"Los poderosos, desde el privilegiado balcón, han abusado del uso de los kits para tests" Macario Ofilada: "Duterte ha amenazado con matar a los filipinos que causen problemas durante la cuarentena"
"El Senador Aquilino Koko Pimentel no pensó en los demás cuando salió de su casa y así muchas vidas, las de los operarios en el hospital y los empleados del hipermercado, ahora están en peligro"
"Claramente el nieto del presidente fue acompañado por un séquito muy especial, los Guardias Presidenciales. Una escolta ante la cual el personal de seguridad del hipermercado se sintió impotente, en la ciudad de los Duterte"
"Decir en una rueda de prensa, dando órdenes a la Policía y a los Militares: "en caso de que alguien dé problemas la orden es clara: matadlos de un disparo". Palabras textuales de un dirigente que había llamado al papa Francisco "hijo de puta" antes de llegar a ser presidente"
"Decir en una rueda de prensa, dando órdenes a la Policía y a los Militares: "en caso de que alguien dé problemas la orden es clara: matadlos de un disparo". Palabras textuales de un dirigente que había llamado al papa Francisco "hijo de puta" antes de llegar a ser presidente"
| Macario Ofilada Mina
En tiempos de pandemia, se exige más humanidad y no más brutalidad. Esto no es lo que está pasando en Filipinas. Al menos desde el privilegiado balcón del poder. El coronavirus ha diezmado la población filipina con casi un centenar de fallecidos. Hasta la fecha se han registrado unos 2.300 casos confirmados. Y las estadísticas siguen creciendo.
La semana pasada, el 24.03.20., un senador de la República y aliado del presidente Duterte, rompió los protocolos de la cuarentena, pues era una persona que tenía síntomas y que se había sometido a un test. A pesar de esto, había estado en un hipermercado (S&R en Taguig) y en un hospital (Makati Medical Center) para llevar a su mujer, quien daba a luz. Luego se reveló que dio positivo al coronavirus. El Senador Aquilino Koko Pimentel no pensó en los demás cuando salió de su casa y así muchas vidas, las de los operarios en el hospital y los empleados del hipermercado, ahora están en peligro. Otro senador también han dado positivo al coronavirus, a saber, Miguel Zubiri, descendiente de vascos. Ferdinand Marcos, Jr., hijo del dictador, ahora un exsenador y cuya familia ha recobrado en gran medida su prestigio en tiempos de Duterte, también dio positivo tras regresar de un viaje a España.
Por aquí, solo los poderosos han abusado del uso inteligente de los kits para los tests. Sin tener síntomas, ellos ni sus familiares, se han sometido a los tests, administrados en la intimidad de sus residencias o despachos, cuando el número disponible de los mismos es precario.
También la semana pasada, el jueves 27.03.20, en la Ciudad de Davao, enclave de los Duterte, el nieto del presidente de la República, Polong Duterte, entró en la sucursal de S&R. Ahí, rompiendo los protocolos, sin querer pasar por ellos. No quería lavarse las manos con el desinfectante. El padre del joven pidió perdón a los medios. Claramente el nieto del presidente fue acompañado por un séquito muy especial, los Guardias Presidenciales. Una escolta ante la cual el personal de seguridad del hipermercado se sintió impotente, en la ciudad de los Duterte.
La respuesta del gobierno a estos casos era la compasión, específicamente al Senador. El 01.04.20. unos residentes pobres del Barrio de Pagasa en la Ciudad de Quezón salieron a la calle, rompiendo los protocolos, porque ya estaban hambrientos. No les ha llegado la suficiente cantidad de provisiones desde el inicio de la cuarentena el 14.03.20. Salieron a la autopista de EDSA, recordada por lo de las dos revoluciones por las que se expulsaron a dos presidentes. Estas masas fueron dispersadas mediante medidas violentas. Una veintena de personas fue detenida por la Policía.
Todo esto ha de comprenderse desde el prisma de los poderes especiales otorgados por el Congreso Filipino al presidente, lo cual le permite, desde el 24.03.20, sin el visto bueno del poder legislativo, actuar sin el respeto debido a los derechos humanos. Incluso sin poderes especiales, Duterte había actuado como un presidente con poderes excepcionales. Prueba de ello es la manera como él había tratado y sigue tratando a los sospechosos del tráfico de droga, por ejemplo.
"Incluso sin poderes especiales, Duterte había actuado como un presidente con ellos"
De hecho, es esta situación una ley marcial de facto. Tanto poder en manos de un mandatario que no es el adecuado para la situación al no demostrar adónde han ido a parar los fondos de más de 200 mil millones de pesos para esta pandemia. Tampoco ha emitido un informe al respecto a la nación. Solo unas ruedas de conferencia incoherentes, alucinantes por así decirlo.
El disfraz de Duterte es el régimen constitucional. Se esconde detrás de la máscara de presidente de República una persona muy peligrosa. Apoyado por la militarización del sistema, Duterte había desatado una guerra violenta contra las drogas y el terrorismo, con una respuesta inadecuada y desorganizada a las hecatombes naturales. Y ahora en la lucha contra el coronavirus, su némesis no es el enemigo invisible que es la Covid-19 sino los más pequeños de su tierra.
Y todo por el rédito político. Sin bridas. Sin conciencia. Sin temor de Dios. El colaborador más íntimo del presidente, el Senador Bong Go, que no ha dejado de ser su asistente personal a pesar de ser elegido Senador, incluso ha estampado su nombre en un donativo masivo de mascarillas por el filipino de origen chino, Lucio Tan, uno de los magnates de esta tierra.
Ahora a raíz de lo ocurrido en Quezon City, el ejecutivo filipino ha emitido una advertencia para todos. Esperemos que estén incluidos sus aliados, sus familiares, sus amigos en la gama de dicha proclama. Es verdad que la ruptura de protocolos constituye un grave delito para no provocar más daños a los que luchan en las trincheras de esta guerra, como el personal sanitario y los suministradores de víveres. Pero decir en una rueda de prensa, dando órdenes a la Policía y a los Militares: "en caso de que alguien dé problemas la orden es clara: matadlos de un disparo". Palabras textuales de un dirigente que había llamado al papa Francisco "hijo de puta" antes de llegar a ser presidente y que hace poco ha acusado al Cardenal Tagle, sin fundamento, de corrupción.
Los exabruptos del mandatorio filipino son repetitivos y cansinos pero siguen siendo una amenaza a su pueblo. No son palabras dignas de un dirigente. No nos hacen reír. Sus chistes o bromas -digamos metáforas-, que proclaman que él le daría un bofetón al coronavirus o él haría pis en el volcán Taal que explotó hace unos meses no tienen gracia.
"Ahora en la lucha contra el coronavirus, su némesis no es el enemigo invisible que es la Covid-19 sino los más pequeños de su tierra"
Pero cada día hemos de tragarnos estas cosas surrealistas porque nos alimentan con ellas los medios de comunicación. Son nuestro pan o arroz de cada día. Así es la vida en un régimen de autoritarismo sin competencias, sin racionalidades, sin razonabilidades.
En una crisis siempre surgen problemas. La competencia consiste en saber capearlas o lidiarlas, como un buen torero, que mata no a los espectadores o víctimas sino al monstruo taurino. El monstruo que simboliza el machismo del mismo torero en clave de enfrentamiento. El verdadero enemigo de Duterte, otro macho en esta corrida política, en este caso es invisible: el coronavirus y no su pueblo que sufre, empezando con los pobres, los autónomos, los trabajadores no fijos.
Muchos de ellos que ahora son sus enemigos habían puesto su esperanza en él, porque pensaron como en las películas que solo un personaje atípico como en los Westerns nos podría salvar, y lo habían elegido en los comicios trágicos del 2016. En realidad, este personaje atípico nos ha creado o ha estado o sigue creando un ambiente surrealista, incluso más que el creado, en mi opinión, por la Ley Marcial de Marcos en los años setenta.