"Descanse en paz, mi amigo Paco Herrera" "Nadie se merece morir así"

Fueron las palabras de un miembro de la Guardia Civil que anoche me permitió dar la absolución “sub conditione” y me acompañó en la oración ante el cuerpo sin vida de mi compañero y amigo, Paco Herrera.

En el tiempo de espera hasta que la policía judicial y el forense hicieron acto de presencia se fue congregando un número de feligreses consternados por lo ocurrido. También hizo acto de presencia el Vicario General de la Diócesis.

Entre los comentarios que pude escuchar, destaco uno que me molestó y dolió especialmente, ya que no se ajustaba a la verdad que he vivido en estos últimos años junto a mi compañero fallecido: “Paco no se ha dejado ayudar”.

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Es fácil desmontar esta mentira pues muchos conocemos la difícil situación que le ha tocado vivir atendiendo y cuidando a su hermano.

El Obispado tuvo conocimiento de varias denuncias contra él por el tema de la bebida. De todos es conocido que la Parroquia de Nuestra Sra. De Fátima, en El Colorado, no es el lugar adecuado para destinar a un sacerdote en esta situación, ya que la mayoría de las horas las vive en soledad.

La ayuda “propuesta” a Paco por el Obispado, para dar solución a este problema, pasaba por ingresar a su hermano en una residencia de mayores, y a él enviarlo a un Centro de atención a sacerdotes en Castellón. La propuesta siempre obtuvo su negativa, al considerar que no podía dejar a su hermano en esas circunstancias. No hay que olvidar que no tienen más familia directa.

Varios sacerdotes le aconsejaron en esta época que acudiera a profesionales, lo cual hizo y presentó los correspondientes informes médicos.

A partir de ahí solicitó en varias ocasiones ayuda económica pidiendo que se le ampliara el trabajo pastoral en un Tanatorio u hospital, o bien un año sabático, para hacer frente a la situación que tenía planteada. Ninguna de sus propuestas fue atendida.

En los últimos meses la situación se ha precipitado, siendo consciente del deterioro físico y psíquico de Paco, que se encontraba totalmente desbordado, y enfermo. La solución dada fue enviarlo a Puente Mayorga, como vicario parroquial, en el otro extremo de la Diócesis, cada más alejado de la vivienda familiar.

Paco, en obediencia, aceptó el destino, pero era consciente de que le ponía en una situación cada vez más complicada; de ahí su negativa a salir de El Colorado.

De todo ello creo que aprendemos una lección, aunque tristemente por un alto precio: la pérdida de un compañero enfermo. Y es que la solución a los conflictos pasa necesariamente por implicarse y erradicar las raíces de éstos. De nada sirve ir destinando a un lado u a otro, como si de una pelota se tratase, sin dar solución a los problemas personales, y sin tener en cuenta a las personas.

Los cargos tienen cargas. Y cuando uno es elegido Pastor de una Diócesis, Vicario o Delegado para el Clero tiene que estar dispuesto a servir, haciendo uso de su autoridad, no como poder absoluto y despiadado, sino como testimonio de su propia entrega. 

Descanse en paz, mi amigo Paco Herrera