"Las mafias no les hacen asco a los ornamentos sagrados y menos a los cardenalicios" Jerarquía prevaricadora

Vaticano
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Reza la RAE que "prevaricador es el que falte a las obligaciones de su oficio, quebrante la palabra, religión o juramento" o "quien incita a una o más personas a faltar a sus obligaciones, laborales o religiosas"

"El culto a Dios ni es ni será culto de verdad si, a su vez, el 'Otro' no es su beneficiario. El servicio al 'Otro' es adoración a Dios y uno y otro término habrán de expresarse y vivirse con letras mayúsculas. Es el Evangelio"

"¿Se podrá y deberá tachar de 'prevaricador' a quien, por muy católico que se profese y alardee de insertar su nombre en las estadísticas millonarias de los miembros pertenecientes a la Iglesia, lo haga pasivamente y sin ejercer su condición de creyente, con responsable y consciente actividad sacramentaria?

"A no pocos católicos, apostólicos y romanos 'de toda la vida' les sobran razones para ser inscritos en cofradías de prevaricadores, insensibles, somnolientos, resignados e instalados sempiternamente en el 'Amén' y en 'lo que Dios quiera'"

Aliento la esperanza de que, con la ayuda samaritana del diccionario de la RAE, se espanten con rapidez y seriedad académica posibles sobresaltos que a algunos les suponga el término “provocador”, relacionado con la jerarquía eclesiástica. Reza el citado diccionario que “prevaricador es el que falte a las obligaciones de su oficio, quebrante la palabra, religión o juramento” o “quien incita a una o más personas a faltar a sus obligaciones, laborales o religiosas”. La condición de “religiosidad” está íntimamente inserta en la posible aplicación del adjetivo “prevaricador” a personas y comportamientos eclesiales de feligreses o seglares, si bien con reduplicada implicación de su jerarquía.

El católico como tal se comprometerá de por vida a cuidar, respetar, infundir y difundir la fe que profesa y esta jamás se identificará, y menos en exclusiva ni fundamentalmente, con los ritos, las ceremonias, las procesiones y las consabidas manifestaciones de culto, mientras más solemnes, tanto en “lugares sagrados”, como públicos, mejor que mejor. Es tristemente desconsolador y blasfemo olvidar, o no haber sido adoctrinados, en el principio tan elementalmente religioso y cristiano, de que el culto a Dios ni es ni será culto de verdad si, a su vez, el “Otro” no es su beneficiario. El servicio al “Otro” es adoración a Dios y uno y otro término habrán de expresarse y vivirse con letras mayúsculas. Es el Evangelio.

¿Se podrá y deberá tachar de “prevaricador” a quien, por muy católico que se profese y alardee de insertar su nombre en las estadísticas millonarias de los miembros pertenecientes a la Iglesia, lo haga pasivamente y sin ejercer su condición de creyente, con responsable y consciente actividad sacramentaria?

A no pocos católicos, apostólicos y romanos” de toda la vida” les sobran razones para ser inscritos en cofradías de prevaricadores, insensibles, somnolientos, resignados e instalados sempiternamente en el “Amén,” en “lo que Dios quiera”, en el convencimiento falaz de que “las puertas del Infierno no prevalecerán contra “esta” Iglesia, y con la rutinaria y perezosa confianza de que “ya vendrán tiempos mejores”.

"La mafia-mafia –'grupo que emplea métodos ilegítimos o que no deja participar a otros en una actividad'- tiene también abiertas de par en par las puertas para la entrada y acción en recintos y en dicasterios vaticanos"

De calificar de “prevaricadora” a la jerarquía -Alto y Bajo Clero- no se privan ya de proclamarlo grupos de feligreses y de feligresas. Por acción u omisión, comportamientos de obispos, arzobispos, cardenales, sacerdotes, religiosos, monjes y monjas están signados con connotaciones y características definitivamente prevaricadoras y faltos de veracidad y Evangelio.

Expresiones de tal situación, de la que no pocos “pasan”, y se desentienden, como si no fuera competencia ineludible de su vocación, ministerio y oficio, son múltiples y de signo y procedencia diversa, entre las que, por ejemplo, hay que citar la actividad de determinados grupos de presión de tipo económico, social y político que hasta influyeron decisivamente en la elección de papas y en el nombramiento de obispos, por supuesto que con la anuencia y las bendiciones de congéneres del Cónclave y de la Curia romana.

En tal contexto se explica que al Concilio Vaticano II, a sus decisiones y espíritu, no se le facilitaran sino todo lo contrario, las posibilidades de su implantación dentro de la Iglesia, retrasando la renovación -reforma exigida, al menos durante el tiempo coincidente con los “pontificados” de Juan Pablo II y Benedicto XVI, hasta que la misteriosa y milagrosa irrupción del papa Francisco suscitara y alentara esperanzadoramente que la primavera es y será estilo y legado de Iglesia.

"Las canonizaciones de Juan XXIII con la de Juan Pablo II, con sus coronas de milagros y “milagrerías”, es para muchos, argumento cumbre de operatividades mafiosas por definición"

La mafia-mafia –“grupo que emplea métodos ilegítimos o que no deja participar a otros en una actividad”- tiene también abiertas de par en par las puertas para la entrada y acción en recintos y en dicasterios vaticanos, aunque, en ocasiones, la publicación de determinadas encíclicas pontificias dé la impresión de contradecir o enmascarar esta información.

La mafia, con el bagaje plural de versiones, formas, métodos, fundaciones, ayudas, colaboraciones y cooperaciones, sin escatimar las económicas, se inmiscuyó e inmiscuye todavía y eficazmente, en cánones, con profanación y sin respeto alguno para el Calendario Litúrgico y el Año Cristiano. La coincidencia infeliz de las canonizaciones de Juan XXIII con la de Juan Pablo II, con sus coronas de milagros y “milagrerías”, es para muchos, argumento cumbre de operatividades mafiosas por definición.

Paralelo al camino de la “prevaricación”, está trazado y servido el de la conversión-penitencia que encarna el Evangelio. Misión -misa (Eucaristía) de la jerarquía, reclama por encima de todo convertirse -reconvertirse- en el “Camino, Verdad y Vida” que hace ser Iglesia a la Iglesia.

Las mafias no les hacen asco a los ornamentos sagrados y menos a los cardenalicios. Esto explica que el mismo papa Francisco no se ahorre contundentes descalificaciones para ellos y sus comportamientos. Y es que es grave error teológico y falta de respeto ético-moral, olvidar que las solemnidades “religiosas” en demasía y soberbiamente, comportan de por sí, e inexcusablemente, las actitudes y actividades que cortejan la prevaricación y a los prevaricadores.

Primero, Religión Digital

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