"Los pastores, en general, han fracasado: Se han escondido detrás del silencio" Un año de Marcos Jr. y Duterte: El silencio de la Iglesia en medio de un simulacro generalizado
"En medio de todo esto, la Iglesia ha acompañado al pueblo pero más bien como un ‘Flautista de Hamelín’, llevándolo no a pastos más prometedores sino a lugares conformes a sus intereses institucionales"
"Es de lamentar que nuestros pastores se hayan dejado llevar por la desilusión, por la complacencia, por la conveniencia por la cobardía, por su alianza para conservar ante todo la influencia, el poder del gremio clerical"
| Macario Ofilada Mina
El 09.05.2023 Ferdinand Marcos Jr. y Sarah Duterte fueron elegidos presidente y vicepresidente respectivamente de la República de Filipinas. La victoria de estos dos retoños de expresidentes de la patria fue claramente un bofetón en la cara en la iglesia católica filipina cuyos dirigentes más destacados se habían opuesto a la candidatura de los dos que también representan dinastías o familias con una historia sangrienta, dolorosa, opresora.
‘Perdido Edén’ había denominado el vate trágico Rizal a estas islas la noche antes de su fusilamiento. Parece que resume muy bien la esencia elusiva de esta tierra, tantas veces perdida por sus gentes debido a los distintos regímenes que han ostentado el poder en ella. La epopeya nacional consiste en buscar lo perdido, tener la esperanza de poder encontrarla hasta de nuevo volver a perderlo.
Fue una campaña agresiva, la de Marcos Jr. y Duterte, llevada a cabo sobre todo en las redes sociales: el instrumento principal de comunión hoy en día en el país desplazando a formas tradicionales. Fue una campaña caracterizada sobre todo por el revisionismo histórico, centrado en un Edén que había que restaurarse (la versión próspera de aquellos años de la dura Ley Marcial de Marcos Sr. de 1972 a 1986) que se ha concretizado en bulos, promesas engañosas, descalificaciones duras contra la oposición.
Muchos, sobre todo las generaciones nuevas de votantes, vieron en Marcos y Duterte, hijos de dictadores populistas en cuyos mandatos se derramó mucha sangre filipina y muchas cantidades de dinero y bienes acabaron en los bolsillos de sus allegados y aliados. Quedan incontables casos no resueltos, pendientes, olvidados. Siguen voces y clamores exigiendo la justicia, la retribución, la solución. La búsqueda del Edén siempre se ha caracterizado por heridas aún frescas y el desarrollo de la narrativa es herirse aún más, volviendo a los mismos errores de siempre, sin aprender de las lecciones de la historia,
Pero quedan muchas promesas por cumplir. No es esta una novedad. Todos los regímenes han prometido, incluyendo la luna por así decirlo, pero no se han cumplido todas las esperanzas. En medio de todo esto, la Iglesia ha acompañado al pueblo pero más bien como un ‘Flautista de Hamelín’, llevándolo no a pastos más prometedores sino a lugares conformes a sus intereses institucionales: la consolidación del poder y de la influencia eclesial en la sociedad civil.
Y ahora cuando las cosas no mejoran, cuando las situaciones deplorables continúan se escucha el silencio ensordecedor de los pastores, algunos de los cuales, antes de los comicios, clamaban a los fieles que no votaran al hijo del exdictador Marcos (y también a la hija del entonces presidente saliente Duterte, especialmente notorio por la violencia de su guerra contra los narcóticos y un enemigo acérrimo de los obispos católicos). Pero muchos de estos pastores no huelen a los más pobres entre sus ovejas.
De hecho, recientemente un católico prominente, ex magistrado para más señas, celebró sus bodas de oro en una ceremonia privada en un monasterio de monjas, contando con la presencia de todos los obispos de Filipinas. Cuando se le murió la cónyuge, contó con la presencia de un purpurado para los ritos fúnebres. Así es la gran mayoría de nuestros pastores mitrados que salen de sus propias diócesis para celebrar las bodas, los bautizos, los funerales, las misas para los ricos cuando muchos de los más pobres de sus iglesias locales ni siquiera pueden contar con la presencia de un presbítero para las mismas celebraciones u ocasiones litúrgicas.
Es preciso reconocer que Marcos Jr. no es como Duterte. Es una mejora comparado con el antecesor: un impresentable, malhablado, maleducado, impetuoso, irracional. Ferdinand Jr. aparenta más respetuoso, prudente, moderado. En tiempos de Duterte, la Iglesia Filipina estaba a punto de sufrir el mismo tipo de persecución que ahora está padeciendo la de Nicaragua cuando algunos obispos católicos fueron denunciados públicamente como subversivos. A pesar de toda su bravura, Duterte, al fin y al cabo, es un gran estratega y con mejor intuición que Marcos Jr. Sabe sembrar el terror, hasta segar la vida de los indefensos, pero en el fondo no pasa de ser un maestro de bombos y platillos, sin nada explosivo o ardiente por dentro.
Parte de su táctica es sembrar el terror, derramar la sangre de los indefensos pero se para, se detiene precisamente en el punto determinado en que están involucrados figuras influyentes en la comunidad, como el gremio clerical, los mitrados. Duterte es un vacío insondable e irracional que no tiene fondo solo palabrerías y chiquilladas. Un payaso que fue una broma pesadísima, una realidad dura, una locura cotidiana para todo el pueblo. Incluso durante la campaña presidencial de 2022 afirmó que Marcos Jr. era un dirigente débil. Mas, a estas alturas, ya había perdido la credibilidad pública.
A la realidad descaradamente dura de Duterte le ha sucedido el simulacro suavizado de Marcos. Filipinas sigue siendo el Edén elusivo pero el cuento de hadas encarnado, ejecutado de un Príncipe exiliado que ha recuperado el trono de su padre para seguir viviendo la vida loca creando una especie de Disneylandia para sus aliados pero un régimen irreal para la gran mayoría que sigue soñando con una vida mejor pero que tiene que contentarse con un simulacro bien ejecutado de verdades falsas, de apariencias engañosas.
Al parecer las cosas han mejorado desde que Marcos Jr. asumió el cargo hace casi un año. Sin embargo, uno no deja de rascarse la cabeza por hechos como los siguientes: en menos de un año, el presidente (junto a su primera dama y familia, con un séquito de aliados) ya ha hecho doce viajes al extranjero (incluyendo su asistencia a la coronación de Carlos III de Inglaterra (y una reunión con el presidente norteamericano Joe Biden que claramente es la revocación de la política sinófila de Duterte) a cuya boda en 1982 con la malograda Diana no fue invitada su madre Imelda), obras de renovación en el Palacio Presidencial de Malacañang (parece que los inquilinos actuales piensan que van a vivir ahí para siempre como los progenitores del presidente actual), unas fiestas y conciertos en el Palacio mientras una de las provincias más pobres (Mindoro Occidental) lleva prácticamente un año con cortes de subvención eléctrica, con unas consecuencias desastrosas.
También el índice de inflación que va aumentándose vertiginosamente, junto con esta la pobreza y el desempleo, el encarcelamiento de rivales políticos (como Leila de Lima, crítica acérrima de Duterte y de la droga contra los narcóticos de este). A tenor de todo ello, cabe hacerse la siguiente pregunta: ¿a qué se dedican los aliados del presidente en el congreso filipino? Por lo visto, hacer todo lo posible para que pueda modificarse la Constitución de 1987 para perpetuar o extender el régimen actual, la creación de un fondo de riqueza soberana (Maharlika Fund) muy incierta y arriesgada a estas alturas y con una finalidad dudosa, en medio de todas estas dificultades y penurias económicas. ¡Ah!, no deben olvidarse los fondos destinados al Ministerio de Educación (cuyo ministro es la vicepresidente misma) para fines confidenciales o para el espionaje (Intelligence Funds) en vez destinar los mismos para mejorar las instalaciones de las escuelas públicas, aumentar la remuneración de los profesores y demás personal, solucionar el problema de la malnutrición escolar.
Filipinas ha vuelto, tras la guerra sangrienta contra la droga de Duterte (y Marcos Jr. ha reconocido que se han cometido abusos en esta misma), a sonreír por ser engañadas. La única explicación para la victoria del año pasado de Marcos Jr. y Duterte es la esperanza de la mayoría, equivocada o no. ¿Resignación? ¿Complacencia? ¿Alucinación? Ciertamente todo es un simulacro cuyo análisis requerirá ríos y ríos de tinta sobre la marcha. Todo parece irreal. Tras este reconocimiento por el presidente mismo, sigue empeñado su gobierno en bloquear cualquier investigación del Tribunal Internacional de la Justicia acerca de los abusos cometidos durante dicha guerra.
Cuando comenzaba su mandato Ferdinand Marcos Jr. dos purpurados filipinos desempeñaron papeles destacadas para pedir la bendición del cielo no solo para el nuevo dirigente sino sobre todo para todo el país. La presencia de las más altas jerarcas en tales ocasiones viene de antes y era de esperar. ¿Cuántos curas son necesarios para oficiar en una boda o en aniversario? ¿Hace falta un purpurado para un funeral o un bautizo? Es lo de antes. Y así seguirán las cosas. Pero las cosas no deberían ser así. No deberían parar ahí. Siguen muchos temas pendientes. En medio de esta cultura generalizada de simulacro, con sus ilusionistas, contorsionistas, partidarios hay algo cierto, el silencio de la Iglesia. Y en medio de esta irrealidad diseminada, me temo que el mismo sea más atroz y feroz. Es de lamentar que nuestros pastores se hayan dejado llevar por la desilusión, por la complacencia, por la conveniencia por la cobardía, por su alianza para conservar ante todo la influencia, el poder del gremio clerical mediante su trato asiduo con la elite de la sociedad civil.
Todo ello nos lleva a la siguiente conclusión: la Iglesia no debería reducirse a sus pastores, sobre todo los mitrados, quienes al parecer han perdido la palabra en medio de este estado actual. Lo eclesial, es decir, la actividad eclesial deberían definirla también los laicos de donde viene la muchedumbre de los sin voz. Pero estos, muchas veces, titubean a la hora de hablar sin el visto bueno de sus pastores, los puntos de comunión concretos, quienes confirman o han de confirmar que sus caminos, itinerarios, empeños son de verdad eclesiales y no solamente la obra de las ONG u otros organismos seculares.
Los pastores, en general, han fracasado. Se han escondido detrás del silencio mientras sigue lo de antes. Han vuelto a sus saraos con la elite, la razón por la cual us advertencias, sus enseñanzas fueron rechazadas por la inmensa mayoría el año pasado. Y ahora las chispas de luz en esta noche oscura de simulacros no vienen de la Iglesia tal como la entendemos, pues sus pastores se han vuelto pusilánimes. Las ráfagas, que las noches de simulacros no pueden apagar, vienen de varios seglares comprometidos que han querido construir itinerarios de la verdad evangélica en medio de ese bosque de simulacros.
La Palabra, que se vuelve Evangelio en la historia, exige la ruptura de estas confirmaciones, confinamientos, fabulaciones clericales para que se realice como Camino, Verdad y Vida para los más pequeños. Incluso las piedras, los polvos de los caminos emprendidos por los pobres, la tierra de los campos arados por los oprimidos, las aguas de las mares que rodean de las islas gritarán en medio y a pesar de este silencio eclesial que es la voz actual del simulacro clerical y su complicidad implícita con el sistema prevalente. Se ha cambiado la Verdad Radical del Evangelio por la verdad ‘simulacrada’ de Marcos Jr. y Duterte. Deberíamos ser herederos del Reino de los Cielos, de un régimen más humanitario y eficaz en esta tierra y no de los pecados de los padres y la ineptitud de los retoños. Es esta la gran lección, mejor dicho, el gran reto del silencio ensordecedor de nuestros pastores.
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