"Falta una mirada crítica al interior de la Iglesia" Rocío Figueroa: "No olvidemos a las mujeres religiosas que sufren violencia"
"La indiferencia de las autoridades institucionales, la amenaza de represalias por parte de los autores, la normalización de los malos tratos y el riesgo de que se dañe la reputación personal son barreras que impiden a las mujeres denunciar la violencia que sufren"
"Esta violencia no aminorará sino combatimos los problemas sistémicos que aquejan a nuestras comunidades: el clericalismo, sumado con el sexismo y una posición de inferioridad y falta de participación de las mujeres en la toma de decisiones y liderazgo de nuestra Iglesia son un caldo de cultivo propicio para que esta violencia continúe"
| Rocío Figueroa, teóloga, consultora de Voices of Faith
Hoy celebramos el día internacional contra la violencia a las mujeres. Hace poco el Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti visibilizó dentro del documento a las mujeres que son víctima de violencia y de abusos (FT 227); invitó a recordar a aquella que pierden a sus hijos por la guerra (FT 261) y luego señaló como en nuestras sociedades las mujeres sufren doblemente por la exclusión el maltrato: “Es un hecho que «doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos (EG 212)” (FT 23).
Desgraciadamente al Documento le faltó una mirada crítica al interior de la misma Iglesia donde las mujeres y en particular aquellas que consagran sus vidas al servicio de los demás no sólo no son tratadas con la misma dignidad, sino que además muchas de ellas han sufrido y siguen sufriendo violencia y maltrato. En el día de hoy se hace imperativo solidarizarse y visibilizar a muchas religiosas alrededor del mundo que han sufrido y siguen sufriendo en silencio, abuso y maltrato sexual por parte de sacerdotes u obispos.
En noviembre de 2018 la asociación "Voices of Faith" organizó un evento en Roma en el que exreligiosas hablaron sobre el abuso que habían sufrido y la cultura de silencio que persistía en torno a este. El tema había llegado a la atención pública después de que una religiosa de la India denunciara ante la policía en agosto de 2018 que su obispo la había violado 13 veces entre 2014 y 2016. En septiembre de 2018, la ex religiosa Doris Wagner escribió un artículo para el periódico alemán Die Zeit en el que describía cómo en 2009 había sido acosada sexualmente por un sacerdote durante la confesión y habiendo sido ya asaltada por otro sacerdote de su comunidad precedentemente.
En febrero de 2019 el Osservatore Romano publicó un artículo sobre el abuso de religiosas en su revista mensual, Mujeres, Iglesia Mundo. Las religiosas declararon que no habían denunciado a los sacerdotes que las habían abusado o violado por temor a represalias contra ellas o sus congregaciones. Unos días después, en respuesta a una pregunta de la prensa durante un vuelo de los Emiratos Árabes Unidos a Roma, el Papa Francisco reconoció públicamente el problema de los sacerdotes y obispos que abusaban sexualmente a las religiosas. El Papa afirmó que en el pasado el Papa Benedicto XVI suspendió una orden francesa después de que algunas de sus hermanas religiosas fueron reducidas a la "esclavitud sexual" por su fundador. Según el periódico católico francés La Croix, la Comunidad de San Juan admitió en 2013 que su difunto fundador, el reverendo Marie-Dominique Philippe (fallecido en 2006), se había comportado "en formas que iban en contra de la castidad" con las mujeres de la orden.
El reconocimiento del abuso de religiosas no era un tema nuevo. En 1994 una religiosa misionera irlandesa, la Hna. Maura O'Donohue preparó un informe confidencial para el Vaticano que proporcionó evidencia sobre el abuso de religiosas por parte de sacerdotes. En sus años de trabajo como misionera fue testigo de la violencia contra religiosas en África. Al parecer, algunos clérigos habían tomado como objetivo a las mujeres porque temían contraer el SIDA por tener relaciones sexuales con mujeres de la población en general. O'Donohue informó de que los sacerdotes explotaban a las candidatos a la vida religiosa, que tenían que proporcionar favores sexuales para recibir las recomendaciones necesarias para entrar en una congregación. También informó de cómo diferentes congregaciones diocesanas tenían que despedir a varias hermanas por el embarazo de los sacerdotes. Describió los esfuerzos de las hermanas africanas por denunciar la mala conducta de numerosos sacerdotes y obispos y el hecho de que las autoridades eclesiásticas no tomaran medidas al respecto.
Sin embargo, O´Donohue en su informe señala que no sólo se trataba de un problema en África sino que había escuchado testimonios de religiosas en más de 23 países. Entre ellos: Botswana, Burundi, Brasil, Colombia, Estados Unidos de América, Ghana, India, Irlanda, Italia, Kenya, Lesotho, Malawi, Nigeria, Papua Nueva Guinea, Filipinas, Sudáfrica, Sierra Leona, Uganda, Tanzanía, Tonga, Zambia, Zaire y Zimbabwe.
Como ha demostrado el movimiento #MeToo, las tendencias generalizadas hacia la incredulidad y la culpabilización de las víctimas en la sociedad y también en la Iglesia, desalientan enérgicamente la denuncia del acoso y la agresión sexual. La indiferencia de las autoridades institucionales, la amenaza de represalias por parte de los autores, la normalización de los malos tratos y el riesgo de que se dañe la reputación personal son barreras que impiden a las mujeres denunciar la violencia que sufren.
Al mismo tiempo, si una religiosa denuncia haber sido abusada sexualmente, éste abuso es considerado como una relación horizontal donde la mujer por el hecho de ser mayor de edad ha dado su consentimiento. Sin embargo, se olvida el hecho de que muchas mujeres sufren vulnerabilidad y se encuentran en situaciones de abuso de autoridad interponiéndose en el camino del verdadero consentimiento. Aquí, como en todos los casos de agresión sexual, estamos tratando con historias de abuso de poder y no de sexo consensuado y amoroso. En muchos casos las religiosas al estar sometidas a una autoridad eclesial o depender de un sacerdote tanto espiritual como económicamente puede vivir en una situación de vulnerabilidad y desigualdad que neutraliza toda mutualidad y reciprocidad. Por lo tanto, no estamos hablando de una relación amorosa sino de una agresión sexual.
El 7 de mayo de 2019 el Papa Francisco promulgó un Motu Proprio titulado Vos Estis Lux Mundi (Vosotros sois la luz del mundo). Parece ser la primera vez que un documento de la Iglesia Católica reconoce explícitamente que el abuso sexual puede ocurrir no sólo a menores (cualquier persona menor de 18 años) sino también a otras personas vulnerables (art. 1.b). Sin embargo, la definición ofrecida de "persona vulnerable" en el documento es bastante restringida. Describe a una persona vulnerable como "toda persona en un estado de enfermedad, deficiencia física o mental o privación de la libertad personal que, de hecho, incluso ocasionalmente, limite su capacidad para comprender o querer o resistirse de otro modo al delito". Aún así es importante que Vos Estis Lux Mundi también afirma que el abuso sexual no requiere necesariamente violencia física, pero puede implicar amenaza o abuso de poder. Parece ser el primer documento oficial de la Iglesia que reconoce esto formalmente. Sin embargo, aún no está claro si este desarrollo aparentemente positivo puede ayudar a la iglesia a abordar el abuso de las religiosas. Dependerá de acciones concretas así como de políticas escritas.
Sólo una Iglesia menos clerical, más horizontal y participativa donde se respete y promueva la dignidad de toda mujer al interior de su estructura tendrá la autoridad a través de las palabras pero sobre todo a través de los hechos de defender y oponerse a toda violencia contra la mujer.
Al mismo tiempo esta violencia no aminorará sino combatimos los problemas sistémicos que aquejan a nuestras comunidades: el clericalismo, sumado con el sexismo y una posición de inferioridad y falta de participación de las mujeres en la toma de decisiones y liderazgo de nuestra Iglesia son un caldo de cultivo propicio para que esta violencia continúe.
Sólo una Iglesia menos clerical, más horizontal y participativa donde se respete y promueva la dignidad de toda mujer al interior de su estructura tendrá la autoridad a través de las palabras pero sobre todo a través de los hechos de defender y oponerse a toda violencia contra la mujer.