"Comprender el país desde el desarrollo de las personas" Monseñor Chomali: "Chile está embobado con el crecimiento económico que ha tenido"
"Influye el hecho que ven crecer las ciudades pero cada vez encuentran más dificultades para encontrarse con otros seres humanos para compartir por el sólo gusto de estar con otros"
"Otro elemento que opaca la posibilidad de ser un país auténticamente desarrollado es que se se habla poco o casi nada de las virtudes como la honradez, el valor de la palabra empeñada, el respeto a las normas y la búsqueda de la verdad"
"La Iglesia Católica contribuye de manera significativa al desarrollo del país anunciando el Evangelio y los valores que de él surgen"
"Es la lógica del compartir más que competir, en dar más que recibir y en hacerle a los otros lo que quisiéramos que nos hicieran y no hacerlo a los otros lo que no quisieéramos que nos hicieran"
"La Iglesia Católica contribuye de manera significativa al desarrollo del país anunciando el Evangelio y los valores que de él surgen"
"Es la lógica del compartir más que competir, en dar más que recibir y en hacerle a los otros lo que quisiéramos que nos hicieran y no hacerlo a los otros lo que no quisieéramos que nos hicieran"
| Fernando Chomali G., arzobispo de Concepción
Una falencia de Occidente es que ha asimilado y centrado el desarrollo en el económico, lo que está íntimamente ligado al consumo. Este fenómeno ha pauperizado el valor de la persona humana y su dignidad. Así, encontramos países con logros económicos notables y estándares de vida excelentes, pero que muestran altas tasas de suicidios, de fracturas al interior de la familia y mucha soledad, así como muchos otros problemas sociales de la máxima gravedad.
El desarrollo ha de entenderse integral, es decir del hombre en cuanto cuerpo y espíritu y a de extenderse a todos los hombres para lograr que las personas pasen de condiciones menos humanas a condiciones más humanas durante el arco de su vida.
Para ello la formación de los ciudadanos es fundamental. Una formación que los ayude a encontrarle el sentido de la vida y a sacar lo mejor de sí para ponerlo al servicio de los demás, lo que es impensable al margen de una comprensión trascendente de la vida, del quehacer en el mundo y de los demás. No basta que respondamos la pregunta de qué vamos a vivir –pregunta fundamental por cierto- sino que también y junto a ella –para qué vamos a vivir-.
Esta pregunta requiere reflexión, estudio y, sobre todo, apertura a los demás como posibilidad de ser y no como una amenaza por sortear. Creo que Chile está embobado con el crecimiento económico que ha tenido. Y, el actual estancamiento en el que se encuentra, se debe al desencanto de las personas que ven carreteras extraordinarias, están hiperconectados, pero no le encuentran sentido a sus propias vidas. Influye el hecho que ven crecer las ciudades pero cada vez encuentran más dificultades para encontrarse con otros seres humanos para compartir por el sólo gusto de estar con otros.
Otro elemento que opaca la posibilidad de ser un país auténticamente desarrollado es que se se habla poco o casi nada de las virtudes como la honradez, el valor de la palabra empeñada, el respeto a las normas y la búsqueda de la verdad, entre otras cosas. El aumento significativo de hechos cada vez más notorios de corrupción y de violencia en sus múltiples formas muestran una sociedad que se degrada humanamente.
Ello sin duda que repercute a la hora de comprenderse como parte de un proyecto común frente al cual cada uno está llamado a aportar lo dones, carismas, destrezas y habilidades que Dios le ha regalado.
La Iglesia Católica contribuye de manera significativa al desarrollo del país anunciando el Evangelio y los valores que de él surgen, como el interés por las personas más que por las cosas, por la ética más que por la técnica y los valores espirituales por sobre los materiales, junto con una concepción de la vida como el espacio privilegiado para dar lo mejor de sí sirviendo más que comprender la vida como un servirse de los demás. Es la lógica del compartir más que competir, en dar más que recibir y en hacerle a los otros lo que quisiéramos que nos hicieran y no hacerlo a los otros lo que no quisiéramos que nos hicieran.
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