Pertinaz sequía en 'los cielos' Párrocos, pastores de nubes (¡Que llueva, que llueva, la Virgen de la Cueva!)
"No me refiero en esta ocasión solo al 'cielo' en el que se mueven los astros . Me refiero también al 'lugar en el que, según la tradición cristiana se goza de la presencia de Dios y de la gloria de los bienaventurados'"
"Y es que no llueve, o llueve mal y a destiempo. Y, como no llueve, los curas han acentuado el número y el tono de rezos piadosos, siguiendo las santas tradiciones medievales de los devocionarios 'ad petendam pluviam'"
"Bien están las procesiones. Y mirar e invocar a Dios, a la Virgen y a santos y santos moradores de los cielos. Pero esto no basta"
"La lluvia procede tanto o más de los fondos de la Unión Europea. Los beneficios reales que proporciona el agua, más que los índices pluviométricos que registran los laboratorios del ramo, dependen del grado de solidaridad"
"Bien están las procesiones. Y mirar e invocar a Dios, a la Virgen y a santos y santos moradores de los cielos. Pero esto no basta"
"La lluvia procede tanto o más de los fondos de la Unión Europea. Los beneficios reales que proporciona el agua, más que los índices pluviométricos que registran los laboratorios del ramo, dependen del grado de solidaridad"
No me refiero en esta ocasión solo al “cielo” “en el que se mueven los astros y que, visto desde la tierra, parece formar sobre ella una cubierta arqueada o bóveda celeste”. Me refiero también al “lugar en el que, según la tradición cristiana se goza de la presencia de Dios y de la gloria de los bienaventurados”.
Ante ambas concepciones de “cielo”, climatológico uno y teológico otro, en los tiempos en los que vivimos, los mortales levantamos los ojos, convencidos de que las nubes, van y vienen, se disipan y sobrevuelan sus fronteras con caracteres poco menos que apocalípticos.
Y es que no llueve, o llueve mal y a destiempo, “a cántaros”, y sin las proporciones impuestas sempiternamente por la madre Naturaleza, madrastra hasta no poder más. A los embalses, con ideologías franquistas o antifranquistas, no les queda más solución que convertir sus amplios espacios resecos en otros tantos campos de fútbol, o de citas para adictos y adictas a los botellones, con inclusión de los avecindados en Colegios Mayores universitarios patroneados por santos o por santas de ínclitas Órdenes Religiosas.
Si no llueve o lo hace en condiciones de devastadores y desatados temporales - con sobre nombres antes exclusivamente femeninos, aunque ahora también masculinos-, hasta llegan a temer algunos cristianos que llegará a ser necesario racionar el agua para el bautismo, además de la de las pilas para la purificación, situadas a las puertas de los templos, tal y como aconteció en tierras vascas, aunque por etiológico-sanitarias.
Y, como no llueve, los curas han acentuado el número y el tono de rezos piadosos, siguiendo las santas tradiciones medievales de los devocionarios “ad petendam pluviam” y la fervorosa aceleración del ritmo de sus cantos populares como el clásico dedicado a la Virgen con la advocación de la Cueva, “¡que llueva, que llueva”¡ y que “no dejen jamás de cantar los pajaritos”!
Como en la mayoría de las parroquias siempre se veneran imágenes del Cristo, de la Virgen y de santos y santas, “especialistas en el apartado de las lluvias a su tiempo, modo y cantidad adecuadas a las necesidades agrícola- ganaderas, una buena parte de la tarea pastoral del clero -y de los obispos- está consagrada a la organización de rogativas y procesiones que recorren calles, plazas y campos necesitados del precioso y preciso regalo del cielo que es la lluvia. Me llegan noticias de que, coincidiendo en una misma parroquia su patrona, la Virgen especialista en lluvia, y en tiempos mas pertinaces, también el Cristo, igualmente especialista, a las dos imágenes se las hizo coincidir y…tampoco llovió.
Bien están las procesiones. Y mirar e invocar a Dios, a la Virgen y a santos y santos moradores de los cielos. Pero esto no basta. La religión es más- o menos-según-, que los ritos, las ceremonias, las rogativas y otros actos penitenciales, en conformidad con “creencias” por ”santas” que sean y por largos, pertinaces y perversos que hayan sido y sean los tiempos de sequías como las que hoy se padecen con todas sus consecuencias humanas y “divinas”.
La lluvia no baja hoy ni solo ni fundamentalmente del cielo ni de los cielos, tal y como con énfasis clerical se nos ha adoctrinado. Ni solo sube de los pozos artesianos. Ni procede únicamente de los trasvases de unas cuencas fluviales a otras. Ni tampoco de la instalación de desaladoras dotadas de las más modernas técnicas, al igual que de condensadores de humedades ambientales.
La lluvia procede tanto o más de los fondos de la Unión Europea en su diversidad de secciones, apartados y recomendaciones, sobre todo de las gestiones efectivas de los políticos, que democráticamente fueron elegidos para servir al pueblo y no para servirse del mismo, con impunidad, alevosía y hasta chulerías, tal y como acontece con pluviosa, lacrimógena e intolerante frecuencia.
Los beneficios reales que proporciona el agua, más que los índices pluviométricos que registran los laboratorios del ramo, dependen del grado de solidaridad entre países, regiones, Comunidades Autónomas, en cuyos centros de educación hayan enraizado los principios del Evangelio, tarea- ministerio encomendada vocacionalmente a curas y a obispos, en proporciones mucho mayores y más comprometidas que las letanías y procesiones.
Una de las penúltimas frases luminosas del papa Francisco -“La Iglesia no es una élite de sacerdotes y consagrados”- , recabando la activa participación en la misma de laicos y “laicas”, seguramente que ayudará también al feliz planteamiento religioso del problema de tan “pertinaz sequía”.
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