"En el mundo hay lágrimas que no son enjugadas por nada ni por nadie" Ronald La Barrera: "La pasión de Cristo es la pasión del mundo y la pasión del mundo es la pasión de Cristo"
"En el mundo hay sangre porque la vida no vale nada para algunos"
"No hay nada más doloroso que la traición y la negación de parte de los seres que amas"
"Cuanto duele la traición de los esposos, de los padres que dejan un hijo abandonado, de los hijos que no respetan a sus padres"
"Cuanto duele la traición de los esposos, de los padres que dejan un hijo abandonado, de los hijos que no respetan a sus padres"
| Ronald La Barrera, vicerrector del Cebipetal
La pasión de Cristo es la pasión del mundo y la pasión del mundo es la pasión de Cristo, porque el mundo es de Cristo y Cristo está vivo y presente en el mundo, porque “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb 13,8) y el mundo va “completando lo que falta a los sufrimientos de Cristo por el bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24) y Cristo sufrió por nosotros para que sigamos sus huellas (Cf 1Pe 2,21) y todo esto por amor, su amor lo llevó a sacrificarse por nosotros, a tomar toda nuestra maldad sobre sí mismo.
Estamos en Semana Santa y la vivimos de una manera atípica, quizá a nadie en el mundo le ha tocado vivir un tiempo como este, confinados en sus casas sin poder ir a un templo, a los sacerdotes les toca celebrar estos días santos sin fieles y a los fieles seguir las celebraciones por TV o por redes sociales, pero por encima de cómo vivamos la Semana Santa, está el amor y el servicio que debemos dar en nuestros hogares o donde nos toque estar, si verdaderamente vamos a caminar con Cristo.
Cristo inicia su pasión en el huerto de Getsemaní, va acompañado de algunos de sus apóstoles y les pide que oren, pero se quedan dormidos, mientras que él lleno de angustia y sudando sangre dice: “¡Padre, si quieres, aparta de mi esta copa amarga, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya!” (Lc 22,43).
En el mundo también hay angustias, de gente que se muere de hambre, que no tienen un techo donde cobijarse, de enfermos que no tienen acceso a un hospital y no pueden comprar una medicina, angustias de familias que no tienen los servicios básicos, que no tienen trabajo y que viven en la miseria; la angustia de tantos migrantes que salen de sus lugares de origen en busca de una vida digna y mejor.
En el mundo hay sangre, como la que derramó Jesús en el Getsemaní, sangre que corría por su rostro al ser coronado de espinas, ensangrentado todo su cuerpo por las flagelaciones y los clavos; hoy hay sangre porque la vida no vale nada para algunos: abortos, violaciones, asesinatos, guerras hacen que el mundo siga desangrándose.
Mientras todo esto sucede, hay quienes duermen tranquilamente, como dormían los apóstoles en Getsemaní, son indiferentes al dolor del mundo, a la desgracia de sus hermanos, no les importa que la Casa Común se destruya día a día porque no la cuidamos, la contaminación del planeta y el sufrimiento de los seres humanos, no es problema que yo tenga que solucionar.
Jesús al encontrar dormidos a sus apóstoles les dijo: “¿Por qué duermen? ¡Levántense y oren para que puedan enfrentar la prueba!” (Lc 22,46). Desde el silencio de nuestros hogares en estos días podemos reflexionar y reconocer que nos hemos dormido, nos hemos dormido en nuestras comodidades y placeres; el trabajo, la diversión, los amigos nos han hecho olvidar que “no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4,); es en este momento cuando nos damos cuenta de la fuerza que tienen las palabras de Cristo, hay que levantarnos y orar, si queremos ser felices en esta vida hay que servir, amar y orar. Levantarnos significa gastar y desgastar nuestra vida, sirviendo con amor a nuestros hermanos y con la fuerza que nos da la oración.
Pero no hay nada más doloroso que la traición y la negación de parte de los seres que amas y Cristo vivió en carne propia las dos cosas, fue traicionado y negado, no por sus enemigos, no por aquellos que lo perseguían, sino por sus amigos, por los que él llamó para que lo ayudaran y anduvieron con él tres años, por aquellos a quienes les dio a conocer su amor.
“Piense en las traiciones pequeñas o grandes que hemos sufrido en la vida. Es terrible cuando resulta que la confianza bien posicionada es engañada. Tal desilusión surge en el fondo del corazón, por lo que la vida parece no tener sentido. Esto sucede porque nacimos para ser amados y amar, y lo más doloroso es ser traicionado por aquellos que han prometido ser leales y cercanos a nosotros. Ni siquiera podemos imaginar cómo era doloroso para Dios, que es amor”. (Francisco 05-04-2020).
Cuanto duele la traición de los esposos, de los padres que dejan un hijo abandonado, de los hijos que no respetan a sus padres; la confianza que pusiste en el que creías era tu mejor amigo y le abriste tu corazón para contarle tus penas y resulta que después, muchos te señalan porque se enteraron de lo que le dijiste.
Se sienten traicionados los obreros que les prometiste un salario y tantos otros beneficios que hoy no cumples, se sienten traicionados los profesionales cuando tienen que trabajar en condiciones infrahumanas, poniendo en riesgo sus vidas, hemos traicionado a Dios y al mundo, cuando no respetamos los derechos de la persona y su dignidad y no cuidamos de los bienes que el Señor ha puesto en nuestras manos.
La hipocresía, la falsedad, la mentira, no es menos dolorosa cuando viene de quien amas, de quien confías, de quien prometió estar a tu lado y hasta dar la vida por ti. Pedro en el momento de la prueba, negó a Cristo, dijo no conocerlo y no saber nada de ese Hombre, pero Jesús lo miró con amor y Pedro lloró amargamente su pecado (Cf Mt 26,69-75).
Cuántas veces hemos negado la paz y la justicia a tanta gente que se lo merecía, hemos negado la libertad a tantas personas inocentes y se encuentran hacinadas en las cárceles, hemos abandonado y negado la verdad y la solidaridad a tantos pueblos necesitados, pero lo que es peor, con nuestras malas acciones seguimos negando y abandonando a Dios.
“El Señor conoce nuestro corazón mejor que nosotros, sabe cuán débiles e inconstantes somos, cuántas veces caemos, cuán difícil se nos hace levantamos y cuán difícil es sanar ciertas heridas” (Francisco 05-04-2020). Pero su amor y su misericordia siempre están a nuestro lado, es el Señor el que viene en nuestra ayuda a levantarnos cuando hemos caído y a sanar nuestras heridas.
En la pasión de Cristo hay llanto, muchas lágrimas derramadas, las de Pedro, las de María, las de las mujeres de Jerusalén y Cristo les dice: “¡Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí! Lloren más bien por ustedes y por sus hijos” (Lc 23,28).
También en el mundo hay tanto llanto, tantas lágrimas que se derraman de niños inocentes, lágrimas de mujeres que lloran por sus hijos que han escogido un mal camino y muchas veces terminan en la muerte, lágrimas que no son enjugadas por nada ni por nadie, lágrimas de impotencia y de dolor.
Ante la pasión de Cristo que nos toca vivir en estos días de una manera diferente y la pasión del mundo que hoy la vemos reflejada en esta pandemia que nos trae angustia, dolor y lágrimas; temor, enfermedad y muerte, miremos al Crucificado, lo que estamos viviendo hoy, Él lo vivió hace casi dos mil años.
Bien dijo el profeta: “¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a quién se le reveló? Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados. Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. Tras arresto y juicio fue arrebatado, y de sus contemporáneos, ¿quién se preocupa? Fue arrancado de la tierra de los vivos; por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba, por más que no hizo atropello ni hubo engaño en su boca. Más plugo a Yahveh quebrantarle con dolencias. Si se da a sí mismo en expiación, verá descendencia, alargará sus días, y lo que plazca a Yahveh se cumplirá por su mano. Por las fatigas de su alma, verá luz, se saciará. Por su conocimiento justificará mi Siervo a muchos y las culpas de ellos él soportará. Por eso le daré su parte entre los grandes y con poderosos repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y con los rebeldes fue contado, cuando él llevó el pecado de muchos, e intercedió por los rebeldes.” (Is 53).
Pero Cristo, abandonado, traicionado y negado, tuvo una mujer que siempre estuvo a su lado, que no lo abandonó y que caminó junto a él hasta El Calvario, es María su madre y Madre nuestra, por eso en esta pasión del mundo también Ella camina con nosotros.