todos tranquilos. Quizás nuestro problema es que somos “religiosos”, pero no “cristianos”. Esta convulsión que ha creado el coronavirus nos va a venir muy bien para convertirnos. Creyentes y no creyentes estamos llamados, en este momento, a descubrir que, dentro de nosotros, hay un germen de vida que nos impulsa hacia los demás.
La Iglesia española se juega su credibilidad social, quizás de manera definitiva. Quedándonos dentro de las iglesias, predicando sin decir nada, con lenguaje y gestos vacíos de contenido, entretenemos a la gente, pero no llevamos al cambio, a la conversión.
Tenemos una oportunidad que no podemos dejar pasar. Debemos revisar las celebraciones de los sacramentos, los gestos, las homilías y las motivaciones por las que solicitan esas celebraciones. No podemos seguir siendo los hombres y mujeres del cumpli-miento dominical: cumplo y miento… Ha tenido que venir esta pandemia, para que caigamos en la cuenta de la diferencia entre “religión y evangelio”.
"Esta convulsión que ha creado el coronavirus nos va a venir muy bien para convertirnos"
Hemos vivido una Semana Santa donde las procesiones, las solemnes ceremonias religiosas, han sido consideradas un estorbo y hasta un peligro. Algo nos tienen que enseñar… El Papa Francisco con su ejemplo y su palabra nos ha recordado que el evangelio es curación de enfermos, atención a los más desgraciados de este mundo, auxilio a los que están en peligro de muerte y la oración por nuestros muertos.
¡Qué enorme equivocación se cometió en la Iglesia cuando, con el paso de los años, terminó por fundirse y confundirse el “evangelio” con la “religión”! No podemos o no debemos volver a abrir las parroquias como si aquí no hubiese pasado nada. No podemos contentarnos con una religión de celebraciones y falta de contenido evangélico. Muchos hombres y mujeres han tomado conciencia de que hay que cambiar y se han puesto a apoyar a los marginados a través de las mil instituciones que la sociedad y la iglesia tienen en la que a nadie se le pregunta por su credo ni religión.
No hay frase más atea que la que oí decir un día: ”estos no son de los míos…”. Me hubiese gustado ver a todos esos que se lanzan a la calle en manifestación para pedirle al Gobierno más subvención para la enseñanza privada y que no les apliquen el IBI. Ahora tenían que haber ofrecido los colegios, polideportivos y residencias y un largo etc. etc. para los enfermos del Covid 19. Con qué cara pedirán y exigirán que los tengan en cuenta a la hora del reparto del dinero...
"No hay frase más atea que la que oí decir un día: 'estos no son de los míos…'"
El Papa Francisco decía en la misa de la Inauguración de su Pontificado: “El verdadero poder de la Iglesia es el servicio.”(19/3/2013) Y nos ha recordado estos días que “como cristianos, miembros de la familia de Dios, estamos llamados a salir al encuentro de los necesitados y servirlos”. “En un mundo afectado por el virus de la indiferencia, las obras de misericordia son el mejor antídoto” (Papa Francisco).
*Sacerdote, ex. Delg. Episc de Catequesis y M.C.S.