Hay cosas que sólo puedo expresar a solas conmigo mismo: ni siquiera con el Señor las puedo compartir, pues temo que él no las aprobaría.
Ya sea en mitin, ya sea en piscina, ya en parlamento, ese señor Salvini me causa vómito -literal: tengo que apartar la vista para no vomitar-.
Pero enseguida alguien me recuerda que él no es nadie sin los votos que lo sostienen, y que los votos son personas, millones de personas que quieren lo que el señor Salvini propone, sostiene y saca adelante...
Y entonces se me hiela la sangre, porque nos hemos degradado tanto que no nos queda más futuro que el odio, la indiferencia, la frivolidad, la deshumanización...
El señor Salvini es sólo un icono de lo peor de nosotros mismos.