"El amor por el espectáculo clerical y showmanship litúrgico se ha exacerbado más en estos tiempos de distancia física" Macario Ofilada: "El acto de mariolatría ha sido una muestra contundente de que siguen los exclusivismos, los elitismos, los clericalismos"
"Algunos se encuentran más allá de la ley en una cultura que promueve la impunidad"
"Solo los curas o los políticos y seglares preferidos por aquellos pueden acceder a ritos de los que el pueblo de Dios, sobre todo los sin títulos ni nombres ni rostros, están excluidos"
"Es una pena que esta reducción del pueblo de Dios a meras ovejas sumisas haya utilizado a la Virgen"
"Es una pena que esta reducción del pueblo de Dios a meras ovejas sumisas haya utilizado a la Virgen"
| Macario Ofilada
El sábado 16, estaba prevista la desescalada del régimen de confinamiento total en Metro Manila (la región compuesta de Manila y las ciudades circundantes) y otros lugares como Cebú y la Provincia de la Laguna. Pero el régimen propuesto, el de confinamiento general moderado, sigue siendo más duro que las escalas de desescalada tras el confinamiento impuestas en España (gracias al amigo Manolo Pérez por las tablas de las mismas).
Se teme una segunda oleada de infecciones debidas al coronavirus pero, a Dios gracias, en general la gente es prudente aunque con muchas ganas de salir e intentar recuperar el ritmo y la rutina de antaño. Mas sigue habiendo gente imprudente que organiza fiestas, rompiendo con protocolos como un jefe de policía y un alcalde este mes de mayo en Filipinas. Estos no tenían reparos en anunciar a los medios sociales con fotos y videos a los demás que se encuentran más allá de la ley en una cultura que promueve la impunidad y el abuso desde las más altas esferas. Queda patente que lo que se quiere en esta tierra es que los ciudadanos permanezcan como ovejas sumisas, dispuestas a ser sacrificadas o violadas mientras que los privilegiados siguen disfrutando de privilegios. A esta luz, la iglesia debe hacerse eco de la voz de los más pequeños.
Ayer, miércoles, 13.050.2020, tal como estaba previsto, los obispos filipinos consagraron al Corazón Inmaculado de María o a la Virgen de Fátima sus respectivas diócesis y ciudades. El epicentro del evento mariano filipino fue la diócesis de Malolos, en el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Fátima, presidido por el obispo Mons. Dennis Villarrojo, junto con su clero, revestido y de diversos pueblos y barrios concelebrando en un acto transmitido por todos los medios.
Lo mismo ocurrió en Manila en su gran catedral, que es Basílica Menor, cuyo administrador apostólico, Mons. Broderick Pabillo, amén de su clero revestido para la concelebración de diversas parroquias, estuvo rodeado de los cinco alcaldes de las ciudades que componen la venerable archidiócesis de la metrópoli filipina. Hemos seguido también algunas asambleas más pequeñas y más discretas, esto es, sin la afluencia de gentes como por ejemplo la organizada por la Archidiócesis de Nueva Cáceres con el arzobispo carmelita descalzo Rolando Tria Tirona al frente o las celebraciones en la Archidiócesis de Cagayán de Oro cuyo pastor es un jesuita, Mons. Antonio Ledesma que al parecer se encontraba solo en su capilla privada.
Respetamos la devoción mariana de los filipinos y de sus pastores, no entraremos en evaluar teológicamente este acto como ya se hizo en otro ensayo. Pero lo llamativo de estas asambleas, en general, es la presencia de gente selecta. Fueron actos en tiempos de pandemia, con la imposición forzada del distanciamiento social como medida sanitaria. Pese a los nuevos pactos de convivencia tanto para la sociedad como para la iglesia a tenor del COVID-19, lo de ayer fue una muestra contundente de que siguen los exclusivismos, los elitismos, los clericalismos. El amor por el espectáculo clerical y showmanship litúrgico se ha exacerbado más en estos tiempos de distancia física y espectáculos en línea en que fieles añoran volver a las iglesias pero que no pueden. Solo los curas o los políticos y seglares preferidos por aquellos pueden acceder a ritos de los que el pueblo de Dios, sobre todo los sin títulos ni nombres ni rostros, están excluidos y reducidos a espectadores lejanos subrayando que hay algunos que son los dueños de los oficios como el flautista legendario mientras que los demás son los ratones de la ciudad de Hamelín.
Es una pena que esta reducción del pueblo de Dios a meras ovejas sumisas y dispuestas a ser sacrificadas -por los que no desean que las mismas también se transformen en pastores, protagonistas, apóstoles-, haya utilizado a la Virgen, objeto de ternísima devoción de los filipinos, para sus fines que no son del todo cristianos.
Ciertamente, muchos fieles desean el acto de consagración. Esto lo respetamos. Lex orandi, lex credendi, como reza el refrán. Esto supera nuestras apreciaciones teológicas personales. Hasta las alegaciones emitidas por el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Fátima que el mayor número de recuperados del COVID-19 se registró ayer (145 casos de recuperación) atribuyendo este hecho portentoso al acto presidido por las mitras y secundado por los sin sombreros, muchos de ellos con tonsura inevitable por la edad.
Respetamos la necesidad de este empeño forzado de ver un milagro en todas las cosas fortuitas, pues de verdad hace falta un rayo de optimismo en esta noche oscura colectiva. Pero eso de privilegiar, rompiendo los mismos protocolos de aislamiento, a algunos, empezando con el clero e incorporando a los poderosos, a ciertos individuos, dándoles acceso a una celebración que debía ser para y de todos en el sentido presencial y no solo virtual, es claramente un elitismo no cristiano. Es una marginación de mal gusto del Pueblo de Dios que desea acercarse físicamente a los santuarios, a las celebraciones, pero por prudencia y por directivas de los mandatarios, no puede hacerlo.
Como se empeñen en hacer lo contrario, pueden acabar en la cárcel. Estos no son gentes privilegiadas como algunos prelados que van de una ciudad a otra para oficiar misas solemnes incluso en este tiempo de pandemia con su ambiente cuaresmal que llama a la abnegación, sobriedad y contemplación en lugar del ruido, folklore y show. Resulta escandaloso en el sentido secular y malévolo desde el punto de vista penal organizar una fiesta en tiempos de pandemia. Pero resulta escandaloso que se organice una fiesta solo para las VIP en la iglesia de Cristo; resulta escandaloso que la iglesia de Cristo que en su banquete se les dé acceso a ciertos individuos, empezando con clérigos quienes deberían estar con sus ovejas, solidarizándose con ellos en su confinamiento, en las restricciones y privaciones de movimiento y recursos en vez de afirmar colectivamente su superioridad y privilegio, identificándose con poderes políticos todo en nombre de María, aclamada como la Virgen de Fátima. Tal vez se hayan olvidado de lo de oler a las ovejas, una metáfora clave del pontificado del papa Francisco.
María, laica como su Hijo Jesús, en el Evangelio según san Lucas (el Magnificat) se identificó con los pobres, abatidos, marginados, excluidos recordando a todos que la élite será derrotada. De verdad, Lucas 1, 46-55 presenta una eclesiología, no en el sentido de un tratado sobre la Iglesia terminado, pero un proyecto que se piensa por la razón (o logos), en clave de doxología desde la pequeñez del pueblo, lejos de elitismos monárquicos o clericales cuya resonancia pasa por la historia, de generación en generación por la misericordia, la consideración benévola de Dios a los más pequeños de su pueblo y no a las clases elites del mismo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava,
y por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es Santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación».
Se ha puesto en labios de María un vaticinio. María aquí es profeta y servidora (no una sacerdotisa) con que esboza el concepto de la iglesia, que es para todos, sobre todo para los pobres y los más pequeños a quienes favorecerán el Señor con sus proezas y providencia y cuyo favor también contiene o incluye una amenaza en contra de los privilegiados:
«Él hizo proezas con su brazo:
dispersó a los soberbios de corazón,
derribó del trono a los poderosos
y enalteció a los humildes,
a los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió vacíos».
"Resulta escandaloso que se organice una fiesta solo para las VIP en la iglesia de Cristo"
Se subraya en este texto la fidelidad, pues la Iglesia consiste en ser fiel porque Dios es fiel en sus promesas en pro de los más pequeños. Dios es Yaweh, Él que es, Él que está para y con su pueblo, bendiciéndolo por toda la historia, de generación en generación con su misericordia que exalta a los más pequeños, a los que forman el laos y que humilla a los guardianes o servidores quienes excluyen a los sin voz, nombre y rostro de las celebraciones:
«Auxilió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abraham
y su descendencia por siempre».
Podrían derramarse ríos de tinta sobre este texto que he traído a colación pero no es esta la ocasión. Solo cabe afirmar que claramente la mariología celebrada ayer no fue la de Lucas ni de los Evangelios ni del sentido cristiano pleno. Es de lamentar lo que ocurrió en algunas iglesias locales de Filipinas el 13.05.2020, memoria entrañable de la primera aparición de la Virgen a tres pastorcitos, quienes formaban parte del laos o gran asamblea y que incluso fueron perseguidos por el cleros o guardianes de la herencia del laos en Cueva de Iría.
Desafortunadamente, el clero, con este tipo de actos exclusivos y excluyentes (dado que a numerosos fieles les hubiera gustado presenciar físicamente tales actos en este tiempo de privación litúrgica), han demostrado su usurpación de la gran herencia del laos al apropiarse exclusivamente, junto con sus cómplices de la flor y nata del poder secular, del banquete que era para todos.
De manera aplastante, por decirlo así, los actos de ayer (me limito a comentar los de Malolos y Manila) ponen de manifiesto quiénes son los dueños y los excluidos, los de la élite y los de la masa, los pastores y los que para siempre serán ovejas sin llegar a ser pastores. Al menos en una parroquia de la Archidiócesis de Manila (Ciudad de Pasay), cuya titular es precisamente la Virgen de Fátima, las celebraciones fueron discretas, sobrias, limitadas a misas en línea, con imágenes de las diversas familias participantes cada una en sus casas. Ninguna exclusión, solo solidaridad, sobre todo con la ayuda del gobierno local, que ha repartido víveres y comida a los más pobres de la parroquia.
En la iglesia de Cristo, todos somos pastores y ovejas, dependiendo de los roles, momentos, situaciones. Debemos cuidarnos mutuamente en vez de organizar un show de exclusivismos que no distan de la bajeza y crudeza de las celebraciones de cumpleaños, con cantidad de gente y comida con la suspensión de las medidas del distanciamiento físico, de un jefe de policía y de un alcalde -este mes de mayo durante este verano muy caluroso de privaciones, dificultades y sacrificios, con la economía por los suelos-, quienes escandalizaron a los ciudadanos con sus excesos, abusos y falta de ejemplaridad, pues claramente se creen que se encuentran por encima de todos, de la ley y de las medidas prudentes con sus mentiras tras ser pillados en las redes sociales y por las más altas autoridades del gobierno nacional.
"Debemos cuidarnos mutuamente en vez de organizar un show de exclusivismos"
Todos, incluyendo la iglesia, están al servicio de la vida. Por eso es diakonía, ministerio (ministerium o trabajo de los menores o inferiores), servicio. No es propiamente magisterio (magisterium que es instancia de los superiores o magis). El denominado magisterio de la iglesia, empezando con el de los papas, es ante todo un ministerio, trabajo de inferiores, de servidores. Y el magisterio de los maestros comienza con el ser modélicos en el servicio para ser emulados, para que el servicio circule creando una transmisión histórica o tradición de servicio a los demás. En otras palabras, todos debemos dar ejemplo, sobre todo en estos momentos de discernimiento para un nuevo pacto de convivencia a raíz del COVID-19.
Estos tiempos sin paralelos en nuestra historia reciente exigen ante todo la sobriedad, prudencia, discreción. No tengo ningún problema que los cinco alcaldes de Metro Manila participen en un acto religioso. Lo mismo digo de los clérigos. Mas su presencia física ayer en aquellas celebraciones excluyentes los convirtió en excluidores dentro del mismo pueblo de Dios. Hubiera sido un acto plenamente cristiano, prudente y ejemplar si ellos hubieran participado en el acto en línea, como el resto de los privados de los sacramentos, es decir, en solidaridad física con el pueblo alejado físicamente de los templos y de las celebraciones en vez de ser las superestrellas de espectáculos o fiestas que no todos están invitados como comensales pero sí como espectadores inútiles y silenciados con las distancias que también crea el internet.
Ayer los guardianes mitrados y revestidos una vez más declararon sin titubeos que eran dueños en vez de recordarnos a todos que somos a la vez servidores y servidos: pastores y ovejas en un intercambio constante de funciones y no de estados ontológicos fijos dentro del ciclo vital que compartimos como pueblo y como comunión. Solo Cristo y su Palabra perdurarán. Ni siquiera el cielo y la tierra. Ni siquiera la Iglesia y su sociedad, con su clericalismo y exclusivismo. Pero los pobres y necesitados, mientras dure nuestro peregrinar mortal, se quedarán con nosotros tras la partida del Maestro (que celebraremos en la Solemnidad de la Ascensión) y a la vez que aguardamos su regreso.
Para concluir: hasta la fecha no están permitidas las celebraciones o liturgias presenciales pese a la esperada desescalada. Esto lo ha declarado claramente este mediodía el portavoz del presidente de la República en su rueda de prensa cotidiana. Mons. Pabillo había hecho un llamamiento al gobierno para que las celebraciones presenciales se permitieran alegando que eran servicios esenciales al pueblo.
Claramente, Pabillo tenía en cuenta el sentir colectivo de sus feligreses y buenas intenciones, mas me asalta una pregunta o duda, a saber, si el rito está por encima de la vida en la mente de este prelado meritorio y valiente. La economía está por los suelos. Muchos siguen sin poder trabajar para ganar el pan o arroz de cada día. Y ellos pertenecen a varios sectores laborales. Ellos sí son los sectores o servicios esenciales de nuestras comunidades, dado que ellos y sus familias ya no tienen nada que comer, pues la ayuda de diversos sectores, empezando con el gobierno, aún no les han llegado en más de dos meses de confinamiento total, gracias a diversos factores, entre ellos la corrupción de algunos oficiales locales y la falta de organización.
Los necesitados, es decir, las víctimas de esta crisis incomparable de tipo económico, junto con los enfermos y quienes luchan contra el virus con los mismos, son los sectores esenciales en la iglesia por los que en los Hechos de los Apóstoles se instituyó la diaconía, el servicio, el ministerio propiamente dicho. Sin menospreciar la tarea urgente de la proclamación de la Palabra de Dios, que puede realizarse sin espectáculos litúrgicos presenciales, los más necesitados están por encima de los ritos de la iglesia cuyo efecto más radical -me refiero al descenso en las colectas y en los cepillos-, ha sido la gran preocupación de algunos celebrantes de misas en línea, convertidos en propagandistas de su propio interés y no del de los más pequeños durante este período largo de prueba colectiva. Gracias en gran parte a los mitrados y revestidos de casulla, durante esta pandemia, en Filipinas, empezando con los descamisados, no somos todos iguales.