"Una Iglesia que apuesta por la paz y por la acción" Primer Anuncio, Sínodo de la sinodalidad, Jubileo ante la incertidumbre de un mundo en crisis

Cúpula de San Pedro, en el Vaticano
Cúpula de San Pedro, en el Vaticano Benjamin Fay

"En un mundo de progreso y avances tecnológicos hasta ahora desconocidos, pero con situaciones clamorosas de injusticia, las urgencias son apremiantes"

"La Iglesia afirmó en Gaudium et spes (3) que 'es necesario dar prueba mayor de solidaridad, respeto y amor a toda la humanidad'"

En este contexto se elaboran propuestas y celebran acontecimientos eclesiales de gran importancia y calado: el 'Primer anuncio', la Asamblea del Sínodo sobre la sinodalidad, y el Jubileo de 2025"

"Responden a tres preguntas clave: ¿Qué debemos anunciar y cómo a este mundo desorientado y perplejo, para muchos sin esperanza ni futuro? ¿Quién debe hacerlo y de qué forma? ¿Cómo realizarlo eficazmente?"

Hace más de medio siglo la Constitución Pastoral del Vaticano II Gaudium et spes se refirió a una auténtica “metamorfosis social y cultural” que nos situaba “ante signos de los tiempos de un periodo nuevo para el universo entero”. Hoy ese proceso se ha acelerado con importantes avances de las nuevas tecnologías, pero también con graves amenazas y peligros inminentes en la situación crítica de un mundo desorientado e incierto.

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La agonía de la humanidad y de la tierra

Esta transformación de amplitud global se está realizando por caminos agónicos que implican sufrimiento cada día más extendido, injusticias discriminadoras en especial para los pueblos más pobres, amenazas catastróficas para el planeta tierra.

Estas han sido las guerras más mortales de la historia (América Latina  posee un triste récord)

Las extendidas guerras actuales son una amenaza para la supervivencia mundial, que el reciente 43 Congreso de Teología ha denunciado proféticamente. La política internacional que debiera afrontar esta situación y proponer soluciones eficaces no existe. Solo cuenta la carrera competitiva de Estados y corporaciones por hacerse con el control mundial político, armamentístico, económico, cultural dentro del sistema capitalista. Las poderosas nuevas tecnologías, en especial la inteligencia artificial, se han desarrollado exponencialmente y su capacidad de control de la información, fuente de poder y manipulación interesada, han provocado una carrera desenfrenada por poseerlas al servicio de quienes pugnan por dominar el mundo, en especial entre China y USA.

Según advierten algunos analistas: “Como cualquier otra tecnología nueva, la IA generativa puede crear oportunidades, pero, sin una regulación adecuada y eficaz, también puede exacerbar los riesgos para los derechos humanos en ámbitos como el acceso a la protección social, la educación y el empleo, los derechos laborales, la privacidad y la seguridad en Internet. Entre otros peligros, podría acrecentar las desigualdades raciales y de otro tipo, aumentar la vigilancia y amplificar el discurso de odio en Internet”.

La ilimitada espiral de poder y tecnología envuelve a la humanidad cada día más absorbida por el enorme poder centrífugo de este remolino de irresistible atracción que engulle sus más justas causas y aspiraciones de justicia, equidad, cuidado y paz para vivir con la dignidad necesaria.

El Informe de Amnesty International 2024sobre “la situación de los derechos humanos en el mundo” denunciaba que “en 2023 se cometieron de forma generalizada abusos reiterados contra los derechos humanos. Tanto Estados como grupos armados perpetraron ataques y homicidios ilegítimos frecuentes en un número cada vez mayor de conflictos armados”. “Los grupos racializados, incluidos los pueblos indígenas y otros que sufren discriminación interseccional, han padecido de forma desproporcionada los efectos perjudiciales para los derechos humanos de las crisis económicas, el cambio climático y la degradación ambiental. La desproporcionalidad de los daños es atribuible a varios factores, entre ellos al impacto acumulativo de la discriminación estructural y directa, presente y pasada”. 

En consecuencia, en un mundo de progreso y avances tecnológicos hasta ahora desconocidos, pero con situaciones clamorosas de injusticia, las urgencias son apremiantes. No es posible esperar ante riesgos tan inminentes. 

Urge la acción eficaz 

Por su parte la Iglesia afirmó en Gaudium et spes (3) que “es necesario dar prueba mayor de solidaridad, respeto y amor a toda la humanidad ante estos graves problemas aclarárselos a la luz del Evangelio y poner a disposición del género humano el poder salvador de la Iglesia, conducida por el Espíritu”. 

Temario: Paráclito

Y efecto, así lo está intentando hoy y lo propone con iniciativas de gran alcance lideradas por el papa Francisco, que se dirigía a un reciente Simposio Intercristiano (agosto 2024) ante lo que calificaba como “revolución informática” que está cambiando “estructuralmente” la concepción de la existencia humana y afirmaba: “Ante esta revolución antropológica no es posible reaccionar solo con la negación y la crítica. Hace falta mas bien una reflexión profunda que renueve el pensamiento y las opciones a realizar” desde el respeto de “la dignidad humana a la luz de la enseñanza de la Sagrada Escritura y de la Tradición cristiana”. Sus anteriores encíclicas y exhortaciones ya indican los caminos para responder a los actuales grandes retos de la humanidad.

Tres instancias decisivas

En este contexto se elaboran propuestas y celebran acontecimientos eclesiales de gran importancia y calado: el ‘Primer anuncio’, la Asamblea del Sínodo sobre la sinodalidad, y el Jubileo de 2025. Responden a tres preguntas clave: ¿Qué debemos anunciar y cómo a este mundo desorientado y perplejo, para muchos sin esperanza ni futuro? ¿Quién debe hacerlo y de qué forma? ¿Cómo realizarlo eficazmente?

La primera pregunta se refiere al ‘Primer anuncio’ que condiciona las demás y donde  radica el mensaje que debemos trasmitir con eficacia, como afirmó Pablo VI en la Evangelii nuntiandi: “¿Qué eficacia tiene nuestros días la energía escondida de la Buena  Nueva… ¿hasta dónde y cómo esta fuerza del Evangelio puede trasformar verdaderamente al hombre de hoy? ¿Con qué métodos hay que proclamar el Evangelio para que su poder sea eficaz”.

La Evangelii gaudium de Francisco pedía “la compasión que comprende, asiste y promueve” en un mundo dominado por una “economía que mata”. Cuando la ‘posverdad’ diluye todo mensaje consistente y toda noticia se reduce a dato digitalizado, que puede ser manipulado por una inteligencia artificial según los algoritmos del poder dominante, el primer anuncio en el Evangelio, que nos lleva el “encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva”(EN), urge a liberar a los oprimidos, a los pobres como signo de la venida del Reino de Dios (Lc 4,18), núcleo de su contenido: “Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios” (EG) en los signos de los tiempos de nuestro mundo. La exigencia apremiante es, por tanto, cómo realizarlo en cada lugar haciéndolo comprensible, significativo y creíble por sus frutos y realizaciones.

¿Afronta el ‘Primer anuncio’ esos desafíos ofreciendo contenidos con sentido, dando testimonios atrayentes y expresados en lenguaje comprensible o nos aferramos a dogmatismos y fórmulas sin sentido hoy en una ortodoxia mal entendida?

Para responder con eficacia es fundamental la actitud, forma y medios con los que se lleva cabo ese anuncio. Es la segunda pregunta. En ella, se trata del sujeto o emisor de ese mensaje que es toda la Iglesia, Pueblo de Dios, que existe para “evangelizar  donde consiste precisamente su identidad más profunda” (EN). Para ello “caminar juntos” es la propuesta fundamental del Sínodo sobre la sinodalidad que dará su paso definitivo este próximo mes. Un Sínodo que abrió perspectivas ilusionantes, pero que ha ido enfriándose en las bases y va a requerir un gran esfuerzo para reanimarlo. Por supuesto, el Espíritu empuja a dar pasos convincentes; pero las resistencias involutivas y conservadoras obstaculizan un proceso de libertad, creatividad y audacia tanto en una jerarquía, en muchos lugares reticente a un cambio en profundidad, aferrada a su poder, como en un laicado que no  se siente reconocido como Pueblo de Dios con todas las consecuencias.

HEMOS ENCONTRADO AL MESIAS” | Arquidiócesis de Bogotá

"¿Está la Iglesia dispuesta a un cambio estructural en sus relaciones internas y con el mundo o se limitará a cambios formales, carentes de fuerza innovadora y convincente?"

Es necesario que este Sínodo sea innovador, que responda  a la iniciativa papal de una Iglesia en salida ante los graves problemas de la humanidad. ¿Está la Iglesia dispuesta a un cambio estructural en sus relaciones internas y con el mundo o se limitará a cambios formales, carentes de fuerza innovadora y convincente? 

Jesús era seguido, admirado y creído porque evangelizaba con obras y palabras. Su acción reanimaba la esperanza de un  pueblo oprimido, de los pobres y marginados para realizar el gozo del Evangelio que anunciaba alegría, júbilo, liberación, la gracia de la salvación plena. Y así ha sido anunciado por el papa Francisco el Año Jubilar como “Peregrinos de la Esperanza”. Invita y promueve la conversión tanto personal como social. Ambas “forman un conjunto coherente”, donde “se escuche la voz de los pobres… se recupere el sentido de la fraternidad universal ante la tragedia de la pobreza galopante y se asuma el cuidado de la casa común como expresión esencial de la fe en Dios”. 

Es la respuesta a la tercera pregunta que pide obras convincentes locales y globales para una evangelización creíble. Se concreta en tres actitudes y acciones. En primer lugar es imprescindible la compasión frente a un mundo dominado por criterios egoístas personales, estructurales y sistémicos donde todo se pretende que esté guiado por algoritmos que entrenan una inteligencia artificial para beneficio excluyente del poder hegemónico y donde triunfar y ser feliz es poseer, consumir. La compasión como solidaridad con quienes más sufren la indiferencia que descarta, la sumisión esclavizadora, la manipulación interesada, es la forma primera de un Jubileo auténtico en una Iglesia que camina junto a los pobres de este mundo colaborando a la liberación que anuncia y realiza el Reino de Dios. Esta compasión exige y conduce a la reconciliación personal, social y ecológica que el Jubileo anuncia y nos hace felices según las Bienaventuranzas. 

La penitencia y la eucaristía que simbolizan sacramentalmente la acción liberadora de Jesús, la energía del evangelio, el impulso del Espíritu deben estar unidas a una trasformación de personas, de sus relaciones, de instituciones y estructuras; en definitiva, a un cambio sistémico, radical e innovador que exige el compromiso por la justicia para realizar su sentido evangelizador. Son, a mi entender, las características básicas que dan sentido a un Jubileo hoy y aquí. ¿Podrá este Jubileo impulsar una Iglesia sinodal y “solidaria con el género humando y su historia”(GS) en este momento crucial en medio de un mundo agonizante que necesita respuestas eficaces?

Las respuestas a las tres preguntas formuladas son inseparables y su relación intrínseca es el criterio de la autenticidad evangélica y fidelidad al Reino de Dios en una Iglesia que “apuesta por la paz”, como pide el Congreso citado, a fin de generar esperanza eficaz y holística ante las angustiosas y decisivas preguntas para el presente y futuro del mundo actual.    

Jubileo 2025

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